La fiesta en la arena

Verbena de Sant Joan: con alcohol y sin mascarilla en la playa de la Barceloneta

La distancia entre grupos fue la tónica general, aunque con el paso de las horas hubo aglomeraciones en la arena, convertida en improvisada pista de baile

Verbena de Sant Joan en Barcelona ciudad

J. G. Albalat

J. G. Albalat

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“¿Mascarilla? En el bolsillo”. “¿Mascarilla? En el bolso”. Uno tras otro. Esa fue la respuesta unánime en la noche de este miércoles en las playas del litoral de la Barcelona, desde la Barceloneta hasta el Somorrostro, donde miles de personas se concentraron para celebrar de nuevo la verbena de Sant Joan. De los tapabocas, ni rastro. En la arena, cero. En el paseo Marítim, pocos. La excepción era los que sí lo llevaban bien puestos cubriendo la boca y la nariz. Una situación difícil de controlar por la aglomeración de gente que, según repetidores de otros años, fue menor que antes de la pandemia del coronavirus. Entre la multitud había muchos jóvenes extranjeros. Oír inglés era habitual en las reuniones. El balance: 25.000 ciudadanos se acercaron a la costa barcelonesa, cuando en el 2019 esa cifra fue muy superior, en concreto 60.000, según datos oficiales. Se registraron pocos incidentes y por la mañana se han recogido de la arena ocho toneladas de residuos.

En grupos de amigos, pero con distancia entre ellos. Burbujas, aunque en pocos casos de convivencia. Esa era la tónica a primera hora de la noche. Hablando, bebiendo, comiendo, con música de los móviles, amplificada con altavoces. Tranquilidad. Alcohol y botellón en cada corrillo, a pesar de que anunciaron que lo iban a prohibir. Cerveza, ron, ginebra, algo de comer. Botellas y latas guardadas en las bolsas con la marca del supermercado donde se habían comprado. El ambiente se fue caldeando poco a poco con el paso de las horas. La llegada de más jóvenes fue difuminando los corrillos, hasta surgir de la nada pequeñas aglomeraciones en la arena, convertida en improvisada pista de baile. Se notaba que había ganas de diversión, de, como confesó una joven, “sentirse libre” después de meses de restricciones.

La Guardia Urbana vigilaba. No solo en coches patrullas ubicados en el paseo o con motos, sino también en la misma playa con un 'boogie' que recorría de un lado a otro el litoral. Dejaban hacer, sin intervenir si no era necesario, como cuando conminaron a desmontar una pequeña tienda de campaña (estaba prohibida). Como reconoció uno de los policías de servicio, era un “día de fiesta” y “la gente quiere divertirse”, lo que daba a entender que era escasa la intención de levantar sanciones por no llevar la mascarilla (hubiera sido imposible por la cantidad de personas que no hacían uso de ellas) o hacer botellón. Su principal misión era que no hubiera ningún percance grave y que la situación no se descontrolara. 

Un barrio aislado

El barrio de la Barceloneta quedó aislado de esa marabunta. Unas vallas hacían de cortafuegos y no permitían que la fiesta y la algarabía inundaran sus calles. Sin embargo, era una separación relativa, ya que nadie vigilaba nada (era una misión complicada por la longitud del dispositivo). A pesar de ello, los ciudadanos la respetaron y no traspasaron los límites. A la playa, teóricamente solo se podía acceder por sus extremos. Eso provocó que la mayoría de personas entraran al arenal por el paseo de Joan de Borbó y se concentraran sobre todo en las playas de la Barceloneta y de Sant Miquel. En el Somorrostro, la asistencia fue menor.

 “Hay menos gente que otros años. Hoy, nada”, aseguró el empleado de un chiringuito que estaba vacío y que contrastaba con las terrazas de algunos restaurantes, totalmente repletas. Julia, una estudiante, opina lo mismo y añade: “Está más calmado”. Ella, reconoce, tenía ganas de salir: “Parece que el covid disminuye y estamos recuperando la libertad”. Belén asiente: “Estamos saliendo del bache”. En medio de su grupo, pipas, cervezas y patatas. “¿Y hasta que hora estaréis?”. Juan admite que “depende de cómo vaya la fiesta”.

Así ha empezado el día en la Barceloneta, tras la verbena de Sant Joan

Mejor al aire libre

Raúl, al que llaman Rula, está unos metros más allá con sus seis amigos. Han viajado a Barcelona desde el barrio madrileño de Sant Blas y su intención es alargar la noche todo lo que puedan. “La fiesta la montamos nosotros”, afirma. Cada noche han acabado en la playa de la Barceloneta y la de Sant Joan es una más. Han visitado poco la ciudad. Los cubatas de ron se lo sirven en vasos grandes. De una bolsa asoma el potente arsenal con el que cuentas. La mascarilla, en los bolsillos.

María está sentada en la arena con otros colegas. “Nos pareció mejor un lugar abierto para quedar, al aire libre, como la playa. Mejor que un piso cerrado. Ahora hay que disfrutar”, subraya. Pedro, de 29 años, es la primera vez que pasa la verbena de Sant Joan en la playa. “Me dijeron que es el lugar donde se celebraba y vine para aquí. Prefería el aire libre por el covid ”. Cerveza, sangría y algo de picar era su sustento.

Lucía llegó el martes de Granada con dos compañeras. A principios de julio comienzan a trabajar como enfermeras en el Vall d’Hebron. “El ambiente es muy guay y variado. Hay mucho extranjero”, asegura. No llevan mascarilla, pero es que viven juntas, detallan. “La tengo en la mano por si se acerca gente”, alega.

A unos pasos, están sentados seis canarios "y una chica que es de Gijón", precisan al unísono. Son repetidores de verbena en la playa. Llevan seis años en la ciudad. Uno de ellos, Carlos, apunta: “No tiene nada que ver con otros años. La gente está más en grupos y concienciada”. “Hay poca gente porque seguro que muchos han creído que no podían entrar en la playa, y lo que han hecho es solo es aislar el barrio de la Barceloneta”, incide Iván. La muchacha remata: "Prefiero venir aquí que ir a una discoteca. Aquí hay distancia". Y continuaron bebiendo y hablando.

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