BARCELONEANDO

Se busca al niño (o niña) propietario de esta pelota

En Consell de Cent con Sant Joan hay un balón colgado en lo alto de un árbol. Cómo llegó ahí es una incógnita, pero si sale el chaval, por Júpiter que lo recuperamos

pelota colgada

pelota colgada / Ricard Cugat

Carlos Márquez Daniel

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Poco sabemos de la protagonista de esta historia. Que es de color rojo, Que acumula cierto desgaste, que lleva impreso el logo de una conocida marca de refrescos y que está colgada en un árbol a una altura muy considerable, justo delante de la hasta hace muy poco redacción de EL PERIÓDICO, en el cruce de Consell de Cent con el paseo de Sant Joan. Tenemos la descripción, pero nos falta lo más importante: dar con el propietario de esta pelota, o propietaria, para poder iniciar una operación de rescate antes de que la intemperie lo deje inservible.

¿Pero cómo demonios llegó tan arriba? ¿Cayó desde algún balcón cercano? ¿Un padre que se vino arriba y se jugó una hernia inguinal con un zapatazo? ¿Una barbacoa en un terrado con partidito después del pacharán? Sin olvidar que reposa sobre una calle muy transitada, con dos carriles de circulación más otro para las bicis y vehículos de movilidad personal, y sobre una acera por la que pasea mucha gente. Valiente disparo ante tanto trajín vial. No muy lejos hay un par de escuelas. ¿Habría que empezar a buscar por ahí? ¿O es un niño o una niña de un edificio del entorno? ¿Y si resulta que vino volando con alguna de las tormentas de arena de las pasadas semanas?

Otra perspectiva del balón, más desgastado por la parte superior

Otra perspectiva del balón, más desgastado por la parte superior / Ricard Cugat

No consta que este cruce haya formado parte de alguno de los cortes de tráfico que cada dos viernes organiza la plataforma Revuelta Escolar para exigir la pacificación de los entornos urbanos de los centros educativos. Así se explicaría mejor que, sin coches y con los chavales improvisando porterías con carteras sobre el asfalto, en un lance de juego la pelota acabara en lo alto de esta firmiana, también llamada parasol de la China. Antes, según aporta Antonio Madridejos, periodista de esta casa y amante de los árboles, se plantaban muchas en Barcelona, pero el ayuntamiento ha dejado de hacerlo debido a la fragilidad de su madera (es proclive a las roturas). En un bar cercano ni se habían dado cuenta de la presencia del balón. Algunos vecinos asienten con la cabeza, pero ni una sola pista. "Ni idea, la vi porque es roja y me llamó la atención. Debe llevar ahí unas semanas".

Los nuevos patios

Es cierto que el patio de las escuelas atraviesa por un momento de transformación para romper con la dictadura del fútbol durante el recreo. Se busca modificar el concepto, con nuevos juegos y recursos, y también el espacio, añadiendo estructuras o elementos que rompan con la clásica configuración de porterías en los extremos con alguna que otra canasta en lo ancho. Que el deporte rey ceda su cetro en estos espacios de asueto escolar es también una manera de democratizar los colegios, de evitar que los niños (y cada vez más niñas) ocupen la parte noble y que el resto se quede con los rincones. Pero eso no quita que la pelota siga siendo, seguramente, el símbolo del juego infantil. Sea porque quieren ser como Leo Messi o como Jennifer Hermoso. O como sus padres, que siguen jugando en esas ligas nocturnas de las que un día sí y otro también, vuelven a casa entre cojos por el esfuerzo y contentillos por las cervezas de después.

Tercera perspectiva del esférico

Tercera perspectiva del esférico / Ricard Cugat

Hay algo peor que perder el balón. Por ejemplo, que un niño te pida que le devuelvas su pelota llamándote "señor"

Si les ha pasado alguna vez, hay pocas cosas más crudas en la infancia que perder una pelota. O que se te cuelgue por encima de la valla del colegio y sea pasto del tráfico. Aunque cuando te haces mayor, hay algo que supera ese dolor. Sucede cuando a un chaval se le escapa el balón en la plaza, el esférico viene hacia ti y el chaval suelta: "¿Señor, me pasa la pelota?". ¿Señor...? Entonces muchos intentan lucirse, dar unos toquecitos y devolverla con clase. Mientras el niño te mira esperando que dejes de hacer el ridículo. Pero tú ahí, digno, futbolero, intentando disimular el tirón que te ha apuñalado el abductor, volviendo al patio por unos deliciosos segundos. "Toma, chaval". Y se marcha medio girado, sin entender nada.

Malas señales

Puede que ese infante estuviera jugando no muy lejos de una señal que veta la práctica del fútbol de calle. Es redonda, con un niño y un balón tachados, o solo el esférico cubierto por una línea diagonal, o un pie chutando debajo de la raya. Otras versiones más arcaicas lo dicen con letras: "Prohibido jugar a pelota". Por suerte, el consistorio las está retirando, lo que no cambiará mucho la cosa porque los pequeños de Barcelona jugaban igualmente. Y sí, alguna pelota tiraba vasos de una terraza cercana, y sí, alguna señora se llevaba un balonazo, pero son los gajes de compartir ciudad, como comerse el dióxido de carbono de los coches, tener un pis de perro en cada esquina o, lo último de lo último, aguantar la lavadora del vecino porque ahora si la pones de madrugada casi te sale a devolver.

Cartel que prohíbe jugar a la pelota, en una calle del Eixample

Cartel que prohíbe jugar a la pelota, en una calle del Eixample / Ferran Nadeu

Pero bueno, volvamos al tema. Recuerden: pelota roja, con logo de una marca de refrescos, en Consell de Cent con paseo de Sant Joan. Si alguien la reconoce como propia, que se ponga en contacto con este diario a través del correo electrónico preguntas@elperiodico.com. Si aparece, moveremos cielo y tierra (y árbol) para recuperarla. Y si no, ahí quedará, como símbolo de la Barcelona que sigue jugando en la calle.

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