ÉRASE UNA VEZ EN... LA CLOTA (54)

La Clota: El barrio más pequeño de Barcelona (que no parece Barcelona)

Menos de 700 personas viven en este enclave en el distrito de Horta-Guinardó formado por masías, balsas, huertos y casitas bajas

Tras varias generaciones de resistencia, el vecindario logró en 2008 la modificación del plan urbanístico que condenaba sus viviendas

La Clota.

La Clota. / RICARD CUGAT

Helena López

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Sus menos de 700 vecinos en menos de 18 hectáreas hacen de La Clota el barrio más pequeño de Barcelona. Medio oculto entre Horta, el Vall d'Hebron y el Carmel, describir fielmente el enclave casi obliga a caer en el lugar común: es un pueblo dentro de la ciudad. Un pueblo que esconde calles con nombres tan bonitos como el 'carrer de l'Amor' y frondosos jardines y huertos tras preciosas masías que invitan a ejercerlo.

Su único tejido comercial es un bar: El raconet de la Clota. Años atrás había habido dos, pero el segundo cerró. También hay algunos talleres. El insistente ruido de una mola cortando mármol se mezcla con el canto de los gorriones. Tradicionalmente este había sido un barrio principalmente agrícola, donde, como en la vecina Horta, también jugaron un papel crucial en las precarias economías domésticas las lavanderas durante el siglo XIX y primeros años del XX. Quedan todavía pozos -uno recién restaurado en la calle de Bragança- y 'safareigs' y casas conocidas con sobrenombres como 'Ca la Bugadera rica'.

Àngels se asuma al pozo recién restaurado en el barrio de La Clota.

Àngels se asoma al pozo recién restaurado en el barrio de La Clota. / RICARD CUGAT

Dan la bienvenida al barrio desde el Camí de Sant Genís, tocando a la calle de Lisboa -a escasos metros de la estación de metro de Horta- el cacareo de gallos y gallinas, perfecta transición para dejar atrás el ruido de los coches y adentrarse en ese milagro llamado La Clota que sigue en pie, como tantos otros espacios singulares de la ciudad, gracias a la tenacidad de varias generaciones de vecinos. Primero, los que se opusieron a que la construcción de los bloques como los del Vall d'Hebron siguieran bajando hasta unir la trama urbana con Horta -arrasando este barrio de masías y casitas bajas- , como era la intención de administración y constructoras en los primeros años de la segunda mitad del siglo XX. Después, los que lograron, tras años de batalla, la modificación del plan urbanístico -cuya aprobación definitiva no llegó hasta 2008- para salvar la que llamaron "zona consolidada" del barrio.

Las pocas casas que se levantaban en la otra parte del barrio, la llamada "zona de reordenación" (donde también había una gran fábrica de ladrillos), no pudieron ser salvadas y durante estos años han ido siendo expropiadas, vaciadas y derribadas. A sus vecinos se les propuso ser realojados en el gran bloque gris (en todos los sentidos, también el literal) levantado en la avenida del Estatut, a pocos metros de sus casas pero en un entorno completamente distinto, en otro mundo. Un edificio que se levantó, también, para realojar a los vecinos afectados por el socavón provocado por las obras del metro del Carmel en 2005.

Mariano y Àngels en la Riera de Can Marcel·lí, esta semana.

Mariano y Àngels en la Riera de Can Marcel·lí, esta semana. / RICARD CUGAT

Àngels Corsellas, presidenta de la asociación de vecinos del barrio, recuerda que de las cuatro familias que vivían en la Riera de Can Marcel·lí -una de las 'calles' más asilvestradas y verdes del barrio- solo la mitad aceptó el realojo en los pisos grises; las otras dos prefirieron coger el dinero de la indemnización y buscar otro lugar menos duro. Frente a la Mina de Can Marcel·lí -hoy tapada- hay ropa tendida en una cuerda atada entre dos árboles. Un poco más allí, restos de algún botellón.

Salir del olvido

A ojos de Corsellas, uno de los principales problemas del enclave es la falta de mantenimiento. "De acuerdo que somos un barrio muy natural, pero no es normal lo abandonados que nos tienen. Los vecinos tenemos nuestros huertos y jardines verdes, pero bien cuidados, en cambio las calles están llenas de malas hierbas de las que el ayuntamiento se desentiende", señala esta vecina durante un paseo por la zona junto o Mariano Serrano, miembro del Grup d'Estudis d'Horta i la Muntanya Pelada, El Pou, quien insiste en la importancia de conservar no solo las casas protegidas (las masías o las construcciones más singulares), sino el conjunto del barrio como valor patrimonial. Corsellas le explica a Serrano detalles de La Clota que este, apasionado de las pequeñas historias de los barrios de Horta, escucha con interés. Anécdotas como el secreto para que las balsas se mantengan así de limpias: los 'tòtils', un anfibio autóctono del lugar que se diferencia de las ranas porque tiene los ojos en los laterales de la cabeza.

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