OTRAS ECONOMÍAS POSIBLES
Cooperativas de migrantes reivindican sus saberes (y sabores) en Barcelona
Personas migrantes o sus hijos -segundas generaciones que no decidieron migrar, pero se han criado y son de aquí- impulsan cooperativas de disciplinas diversas buscando oportunidades laborales y transformar su realidad y la de sus comunidades a través de una economía social y solidaria
Partiendo de la premisa irrefutable de que la gestión de la inmigración por parte de la Europa fortaleza relega a las personas inmigrantes hacia los segmentos del mercado más precarizados, con peores condiciones laborales y menos reconocimiento; de las dificultades de la población inmigrante para ejercer derechos básicos y de que en los últimos años la economía social y solidaria está siendo un motor importante de transformación, varios colectivos de personas migrantes o descendientes de inmigrantes han optado por esta fórmula. Hace unos días, Can Batlló acogió la II Feria de Economía Social y Solidaria Migrante y Diversa, impulsada por Coòpolis para fortalecer estos procesos organizativos. Allí coincidieron miembros de cooperativas como Keras Buti, Empatravas o Abarka, tres ejemplos. Estas son sus historias:
El 90% de los productos que cocinan en La Suculenta, proyecto de cocina "popular ecológica y de proximidad" en el barrio de Bellvitge, en L'Hospitalet, proceden de bien cerquita, del terreno en el Parc Agrari del Baix Llogregat de la asociación Keras Buti, impulsora de proyecto sociolaboral. Una tierra que también trabajan desde esta asociación payo-gitana, vinculada al pueblo gitano de la zona y a personas migrantes, para la recuperación de los terrenos agrícolas, sobre todo con la comunidad gitana de Bellvitge y Gornal, tradicionalmente muy vinculada a estas tierras.
Actualmente "el campito", como lo llama familiarmente Norma Veliz, trabajadora de Keras Buti, proyecto que nació en el año 2018 de La Fundició y de la asociación Lacho Baji Cali, impulsada mayoritariamente por mujeres gitanas del Gornal, lo trabajan tres personas: dos de la comunidad gitana y una migrante.
"Hacemos cosas"
Keras Buti significa 'hacemos cosas' en kaló, lengua en la que no existe la palabra trabajo. Además de la asociación -a través de la que gestionan el terreno el Parc Agrari y La Suculenta-, Keras Buti tiene una cooperativa de consumo de la que forman parte 40 familias, desde la que trabajan "la conciencia del cuidado del campo", apunta Veliz.
Tom tiene 27 años y hace dos que vive en Barcelona. Es el fundador de Empatravas: "comida vegana autogestionada hecha por 'travas' migrantes, como se presentan en su página de Instagram. Este joven cocinero vino a Barcelona desde La Patagonia porque le dijeron que aquí era fácil encontrar trabajo de lo suyo.
Al llegar a la ciudad se dio cuenta que no era tan sencillo. Al menos, para una persona trans y sin papeles. Tom no puede asegurar que ese sea el motivo por el que no llegó a ser suyo ninguno de los puestos de trabajo a los que aspiró, pero la realidad es que hizo muchas entrevistas -ciertamente trabajo de lo suyo había-, pero nunca le cogían. "Claro, en mi pasaporte sale una persona que ya no existe", dice enseñando la fotografía de alguien que, efectivamente, no tiene nada que ver con él, en su pasaporte argentino, por el momento toda su documentación. La familia de Tom es judío-sefardí y confiaba en que podría regularizar su situación administrativa en España de forma relativamente rápida, algo que tampoco ocurrió.
"La idea es que no importa cuán diversa seas, estamos creando nuestras propias oportunidades"
Visto que no lograba trabajo ni papeles, decidió ponerse a vender por su cuenta, como de hecho ya hacía en La Patagonia. Ahí nació Empatravas. Empezó vendiendo empanadas veganas con un carrito, en el metro y a hacer comida por encargo a través de la página de Instagram que creó junto a su 'compañere' de piso, también 'trans' y quien le introdujo en el mundo vegano.
Su idea es que el proyecto sirva para ofrecer una primera oportunidad laboral para personas trans migrantes. Su especialidad son las empanadas veganas de distintos sabores, las bombas de papa y los 'nuggets' de arroz, avena y zanahoria, que causaron furor en la feria.
"La idea es que no importa cuán diversa seas, estamos creando nuestras propias oportunidades", concluye Tom.
Cheikh es socio trabajador de la cooperativa Abarka, que en la cultura mandinka quiere decir 'gracias', pero también 'buen provecho'. "Abarka nace de la necesidad de autorganizarnos las personas inmigrantes y racializadas y de poner en valor la riqueza de las culturas africanas", resume el joven, quien define su cooperativa como un grupo de "activistas gastronómicos".
Platos con historia(s)
"Queremos acabar con el imaginario reduccionista hacia las culturas africanas que se tiene desde aquí, y la gastronomía es nuestra herramienta para hacerlo, además de ofrecer oportunidades de trabajo dignas a las personas afrodescendientes en Barcelona. Somos una mezcla de migrantes y de hijos de migrantes. Yo, por ejemplo, no decidí migrar. Llegué aquí a los seis años junto a mi familia", señala el cooperativista, quien añade que "dentro de los platos hay historias y tenemos mucho que contar".
Empezaron con los cáterings. Primero hicieron uno para SOS Racisme, otro para el Black Barcelona, para el Festival Esperanzah... Enseguida vieron que la forma más natural que debían adoptar era la de cooperativa, ya que no entendían el trabajo de otra manera que no fuera a través de la economía social y solidaria: cocinar pero a la vez visibilizar las realidades migratorias. Hace muy poco ganaron el premio Micaela Chalmeta, gracias al que están a punto de abrir un 'obrador' compartido en Sants en el que harán también talleres de cocina.
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