HOMENAJE EN LA BARCELONA POPULAR
Emília Llorca ya tiene calle en su querida Barceloneta
La antigua vía de Almirall Aixada ha sido rebautizada este 14 de abril con el nombre de la añorada activista vecinal.
Llorca peleó para frenar la feroz especulación que empezaba a amenazar el barrio a principios de los 2000.
Helena López
Redactora
Tendidos en cuerdas atadas entre árboles de la plaza del mercado, decenas de recortes de diarios. Desde la prensa local, por supuesto, hasta una doble página de la revista 'Interviú'. Páginas que narran y fotografían la rebelión de un barrio popular, en pie contra un plan urbanístico que significaba la expulsión de cientos de vecinos. Uno de esos artículos de la muestra efímera, publicado en 'Masala', se titula 'Un cop et vaig sentir dir...'. Empieza así: "una vez te escuché decir 'los okupas nos ayudan, llegan allí donde nosotros no llegamos porque se nos ha pasado el tren'; qué suerte la de los okupas, pues, de haberte conocido y haber compartido contigo esa lucha".
A quien una y tantas veces se la oyó decir tal cosa fue a Emília Llorca, "hija, nieta y bisnieta de gente de barrio", como la definió este lunes su sobrina Núria. Emiliona, como la recuerdan muchos, quien, desde este 14 de abril, doce años después de su muerte, cuenta con una calle con su nombre en su amada, trabajada, cuidada, celebrada y peleada Barceloneta.
El acto de sustitución de las placas, el adiós a Almirall Aixada y el bienvenida a casa, cuánto te echamos de menos, a Emília Llorca no fue la fiesta que su familia extensa -medio barrio- y la de sangre hubieran imaginado, con sardinada, arroz, baile y abrazos. Queda pendiente, maldito covid. Pero sí sonó el 'mare, jo vull ser pescador' y se escuchó a la propia Emilia, en grabaciones de las movilizaciones de mediados de la primera décadas de los 2000, diciendo la frase que explican tanto repetía: "el barrio se tiene que defender".
"La ternura de la justicia"
Además de su sobrina Núria -quien recordó uno a uno a todos aquellos que no pudieron estar presentes por la pandemia o porque ya no están-, tomó la palabra en el emotivo homenaje, multitudinario dentro de los parámetros covid, Ada Colau; una de aquellas okupas que tuvo la suerte de cruzarse en el camino de Emiliona hoy convertida en alcaldesa. También lo hizo Gala Pin, no como exconcejala de Ciutat Vella sino como amiga de Emília; su primera amiga "mayor", como le dijo en la emotiva carta que leyó en el encuentro. "No es la primera carta que te escribo, pero sí la primera que te leo en púbico. La primera te lo escribí en mayo del 2011, cuando empezó el 15-M. Cómo me hubiera gustado comentar todo lo que estaba pasando aquellos días contigo", leyó la activista vecinal a quien Emília le "regaló su mirada". "Tú encarnabas el sentir del barrio, la ternura de la justicia. Fue contigo que aprendimos que la política es un actor de amor", proseguía el escrito de Pin.
La más fiel socia de Emiliona en la batalla ganada contra el plan de los ascensores, le confiesa también en su última carta, leída en una Repla llena (de amor), que eran la envidia del movimiento okupa: "Todos querían vecinas como vosotras. Vecinas como tú".
El día en que la joven Pin conoció a Llorca, esta andaba haciendo una recolecta para pagar el entierro de una vecina. Escena que describe un barrio y una manera de vivir y de construir comunidad. Emilia era de las que ponía la vida en el centro antes de que fuera casi obligado decirlo (lo de hacerlo es otra historia). Y lo hacía sin darse importancia. Quitándose. De hecho Colau empezó su exposición asegurando convencida que Emilia no hubiera querido que le dedicarán una calle.
Tras el escenario, aprovechando la visita de la alcaldesa y con ella la llegada de los focos, numerosas pancartas contra el cierre de la escuela Sant Joan Baptista, el colegio más antiguo del barrio, concertado, cuyas familias reivindican que pase a la red pública para mantenerlo abierto. También activistas por el derecho a la vivienda recordaban el desahucio con criaturas ejecutado este mismo lunes en el barrio. Un desahucio que nadie duda que Emilia -"un geiser de amor continuo", como la describió Marc Sempere, conductor del acto- hubiera puesto el cuerpo para intentar detenerlo.
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