POBREZA EXTREMA

La ola de frío se suma al covid en un duro invierno en la calle

Arrels celebra que el Ayuntamiento de Barcelona abra plazas por el temporal, pero insiste en la necesidad de que estas sean permanentes, ya que este tipo de alojamientos tan grandes y de corta duración "no le sirve a todo el mundo".

"El frío se nota mucho en el estado anímico de las personas que viven en la calle", explican desde el gimnasio social Sant Pau, donde llevan toda la pandemia ofreciendo un servicio de duchas.

200923JM 23 9 2020 REPORTAGE DEL GIMNAS DE SANT PAU  QUE QUIEREN DESHAUCIAR EN ENERO   ALLI VAN A ASEARSE PERSONAS SIN TECHO  EN LA FOTO  STEFANO  UNO DE LOS USUARIOS  VA ALLI A DIARIO A DUCHARSE  FOTO JOAN MATEU PARRA BARCELONA 23 DE SEPTIEMBRE DE 2020

200923JM 23 9 2020 REPORTAGE DEL GIMNAS DE SANT PAU QUE QUIEREN DESHAUCIAR EN ENERO ALLI VAN A ASEARSE PERSONAS SIN TECHO EN LA FOTO STEFANO UNO DE LOS USUARIOS VA ALLI A DIARIO A DUCHARSE FOTO JOAN MATEU PARRA BARCELONA 23 DE SEPTIEMBRE DE 2020 / JOAN MATEU

Helena López

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Eran las siete de la tarde y la persiana estaba medio subida. Pese a que el gimnasio estaba cerrado -el servicio de duchas se ofrece de 8.30 a 16 horas- Ernest Morera estaba dentro, ordenando montañas de pantalones, camisetas y calzoncillos. Entre el 20 de abril y el 20 de diciembre el Gimnàs Social Sant Pau ha ofrecido 39.212 duchas y otros 39.212 cambios de ropa a personas que viven en la calle. Como cada vez que la puerta no está completamente cerrada, alguien, varios cada vez, se asomó en búsqueda de cobijo. El trabajador del gimnasio le dijo que estaba cerrado, que por las tardes no había duchas. El hombre, que venía andando desde Badalona, se derrumbó. “Que un tío de 50 años rompa a llorar te hace darte cuenta de muchas cosas. Emocionalmente, se nota mucho el frío”, explica Morera, quien lleva toda la pandemia arropando a personas sin hogar desde su trinchera del Raval, reconvertida en duchas comunitarias. 

“Hay mañanas que llegan con la ropa chorreando, temblando; calados hasta los huesos, y eso afecta evidentemente a la salud física, pero impacta más allá; sobre todo en las personas que ha llevado a la calle esta crisis, para las que este está siendo su primer invierno al raso, y vaya invierno”, prosigue. Para intentar reducir ese impacto, pese a que el servicio que tienen contratado con el ayuntamiento incluye solo el servicios de duchas, en el Sant Pau ofrecen también comida, en colaboración con entidades como Nutrició sin Fronteres, Health Warriors y Acción Planetaria. “Hay estudios que dicen que una persona que está en la calle tiene que andar siete kilómetros para poder ducharse, cambiarse de ropa y comer. Si como mínimo podemos ahorrarles la caminata…”, añade desde el gimnasio, sobre el que pesa una orden de desahucio para el próximo día 20. 

"Acumulación de fenómenos meteorológicos adversos"

El educador social Roger Fe, trabajador de ASSÍS, tiene claro que “el frío mata, pero lo que mata de verdad es la falta de vivienda; la falta de un Estado que realmente proteja los derechos de los ciudadanos”. La vida en la calle es dura siempre. En medio de una epidemia mundial, bastante más.

El Ayuntamiento de Barcelona anunciaba este sábado que ha reforzado el dispositivo de atención a estas personas “por la acumulación de fenómenos meteorológicos adversos” y destacaba que la capital catalana cuenta durante estos días con cerca de 2.900 plazas para acogerlas, contando las plazas públicas, las de las entidades y los dos equipamientos extraordinarios puestos en marcha con la activación de la Operación Frío el pasado 24 de noviembre. Pese al trabajo hecho por el consistorio -que asegura haber invertido 45 millones de euros en el asunto solo en el 2020- la crisis es tan profunda que la cuestión queda lejos de estar resuelta.

“El problema es que esos dispositivos especiales no sirven para todo el mundo. La gente que lleva más tiempo en la calle rehúye de esos espacios tan grandes y temporales, porque son lugares en los que la convivencia suele ser complicada, y son recursos de corta duración, y tener que volver después otra vez a la calle es muy duro”, reflexiona Ferran Busquets, director de la Fundació Arrels.

Según datos de la fundación, en Barcelona hay de 4.200 personas sin hogar y 1.239 de ellas duermen en la calle. Sus trabajadores de calle hace meses que observan "un aumento en la frustración, ansiedad, estrés e impotencia entre las personas que viven en la calle a causa de la pandemia y sus consecuencias". “Cuando aún estábamos en confinamiento y en estado de alarma, salimos una noche a la calle para saber cuántas personas vivían a la intemperie en Barcelona y contabilizamos a 1.239 personas. A finales de noviembre, volvimos a salir por la noche para entrevistarlas; hablamos con 367 personas y 8 de cada 10 nos contaron que, como consecuencia de la pandemia, su situación empeoró o seguía igual”, concluyen desde la fundación.

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