ÉRASE UNA VEZ EN... LA SALUT (53)

Vivir entre el monstruo de la Travessera de Dalt y el del parque Güell

Entre la tercera calle más transitada de la ciudad y el hoy irreconocible vergel de Gaudí -habitualmente polo de atracción de millones de turistas-, resiste el barrio de La Salut

Sus vecinos no se resignan a residir rodeados de coches, viendo sustituir sus características construcciones bajas por bloques de pisos de lujo

El edificio de Francisco, en el 6 de la calle de Maignon.

El edificio de Francisco, en el 6 de la calle de Maignon. / RICARD CUGAT

Helena López

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El paseo empieza en el 6 de la calle de Maignon, en la que durante 45 años fue la casa de Francisco, a quien desahuciaron de forma irregular en febrero del año pasado pese a tener un contrato de alquiler indefinido. El solar contiguo, en la esquina de Mare de Déu del Coll, deja ver las entrañas del edificio hoy abandonado. Ambos terrenos, en el que se anuncia la promoción de "11 viviendas exclusivas" y en el que resiste en pie, aunque vacía, la vieja finca de Francisco, fueron comprados por el mismo fondo extranjero con la intención de levantar apartamentos de lujo a pocos metros de la plaza de Lesseps y "al lado" del parque Güell (al lado, sobre todo si se mira desde Israel, de donde son los inversores).

Los dos bloques de la esquina fueron derribados -y hoy forman un solo solar-, pero Francisco plantó cara. Pese a que le acabaron echando igual y, aunque el juez declaró nulo el desahucio, no ha podido volver a casa porque la propiedad tiró los techos; este octogenario vecino de La Salut ha logrado, aunque sea de forma efímera, truncar los planes de la constructora. El consistorio no evitó su desahucio ni, a fecha de hoy, le ha encontrado una vivienda social alternativa, pero su caso sí ha hecho que denegara -por el momento- el permiso de demolición del edificio.

Francisco Sánchez, desahuciado por la inmobiliaria.

Francisco, hace unas semanas en Madrid, donde ha tenido que mudarse a la fuerza. / José Luis Roca

Frente al solar, herida abierta, se reúnen Mar, Roser y Luis, miembros de la asociación de vecinos del barrio. No vienen con las manos vacías. Van cargados de documentación. Roser trae los proyectos de los futuros edificios que se levantaran tanto en este número 6 de Maignon -cuando finalmente la propiedad logre los permisos- como en el 20-22 de la misma calle. Ambos notablemente más altos que los edificios originales y dirigidos a otro tipo de vecinos. Bloques cuyas dimensiones no solo harán más sombrío el barrio impidiendo la llegada de los rayos de sol, sino también más caro. La temida gentrificación avanza a pasos de gigante, como muestran en el siguiente paseo estos tres combativos vecinos quienes, como Francisco, no se resignan.

Donde el coche sigue siendo el rey

Parten de la casa de Francisco porque precisamente casos como el suyo son los que se esconden tras estos procesos de sustitución de la población (y porque el objetivo final es mantener la cohesión social en el barrio, cuidando a sus vecinos) . Mientras suben Maignon arriba, con parada en el 20-22 para mostrar el solar en que en breve se levantará, amparado por un PGM caduco que reivindican cambiar, un nuevo bloque de pisos de lujo, señalan el aumento de tráfico de esta vía desde la reforma de la paralela a la siempre hostil Travessera de Dalt. "Vivimos entre el monstruo de la Travessera de Dalt y el del parque Güell", resume Mar. Un parque Güell que este año muestra un aspecto insólito por la crisis sanitaria. "De arriba suben -y bajan- los turistas llenando las estrechas aceras, y por abajo tenemos la tercera calle con más tráfico de la ciudad, en que es imposible mantener una conversación por el ruido de los coches, por no hablar de la contaminación a la que te expones", añade la activista vecinal, quien apunta que su única petición es que traten La Salut de la misma forma que están tratando tantos otros barrios de la ciudad, la vecina Vila de Gràcia -"la niña mimada"- sin ir más lejos. Que les quiten coches y les dan aire, lo contrario a lo que está pasando.

Gentrificación

Un duro bloque de apartamentos de lujo ha borrado del mapa la histórica guardería Linus y su patio arbolado en la calle de Repartidor.

"Lo estamos perdiendo todo", prosiguen al pasar por la calle de Repartidor, frente al lugar donde durante décadas se levantó la guardería Linus. Un edificio de una planta con un gran patio lleno de árboles en el que se criaron varias generaciones del críos (cuando de despidió del barrio, en junio del 2016, tenía 47 años de historia). Ya no queda rastro del colegio -al que fue el hijo de Luis. Hoy hay un bloque de pisos de lujo con una fachada dura donde antes había árboles. "La falta de protección ha provocado situaciones como esta, y como muchas otras", señala Roser mientras siguen avanzando entre motos aparcadas en las aceras.

El museo que no fue

Otro ejemplo claro es la promoción que están construyendo en la calle Mare de Déu de La Salut, en el solar pegado a la pequeña ermita que da nombre al barrio y que la lucha vecinal logró salvar de la piqueta. Un edificio altísimo y de lujo pegado a una ermita totalmente descontextualizada y triste. El sueño de los vecinos era convertir el edificio hoy inexistente que había junto a la ermita en un museo dedicado a Pompeu Fabra, quien nació en esa misma calle, unas casas más allá (en un edificio que hoy tampoco existe).

Para todos esos edificios perdidos -y muchos otros- es tarde, pero queda aún mucho barrio por defender, y están dispuestos a hacerlo con uñas y dientes.

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