Quo vadis Barcelona

Oriol Mitjà: “En Papúa Nueva Guinea yo ya era una persona incómoda para el poder”

El epidemiólogo, que defiende su talante crítico, cree que recuperaremos la normalidad en seis meses a nivel local

Advierte de que solo la vacunación mundial acabará con el riesgo de que el covid contraataque con variantes

Reclama la creación de una escuela de control de infecciones para afrontar futuras pandemias, que da por hechas

BARCELONA 15-04-2021  ORIOL MITJA PLATJA DE BADALONA  FOTO MARTI FRADERA

BARCELONA 15-04-2021 ORIOL MITJA PLATJA DE BADALONA FOTO MARTI FRADERA / MARTÍ FRADERA

Toni Sust

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Nombrado Català de l'any 2016 por El Periódico, Oriol Mitjà se ha dado a conocer al gran público a raíz de la crisis sanitaria del covid, durante la que ha ejercido de crítico implacable del papel de las administraciones. Ha publicado un libro que resume este periodo. 'A cor obert'.

¿Cómo será el final? ¿Cómo saldremos de las restricciones, de la mascarilla? Habrá dos fases, una local y una mundial. Esto todavía no ha acabado, tenemos que seguir con las restricciones y los test. Es muy probable que dentro de seis meses recuperemos la normalidad en el ámbito local, que la vacunación nos haya conferido inmunidad protectora y haya disminuido las tasas de transmisión. El paso siguiente: serán necesarias 11.000 millones de vacunas para vacunar al mundo. Y esta vez no podremos desentendernos de África y Sudamérica, como hemos hecho siempre: mientras el coronavirus esté circulando en otros países puede seguir haciendo mutaciones, llegar a ser resistente a nuestra vacuna y contraatacarnos con una variante de la cepa. Tendremos que ser generosos y solidarios con los países pobres.

"Es muy probable que dentro de seis meses recuperemos la normalidad en el ámbito local. Serán necesarias 11.000 millones de dosis para vacunar al mundo"

¿O sea que iremos tranquilos por Barcelona pero los viajeros que vengan y se vayan podrían verse afectados por esta situación distinta entre países? Mientras haya viajes internacionales y el problema no se haya resuelto globalmente, si llega un vuelo de Tanzania o Mozambique existe el riesgo de que haya una reentrada y además de un covid muy distinto. Por lo tanto, el control de fronteras deberá mantenerse. Algunas medidas de precaución deberán mantenerse a medio plazo o más. Los próximos seis meses, restricciones y vacunación a tope, a partir de otoño podremos recuperar cierta normalidad y durante dos años tendremos que mantener algunas medidas de consolidación: primero emprendes una fase de ataque con la vacunación y luego pasas a una fase de mantenimiento o consolidación en la que mantienes otras medidas para que no haya un rebrote.

¿Y qué medidas tendremos que mantener dos años? Lo principal, mantener la vigilancia: a cualquiera que tenga un resfriado habrá que seguir haciéndole un test PCR o de antígenos para ver si hay rebrote; evitar casos importados y pasados los dos años contar con una escuela de control de infecciones que refuerce el conocimiento de estas, hasta ahora muy pobre en nuestro país.

"Necesitamos una escuela de control de infecciones que refuerce el conocimiento de estas, hasta ahora muy pobre en nuestro país"

¿Nos ha cambiado la vida para siempre? Estamos en un momento delicado de la historia. Hemos pasado a ser 8.000 millones de personas en el mundo cuando hace 100 años éramos 2.000 y eso tiene consecuencias. Es un momento crítico para la humanidad. La lectura positiva es que todos hemos reaccionado. Ha habido una gran transformación. Ha sido una revolución. Como pasar una guerra mundial, en las pérdidas de vidas, pero también en avances de la sociedad.

Oriol Mitjà, en la playa de Badalona, el jueves.

Oriol Mitjà, en la playa de Badalona, el jueves. / MARTÍ FRADERA

La sociedad olvidó la gripe de 1918. ¿Olvidaremos esta crisis? Hay países que reaccionaron de otro modo a la gripe de 1918. Australia creó protocoles de preparación pandémica. En Papúa Nueva Guinea trabajamos con los australianos, y cada año obligan a revisar el protocolo. Aunque no hubiera pandemias en 100 años, lo han seguido revisando. Son más precavidos. Si aquí hubiera habido un gobernante australiano cuando el covid estaba en Italia, hubiera cerrado las fronteras.

"Si aquí hubiera habido un gobernante australiano cuando el covid estaba en Italia, hubiera cerrado las fronteras"

No hemos visto a los muertos. Creo que solo he visto una vez una cámara entrar en un hospital y mostrar un carrito de una funeraria con un cuerpo. Se ha visto poquísimo. Las personas que han perdido familiares lo han vivido en primera persona. Pero el ser humano es así: si no vemos algo no lo procesamos.

El Ayuntamiento de Barcelona se ha estado quejando de que el confinamiento sea comarcal y no metropolitano. Argumenta que eso propicia aglomeraciones. Sí, creo que es así. Y se puede cuantificar. Si hay zonas de gran densidad de personas, identificas lugares en los que potencialmente puede haber transmisión. 

Que nosotros no podamos salir a cenar y los madrileños sí ¿tiene sentido? Hay más de un camino para llegar al mismo resultado; el objetivo es detener la transmisión del covid y no hundir la economía. Puedes ir por una autopista, por una carretera nacional o por un camino de piedras. Una estrategia de restricciones marciales funciona muy bien. Si dejas a todos encerrados en casa no hay transmisión del virus. Y una estrategia de testeo masivo también funciona: testeas a toda la población de Barcelona cada semana y les das un pase covid y dejas que cojan el metro solo los que den negativo. 

Y se pueden defender las dos. Soy partidario de cualquier estrategia que salve vidas. El gobernante debe decidir si encierra a la gente en casa e invertir el dinero en ayudas o si se invierte en millones de test, como Corea o Taiwán. Ayuso ha optado por una estrategia de plantear un mayor uso del test de antígenos. Es ideal para usarlo en las calles, porque es rápido. 

¿Se debería haber apostado más por ello? Sí. Se podía haber apostado más. Al final, el resultado de Ayuso es muy malo, por lo que su estrategia no ha funcionado bien, no ha sido lo suficientemente intensiva.

¿El resultado es malo en muertos? En muertos. Al final lo que cuenta son los muertos. Es lo más comparable entre comunidades. La cifra de muertos es muy mala en Catalunya, en España y en Madrid, pero en Madrid de forma especial.

"La cifra de muertos es muy mala en Catalunya, en España y en Madrid, pero en Madrid de forma especial"

Hay dos tipos de personas. Uno es el de las que se hacen pruebas constantemente, que presionan a sus próximos para que se las hagan. Que pugnan por que nadie se quite la mascarilla. Muy bien, muy bien.

En el otro extremo están los que dicen que no hay que ponerse histérico, que si te toca, toca. ¿La primera posición es la buena? Absolutamente. Todos deberían hacer como los primeros. Son solidarios y generosos. Usan la mascarilla y el test de antígenos para asegurarse de que no infectan a los demás. En un país con malaria todos saben que deben limpiar los charcos que estén cerca de su casa, porque si no aparece el mosquito e infecta al vecino.

Hay quien denuncia que nos hemos dejado arrebatar la libertad. El problema es utilizar esa libertad para sacarse la mascarilla, no hacerse los test e irse de fin de semana. Si la respuesta del individuo es esta, el Estado debe proteger al colectivo.

Las recomendaciones han desorientado un tanto a la gente. Recomendamos que no os vayáis pero no lo prohibimos. Muchos países no han optado por las recomendaciones, sino por la vigilancia o las medidas punitivas: geolocalización, multas.

Hace poco más de un año, usted era un médico conocido por haber resuelto el pian y ser Català de l'Any. Se convirtió en un actor del debate, con encontronazos con el mundo de la política, la Generalitat, algunos partidos catalanes. ¿Ha sido una experiencia amarga? Ha sido amarga, pero de todas maneras, cuando me dieron el Català de l’Any por mi labor en Papúa Nueva Guinea ya era una persona incómoda para el poder. Conseguí erradicar el pian molestando mucho a los poderosos a las administraciones, a la ONU, a la OMS y al ministerio de Papúa Nueva Guinea, hasta el punto que allí me querían echar, me querían quitar el visado, porque estaba dando prioridad a que utilizasen los recursos para eliminar las enfermedades de la pobreza. Siempre he sido molesto para el poderoso, lo que pasa es que cuando lo era en países pobres y lejos de aquí, nadie se enteraba, nadie le daba importancia. Era el buen samaritano que estaba ayudando a los pobres. Ahora el problema es en nuestro país y a las que he interpelado son administraciones de nuestro país. También he reconocido cosas que se han hecho bien. De Ayuso dije que hacía bien con los test de antígenos. Por el programa Orfeu, que incrementó los test PCR, felicité a la Conselleria de Salut. Poquita cosa más.

"No sé si el malo de película de James Bond soy yo o Pere Aragonès. No he hecho un test psicotécnico a Aragonès para saber si es malo o muy egoísta. No me apeterce ir a comer con él"".

A la vista de su animadversión manifiesta hacia el que todo apunta que será el próximo presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, se diría que o él o usted es el malo de una película de James Bond. ¿Quién de los dos lo es? No lo sé. ¿Cómo se sabe quién es el verdadero malo de la película de James Bond? El tiempo y la historia lo dirán, puede que ninguno de los dos seamos malos, y que todo haya sido un malentendido. No tengo herramientas para objetivarlo. No he hecho un test psicotécnico a Pere Aragonès para saber si es malo o muy egoísta.

Cuando pase todo, deberían ir a comer juntos. No me apetece.

Usted ha explicado en el libro que ha publicado que sufre depresión desde 2010. ¿La crisis sanitaria dejará huella en el campo de la salud mental? Seguro. Mientras afrontas la situación estresante aguantas y el precio, habitualmente, lo pagas cuando ha pasado el episodio. Tenemos que cuidarnos mucho.

¿Cuándo se ve cenar fuera tomándose en la caña? ¿Otoño? Antes, en julio, me veo haciéndolo en julio. En julio cenaremos fuera.

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