Quo Vadis Barcelona

Joan Oliveras: "Antes vivíamos de espaldas al mar, y ahora vivimos de espaldas a Montjuïc"

Joan Oliveras, presidente del MNAC, en la Sala Oval del Palau Nacional.

Joan Oliveras, presidente del MNAC, en la Sala Oval del Palau Nacional. / Álvaro Monge

Natàlia Farré

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El empresario, joyero y diseñador Joan Oliveras (Barcelona, 1957) es desde enero presidente del patronato del Museu Nacional d’Arte de Catalunya (MNAC). Le avala en el cargo su trayectoria de mecenas y activista de la sociedad civil barcelonesa. Asume el puesto con la clara intención de consolidar y fortalecer la institución, "la mejor del mundo en arte medieval", en Barcelona, Catalunya y en la liga de los grandes museos internacionales.  

Después de tres meses en la presidencia del MNAC. ¿Qué radiografía hace del museo?

Tenemos un museo extraordinario desde la perspectiva del contenido pero muy desconocido. Un museo que está en la división de los grandes del mundo, el único que tenemos en esta categoría. Lo es desde la perspectiva de la colección, de la irradiación a otros museos, de la investigación y de la biblioteca, la más importante de España especializada en arte en competencia con la del Prado. Tenemos todos estos activos, pero nos faltan recursos, un marco jurídico favorable y mejorar la implantación geográfica, en Barcelona y en el territorio. También necesitamos incorporar nuevos elementos de reflexión porque tenemos horizontes inciertos: ¿qué mundo nos espera después del covid y de la revolución digital? Esto, en un museo como este es vital, porque si no hay y 'feedback' con la sociedad, el museo acaba siendo una pieza inútil. 

Un museo que juega en la liga de los grandes pero que solo tiene un 20% de visitantes locales. Algo falla. 

Todos los museos de la ciudad sufren este problema. Es curioso, somos una ciudad que va poco a los museos. Creo que tiene mucho que ver con las políticas culturales y con la educación. En otras ciudades del mundo los porcentajes son diferentes, no porque tengan museos mejores sino porque la vinculación con el mundo de la cultura es otra. Tenemos una asignatura pendiente en este sentido, hay que conseguir que se conozca el museo más allá del románico y cuatro imágenes que hemos tipificado. También hay que romper con el aislamiento de la montaña. 

¿Montjuïc es el problema?

Es un problema de Barcelona, no lo hemos incorporado en el imaginario colectivo como sí hemos hecho con Collserola. Durante muchos años fuimos una ciudad que vivía de espaldas al mar, y ahora somos una ciudad que vive de espaldas a Montjuïc. Es una especie de montaña maldita donde, curiosamente, se han hecho grandes inversiones en equipamientos, pero la gente no dice ‘voy a Montjuïc’; dice ‘voy a las Picornell, al MNAC, a la Fira...’. Hay que conceptualizar la montaña, no solo desde una perspectiva urbanística sino de usos y de diseño de estos usos. 

¿Bajar de la montaña hacia el palacio de Victòria Eugènia ayudaría? 

Basta con recuperar el espíritu del 29. Entonces, el Palau Nacional no era inaccesible, había un funicular y unas escaleras mecánicas que no estaban desplazadas donde no las ve nadie, incluso los palacios Alfons XIII y Victòria Eugènia tenían salida por el nivel superior a través de unas aperturas que hoy están tapiadas. Además, la ampliación del museo en el Victòria Eugènia es fundamental para poder desplegar toda la potencialidad de la colección permanente del museo, ahora falta de espacio. El proyecto ya existe, lo que hemos de hacer es ejecutarlo. 

¿Faltan recursos? 

Por supuesto. El museo necesita un presupuesto mucho más ambicioso del que tiene. Somos un país en el que la cultura ocupa un espacio presupuestario mínimo. Hemos de dejar de entender las políticas culturales como una máquina de generar subvenciones, y ver la cultura como instrumento de transformación de la sociedad para darle la dotación que se merece en los Presupuestos Generales. Aunque no podemos pretender que un museo como este, que debe ser muy competitivo en la división en la que actúa, solo funcione con recursos públicos. Hay que empezar a cambiar la mirada y pensar en mecanismos de intercambio de patrocinio. La marca de mejor museo del mundo en arte medieval es una marca que puede cotizar. 

Hablando de cultura, ¿Barcelona ha perdido inercia como polo cultural? 

Lo que ha pasado es que el sector cultural ocupa un papel absolutamente secundario en las prioridades municipales. El debate actual en Barcelona es sobre el modelo de ciudad. Y en estos momentos me cuesta mucho saber cuál es el modelo de Barcelona, no lo identifico. Más bien identifico una falta de modelo. 

¿Entiende lo ocurrido con el Hermitage?

Me habría gustado que el debate sobre el Hermitage no hubiera sido tanto sobre si un operador privado, a riesgo suyo, puede implantarse con una propuesta artística sea la que sea, sino sobre qué quedaría en la ciudad en caso de desaparecer la concesión. ¿Un edificio nuevo, vacío, que Barcelona debería mantener y no sabría qué hacer con él cuando ya tiene dificultades para mantener el patrimonio y tiene activos de altísimo valor abandonados? Lo suyo habría sido decirle al operador ‘de acuerdo, pero su contribución a la ciudad será recuperar una pieza del patrimonio donde usted se instalará el tiempo que esté aquí y que luego la ciudad recuperara’. Me hubiera parecido un debate más inteligente, que habría acabado dando un beneficio independientemente del funcionamiento del Hermitage.

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