ÉRASE UNA VEZ EN EL BARRIO... (59)

Enric Granados no se resigna a ser el antiparadigma de la 'superilla Barcelona'

Los vecinos de la pese a todo encantadora calle de la Antiga Esquerra de l'Eixample, ejemplo de en lo que el gobierno local no quiere que se convierta la nueva ‘superilla’ del Eixample, en palabras de la teniente de alcalde Janet Sanz, se rebelan contra la idea de ser el parque temático de las terrazas.

Alzan la voz para decir que aquí están, que aquí resisten pese a una gentrificación que avanza sin tregua, y que están decididos a batallar para revertir el actual monocultivo de restaurantes y bares, cuyos veladores han tomado aún más espacio público con la flexibilización por la pandemia.

Enric Granados se resigna a ser un caso perdido

Enric Granados se resigna a ser un caso perdido / Ferran Nadeu

Helena López

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La abrumadora respuesta a la convocatoria, el pasado 30 de marzo, en plenas vacaciones escolares de Semana Santa, hecha justo el día antes y sin margen horario -mañana, a la una del mediodía- da buena muestra del grado de preocupación de los vecinos de la pese a todo encantadora calle de Enric Granados; vía cuyos habitantes no se resignan a dar por perdida, como intuyen, por sus declaraciones, que han hecho sus gobernantes. Las palabras de la teniente de alcaldía de Urbanismo, Janet Sanz, el pasado 12 de marzo durante la rueda de prensa de presentación de la suspensión de licencias en las calles y plazas de la nueva 'superilla' del Eixample "para que no se conviertan en otro Enric Granados" escamaron, y de qué manera, a sus vecinos.

"Al final, da la sensación de que ya les va bien dar esta calle por perdida, que los vecinos nos marchemos y esto se convierta en un parque temático de bares y restaurantes con grandes terrazas, donde los turistas experimenten desde sus pisos turísticos cómo era vivir en el Eixample mientras celebran sus fiestas en los interiores de manzana", resumen su malestar reunidos, de pie, en el tramo entre Diagonal y París, traidora plataforma única. Pese a su apariencia de calle peatonal, el goteo de coches, motos, furgonetas, bicis y de un tiempo a esta parte patinetes que giran desde la Diagonal es constante, como confirma Montse Calvo desde la puerta de su bonita floristería, uno de esos comercios de barrio cada día más infrecuentes en una vía en la que cada vez que cierra un negocio por no poder asumir la astronómica subida del alquiler, abre un restaurante. El último ejemplo es el local en el que durante 40 años estuvo el Video Instant, el videoclub más antiguo de España, obligado a dejar la calle tras un aumento de alquiler del 250%. En los bajos que quedaron vacíos tras su mudanza, cómo no, un restaurante. Y, para acabar de hacer la fotografía de cómo funciona la gentrificación, para hacer hueco a la terraza, han quitado un banco público, un clásico en esta ciudad (mucho más allá de esta calle).

Un coche circula entre una terraza y un parque infantil, en Enric Granados.

Un coche circula entre una terraza y un parque infantil, en Enric Granados. / Ferran Nadeu

Pese al diagnóstico crítico compartido por todos, hay algo más que les une: no quieren resignarse a ser un caso perdido y tienen muchas ganas de denunciar una situación que están decididos a revertir. "Vamos a hacer ruido hasta que eso pase", advierten. En este encuentro improvisado convertido prácticamente en asamblea vecinal han acudido ocho vecinos de edificios y tramos de la calle distintos, cada uno con sus problemas concretos, aunque todos asienten ante la explicación del resto.

El ansiado equilibrio

La concejala de Urbanismo, quien textualmente habló de la necesidad de suspender licencias en la nueva 'superilla' para "preservar el equilibrio comercial, evitar la gentrificación y el monocultivo tipo Enric Granados", no es el único miembro del gobierno que ha hablado de esta calle en estos términos. El concejal del Eixample, Jordi Martí, respondió a las vecinas Rosa Janer y Cristina Català Puigbo, ambas en la cita del pasado martes, que la situación de Enric Granados "viene de lejos" y "alerta y pone sobre aviso al gobierno municipal de los peligros de sacar los coches de las calles [su objetivo en todo el distrito], algo que puede fomentar un monocultivo si no se gestiona bien". Descripción con la que las dos vecinas están de acuerdo, pero echan de menos un plan para revertir esa situación, que por el momento no está sobre la mesa. "No porque la situación venga de lejos hay que darla por insalvable", subrayan las vecinas, quienes hablan de un problema de salud pública (y mental). "El ruido es insoportable. Insoportable", señalan todos, quienes viven con tomar que termine el toque de queda y vuelvan las juergas nocturnas en unas terrazas que el covid ha hecho todavía más grandes.

"Nadie está en contra de los restaurantes -dejan claro-, el problema es el desequilibro brutal. Que haya 80 terrazas y restaurantes consecutivos, y además, un tipo de local principalmente de grandes negocios que han expulsado a los negocios tradicionales, que no pueden competir".

Mirando hacia el futuro

Josep Maria Montseny, otro de los vecinos en la asamblea espontánea de la plataforma SOS Enric Granados, apunta al futuro. "Este verano no podemos vivir la misma situación que el pasado con las terrazas. No podemos. Hay que limitar horarios y aforo, y que la Guardia Urbana actúe", apunta el vecino, quien asegura que se sienten rehenes de la crisis del sector de la restauración. Son conscientes de que en este momento es impopular criticar los excesos de la restauración, pero no están dispuestos a pagar los platos rotos, algo que en parte ya están haciendo. El pánico a que vuelvan las noches en vela sobrevuela los distintos corrillos que se forman entre denuncia y denuncia. Y es que en otra cosa en la que hay unanimidad es en las pocas ganas que les quedan de llamar a la Urbana. "A las once de la noche de lo que tienes ganas es de dormir, no de llamar a la Urbana, que tardará una hora en venir, si viene, y justo lo hará en el momento en que, con un poco de suerte, ya se habrán callado y entonces te despertará el policía llamando a tu puerta para preguntarte qué pasa", añade el vecino Jordi Badia.

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