Una bocanada de aire fresco cultural

Un iconoclasta documental sobre Brasilia estrena el palmarés del BARQ

El primer Festival Internacional de Arquitectura de Barcelona se despide hasta el 2022 tras un vigoros cartel inaugural

Barcelona  Barq  festival de cine de arquitectura En la foto fotograma del documental A machine to live in

Barcelona Barq festival de cine de arquitectura En la foto fotograma del documental A machine to live in

Carles Cols

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BARQ, recién nacido Festival Internacional de Arquitectura de Barcelona, ya tiene su primer palmarés y, con ello, la primera muestra de cuál será su personalidad en próximas ediciones. Ha ganado en la sección de documentales de metraje largo ‘A machine to live in’, según el jurado, una onírica y por ello estupenda mirada sobre Brasilia, “una ciudad que nació como un sueño y acabó en delirio”. Vence en la sección de cortometrajes ‘In between’, un breve pero inspirador relato sobre un padre que construye en Kosovo cinco casas iguales para sus hijos, todos emigrados a otros países en busca de trabajo, con la esperanza de que algún día regresen a su país natal. Las obras arquitectónicas, viene a decir en uno y otro caso el jurado del BARQ, son literalmente las raíces de la gente, aunque en el caso de la capital de Brasil tal vez sean poco profundas para sustentar la ambición con la que se fundó en mitad de la nada aquella ciudad.

Nacido con más ilusión y ganas que medios económicos, el BARQ ha confirmado esta semana lo que prometía ser, aire fresco en el ámbito cultural. Con proyecciones en los cines Girona y una pestaña en Filmin, los 11 cortos y ocho largometrajes programados no han sido un ejercicio de onanismo arquitectónico, es decir, un material solo apto para profesionales del gremio y aficionados a esta disciplina profesional, sino un festival de cine en mayúsculas, con algunos trabajos que perfectamente podrían competir en otros certámenes de distinto apellido.

El fallo del jurado, una decisión que casi nunca agrada a todo el mundo, ha hecho gala de la polisemia de esa palabra, decisión o equivocación, pues ambas cosas significa. ‘A machine to live in’ es, ciertamente, una sucesión de imágenes realmente muy bella. Tiene incluso un mensaje, como cuando uno de los narradores dice aquello de que “Brasilia es el fracaso del éxito más espectacular del mundo”, pero, en una encuesta hecha al azar entre quienes han visto varios de los documentales (o sea, con un margen de error grande, todo hay que admitirlo) despuntaban más otras obras, como ‘Acasa’, un relato perturbador sobre la gentrificación de una familia que vive feliz en una chabola a las afueras de Bucarest por el propósito de construir ahí un parque, y, también, por supuesto, el retrato profesional del arquitecto australiano Richard Leplastrier, muy poco conocido en el hemisferio norte, un inmenso error que el BARQ, lo cual es de agradecer, ha corregido en la medida de sus posibilidades.

La calidad de los exhibido ha sido de notable para arriba, tanto que el jurado, al menos en el apartado de cortometrajes, ha opinado que era inevitable que, además de designar un ganador, hubiera una mención especial, en esta caso para ‘Raft Islands’, porque si bien Brasilia es un ejemplo de que el sueño de la arquitectura produce monstruos, también es cierto que en sus utopías puede intuirse un futuro mejor. En este corto, el director Milan Nikic introduce al espectador en una comunidad ecologista, flotante y autosustentable de la costa oeste de Vancouver.

BARQ, en resumen, ha celebrado su primera edición. Sus promotores, Pep Martín y Xavier Campreciós, prometen que en el 2022 habrá segunda edición.