SOLIDARIDAD EN BCN

Una puerta siempre abierta en la Nau Bostik

El espacio comunitario de La Sagrera ha estrenado la residencia Asid, un hogar para jóvenes migrantes sin referentes que participan en el proyecto lingüístico Prollema.

La iniciativa nació para formar a estos jóvenes como profesores de su lengua materna para que hicieran red, pero se dieron cuenta que el mayor de sus problemas era la falta de techo.

Chaimae y Brahim en la Nau Bostik

Chaimae y Brahim en la Nau Bostik / RICARD CUGAT

Helena López

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Todas las salas tienen un nombre. Un nombre y una historia, o un nombre con historia, depende de cómo se mire. La primera de este ala de la vieja y colorida fábrica recibe el de Aureli Gandul. Es uno de los vecinos de La Sagrera que participó activamente en la recuperación y reapertura de la nave y el encargado de abrir las puertas todas las mañanas. Uno de los imprescindibles de este milagro llamado Nau Bostik, que cumple años y lo celebra con su gente. Con todas las precauciones, pero con su gente. Son las nueve y media de la mañana y Aureli deja una bandejita en la mesa en la agradable y espectacular sala, forrada con una foto inmensa y se marcha, sonriendo con los ojos, bajo la mascarilla, gesto -otro más- que emociona a Chaimae, una de las dos jóvenes que reside en esta ala de la Bostik, en su caso haciendo una residencia lingüística, no artística.

"Lo mejor de estar aquí es que te hacen sentir como una más; sentir que formas parte de este proyecto", explica desbordante de agradecimiento y energía esta joven de 24 años, quien llegó "hace un año y cuatro meses" a Barcelona sola, desde el pueblo al norte de Marruecos en el que nació y se crió. Vino porque quería estudiar. "Quería decidir mi futuro por mí misma", resume sentada junto a Brahim, joven de origen bereber de 20 años con quien comparte proyecto, y David Garcia Savalls, el padre de Prollema, iniciativa que les une (y arropa).

Una puerta abierta en la Nau Bostik

Los miembros de Prollema en la Nau Bostik / RICARD CUGAT

Brahim y Chaimae formaron parte de la quinta edición de Prollema, experiencia que forma como profesores de su lengua materna a jóvenes de distintos orígenes que viven solos en Barcelona sin red ni recursos, en muchas (casi todas) ocasiones también sin hogar (en solo tres años se ha duplicado el número de jóvenes sin hogar en Barcelona). De darle vueltas a esa idea -enseñar su lengua les empoderaba y les daba unos pequeños ingresos, pero su principal problema era la falta de techo- nació la residencia lingüística. ¿Si había artistas que creaban en la Bostik que tenían allí una residencia, por qué no podían tener un espacio también los jóvenes que enseñaban también allí idiomas? Propusieron la idea a los gestores de la Nau Bostik y la acogieron con entusiasmo. La joven y enérgica Chaimae -la única chica de la última edición de Prollema- es la primera residente de una habitación a la que también han puesto nombre, por supuesto: Asid. Otro nombre con historia. Asid significa luz y la habitación, que se abre casi como otra obra de arte tras una puerta abierta en la descomunal fotografía que forra la pared, no puede ser más luminosa, pese a lo gris del día. Es una habitación pequeña, perfectamente ordenada, donde la joven profesora de dariya guarda sus pocas pertenencias; sus libros. Está leyendo a 'Sempre han parlat per nosaltres', de Najat el Hachmi.

Confianza en ella misma

Entre las muchas cosas que le ha dado Prollema y que Chaimae explica con soltura e ilusión, destaca, principalmente porque se hace evidente al escucharla, la confianza en ella misma. "Ahora tengo alumnas. Personas que confían en mí para que les enseñe. Acabamos el curso el año pasado y hemos seguido con las clases por nuestra cuenta porque estamos bien juntas y, además, nos hemos hecho amigas", relata orgullosa, emocionada y generosa. Una de sus dos alumnas actuales es profesora y la otra trabaja con refugiados. En el curso oficial les enseñó las palabras básicas en dariya: a saludarse, a despedirse... pero ahora recrean situaciones del día a día de estas dos profesionales y Chaimae les da recursos para comunicarse con sus alumnos o con sus familias. Trucos para conectar con ellos, como hacen ellas.

Chaimae y Brahim en la sala Aureli Gandul.

Detalle de las manos de Chaimae, sentada al lado de Brahim, en la sala Aureli Gandul. / Ricard Cugat

Aunque solo lleva un año y cuatro meses en Barcelona, Chaimae habla un español fluido y tiene ganas de aprender catalán. Objetivos no le faltan.

"Solo quiero trabajar"

Brahim llegó a la Nau Bostik gracias a una educador de calle que se acercó a él cuando dormía en Montjuïc, solo, y le pasó el contacto de David, de quien tanto Chaimae como Brahim hablan con auténtica devoción. El joven llegó a Europa siendo todavía menor. Hasta la mayoría de edad vivió tutelado en el País Vasco, pero vino a Barcelona buscando trabajo. Lo que más valora de este espacio -su lugar de referencia absoluto en Barcelona- son "las miradas". Que le miren como a uno más. "Como a una persona", matiza. No con esa desconfianza con la que tantas veces se ha sentido observado, no solo durante los cuatros meses que durmió en la montaña con un saco. "Te veían mojado por la lluvia y te miraban como a un animal, no como a una persona", recuerda, dolido, el joven. "He hecho muchas prácticas y voluntariado, pero lo que necesito ahora es trabajar. De lo que sea", repite el joven, quien, como Chaimae, aprovecha cualquier oportunidad que le ofrecen para hacer red. Además de en Prollema (y gracias a Prollema) participan en un taller de podcast del Espai Avinyó, por ejemplo. Brahim ha vivido con dos familias de acogida a través de la Fundació Migra Studium de las que guarda un bonito recuerdo y ahora lo hace en un piso del Casal dels Infants.

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