EN EL RAVAL

Suspendido el desahucio del gimnasio Sant Pau

La propiedad del histórico equipamiento da marcha atrás y no ejecutará el desalojo, programado para el 20 de enero.

Tras una reunión con el Ayuntamiento de Barcelona se han dado dos meses para estudiar una solución definitiva.

El espacio lleva toda la pandemia ofreciendo duchas, ropa limpia y alimentos a personas sin hogar.

201003JM BARCELONA 3 DE OCTUBRE   CADENA HUMANA Y CONCENTRACION EN BARCELONA PARA SALVAR EL GIMNASIO SOCIAL DE SANT PAU  Foto JOAN MATEU PARRA

201003JM BARCELONA 3 DE OCTUBRE CADENA HUMANA Y CONCENTRACION EN BARCELONA PARA SALVAR EL GIMNASIO SOCIAL DE SANT PAU Foto JOAN MATEU PARRA / JOAN MATEU

Helena López

Helena López

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La enésima reunión celebrada entre la propiedad del gimnasio social Sant Pau y el Ayuntamiento de Barcelona ha terminado con la suspensión del desahucio programado para la semana que viene. Tanto los propietarios del edificio -en el 46 de la Ronda de Sant Pau, en la frontera entre el Raval y Sant Antoni-, como los representantes del distrito de Ciutat Vella han presentado propuestas con posibles soluciones y han acordado darse dos meses para estudiarlas y volver a hablar para dar una salida definitiva a un conflicto que lleva años abierto.

La función social del gimnasio Sant Pau no llegó con la pandemia aunque esta la hizo todavía más imprescindible. Antes del covid, que transformó el gimnasio en un espacio en el que ducharse, cambiarse de ropa y comer algo, el gimnasio Sant Pau era eso, un gimnasio. Un centro de salud comunitaria donde convivían los jubilados haciendo piscina a primera hora de la mañana con los jóvenes manteros haciendo pesas, los menores migrantes sin referentes familiares haciendo boxeo o las prostitutas del barrio de toda la vida en las bicicletas estáticas. Donde las jóvenes madres musulmanas podían bañarse con sus bebés en la piscina vestidas sin ser juzgadas o donde se abrió un vestuario específico para que las personas trans no se marcharan sin duchar por miedo.

Todos estos proyectos, los de gimnasio con alma, que quieren retomar cuando termine la pandemia y cuando, al fin, regularicen su situación. El contrato de alquiler terminó el pasado 31 de julio. ERC pidió ayer a Ada Colau la expropiación del edificio y JxCat su compra.

Vacío urbano

Además de un gimnasio y ahora un equipamiento especializado en personas sin hogar, el Sant Pau es lo que se conoce como un "vacío urbano". Situado en un enclave inmobiliariamente estratégico, a dos pasos de la estación de metro de Paral·lel en una dirección y del recién reformado mercado de Sant Antoni en la otra, sobre el Sant Pau hay edificabilidad para levantar una importante promoción de pisos, viviendas que podrían ser públicas si el edificio es comprado (o expropiado) por el consistorio.

Pese a tener 80 años de historia y ser una institución en el Raval, este viejo gimnasio saltó a las páginas de los periódicos en octubre de 2016. Y lo hizo, como ahora, para evitar ser desahuciado y poder seguir dando guerra (o paz, según quien lo explique). Los antiguos gestores del gimnasio -una empresa privada- decidieron cerrarlo y para evitarlo, los trabajadores se convirtieron en cooperativa. Tomaron las riendas del espacio y pusieron el foco en su carácter social. Si el hijo de una familia con pocos recursos económicos del barrio les traía las notas y eran buenas, le apuntaban a las clases sin pagarlas. Y, si eran malas, también. El Sant Pau es el templo de las segundas, terceras, cuartas y quintas oportunidades. Lo saben bien los que van a ducharse allí durante los últimos meses con la mochilas cargadas de fracasos.

En aquel entonces [noviembre del 2016] llevaban sin contrato desde julio, debían una año de alquiler y tenían una orden judicial de desalojo para enero del 2017. La presión popular -el barrio se volcó en la defensa del espacio- y la mediación municipal logró llegar a un primer acuerdo con la propiedad, que renovó el contrato un par de años. Dos años, 2017 y 2018 en los que el centro redobló su función social, llegando a tener 900 socios sin cuota, derivados por servicios sociales y entidades. Las personas sin hogar vienen ahora a asearse al Sant Pau, pero antes ya lo hacían, a hacer sauna o taichí.

Pasado ese respiro y sin haber llegado a una solución definitiva, el gimnasio anunciaba su cierre en mayor del 2019. La presión salvó el espacio de nuevo, hasta hoy, que han ganado dos meses más. Si de algo saben en el Sant Pau es de resistir.

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