HEROÍNA DE BARRIO

Zohra Chafedi, la voz del Poble Sec que no se dobla

Esta cocinera que regentó durante 20 años La Cuineta, casa de comidas que se vio obligada a cerrar cuando la propiedad vendió el edificio en el que se estaba, es un referente de dignidad y lucha contra la gentrificación

El viernes pasado protagonizó un emotivo, sincero y combativo pregón de una fiesta mayor de mínimos por culpa de la quinta ola del covid, pero que los vecinos no se resignaron a volver a suspender

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Helena López

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Llevaba un papel con un guion preparado, pero cuando subió al escenario lo que le salió fue doblarlo, guardarlo y sacar “lo que tenía aquí; lo que me duele”, dice apoyando la mano sobre el pecho. “No lo que está subrayado o en negrita, para escuchar un ‘ohhh’ del público, sino lo que me cuenta la gente que me encuentro cada día en la calle; la que me pregunta cómo estoy, la que me dice que ha echado de menos mi cuscús”, prosigue emocionada Zohra Chafedi, pregonera de la última fiesta mayor del Poble Sec, la más diurna y breve de la historia. “No soy una persona ni famosa, ni política, ni artista; soy una persona de la calle, que vive mucho en la calle, por eso preferí hablar de lo que me cuentan cada día padres, madres e hijos”, señala sentada en un banco de Nou de la Rambla.

Zohra insiste en que estamos pasando "un momento malísimo”, y “nosotros quizá lo podemos gestionar, pero los niños, no; porque eso te queda, y eso me causa dolor". "No solo por los míos, por todos. El primer desahucio que vi en la vida no se me va a borrar de la cabeza”, relata. No fue el suyo. Ella no ha sufrido ningún desahucio; pero los ha vivido de cerca y le duelen. “Siempre me dicen 'Zhora, tú eres luchadora'. 'Tú puedes'. Y, sí, sí, lo soy, pero ya no tengo 20 años”, añade esta combativa y queridísima vecina de Poble Sec, quien hace un par de años llenó páginas de diarios con su historia de dignidad y su defensa de La Cuineta del Poble Sec, casa de comidas que regentó durante dos décadas y que se vio obligada a cerrar tras la venta del edificio en el que estaba (la nueva propiedad no le renovó el contrato de alquiler). De hecho, los compradores de la finca pretendieron -de todas las maneras posibles- que se fuera antes de terminar el contrato, de cinco años, pero Zhora resistió. Tenía un contrato en vigor y no se iba a marchar antes de que finalizara. La Cuineta era su vida. Fue en aquel momento en el que se acercó al Sindicat de Barri, donde la arroparon (y animaron) en la resistencia. Pese a que, una vez terminó el contrato, se marchó, sigue muy vinculada al 'sindicat', donde ha encontrado otra familia.   

Lucha contra la gentrificación

La Cuineta fue el primer local comercial defendido por el 'sindicat'. No era una vivienda, pero el colectivo entendió su defensa como la defensa de un barrio que estaba siendo borrado precisamente por la gentrificación, fenómeno basado en operaciones inmobiliarias como la que provocó el cierre de La Cuineta.

La primera vez que pisó la asamblea se asustó al ver que tenía que hablar delante de tanta gente. No estaba acostumbrada. Su vida había sido siempre tirar hacia adelante su familia y trabajar. Trabajar mucho. Salió de allí muy afectada al ver la cantidad de personas que estaban en riesgo de perder su casa. “Yo luchaba por defender mi trabajo, pero allí la gente estaba a punto de perder su casa”, recuerda. No se le olvida lo impactada que salió de allí aquella tarda, ni la imagen de las maletas y los juguetes en la puerta que deja cada desahucio ejecutado.

“Yo luchaba por defender mi trabajo y me encontré con personas que estaban a punto de perder sus casas, nunca olvidaré el primer desahucio que vi”

Durante los dos años de resistencia Zhora tejió una red de complicidades en el barrio que todavía continúa, ayudando a parar todos los desahucios que puede. El barrio le ha devuelto esos cuidados y entrega haciéndola pregonera de la fiesta mayor.

Tras 28 años cotizados en este país -Zhora tiene 53 años y llegó de Tánger a los 17- este cocinera sufre al tener que pasar cada día -vive justo al lado- por delante de la que fue durante tantos años su negocio y verlo cerrado. Está cansada de gestionar la renta garantizada una vez y otra y de ponerse enferma cada vez que le llega la denegación. "En 30 años aquí solo he cobrado el paro una vez, cuando nació mi hija mayor, y ahora que pido que me den la mano para levantarme, nada más, no pido nada para siempre, solo una ayuda para recomponerme porque he tenido que cerrar el negocio porque no me renovaron el contrato. Me responden que mis hijas ya son mayores, que se tendrían que poner a trabajar", cuenta indignada con los servicios sociales. "Mis hijas son mayores, pero tienen que estudiar. Y tienen que acabar la carrera. ¿O es que las hijas de las personas trabajadoras no pueden acabar sus carreras? Y no porque dejen de ser menores de edad los hijos dejan de comer y de vestirse todos los días", se enfada. Y su rabia no es solo por ella. "Es por toda la gente que lo está pasando mal. El Poble Sec no merece esto. Ni este barrio ni ninguno. Yo como mínimo tengo mi casa, que puedo volver a ella y cerrar la puerta, pero hay mucha gente que no", concluye esta mujer, toda empatía, quien subraya en la importancia de no juzgar a los demás.

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