La pequeña gran historia de Santa Anna
La fotógrafa Maria Contreras Coll expone en Santa Anna un reportaje sobre la ayuda de la parroquia a los más necesitados durante la pandemia
El trabajo es uno de los 150 premiados con una beca de la National Geographic Society destinada a dar luz a los estragos producidos por el covid-19
Natàlia Farré
Periodista
“La Iglesia se parece a un hospital de campaña a donde llegan personas heridas”. Estas palabras pronunciadas por el Papa Francisco en 2014 inspiraron a Peio Sánchez, rector de la iglesia de Santa Anna, a fundar un hospital de campanya en la parroquia. Tal cual. Desde el 2017 que en lo que fue monasterio de la orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, en el siglo XII, y en 1493 acogió a las Cortes convocadas por Fernando II se alimenta y da cobijo a los que no tienen un mendrugo que llevarse a la boca ni catre para descansar. Esto es así y fue así, a excepción del parentesi impuesto por el covid-19. El confinamiento lo cambió todo, las vidas de los más necesitados, por supuesto, y también la de muchos de los que hasta marzo del 2020 no entraban en la categoría de vulnerables, además de las formas, que no el fondo, de proceder de la parroquia.
Entonces Santa Anna tuvo que adaptarse. Y cerrar. Las comidas pasaron de tomarse in situ a prepararse para llevar. Si no se podía comer en un restaurante tampoco en una parroquia. Y a los sin techo asiduos se le sumaron los que tenían hogar hasta que el virus hizo estragos y se llevó por delante la vida de muchos. El hospital de campaña sumó usuarios. Y colas. Las mismas que llamaron la atención a Maria Contreras Coll (Barcelona, 1991), fotógrafa documental con querencia por “temas relacionados con los derechos de las mujeres y en cómo estas transforman las estructuras sociales y religiones”. El pasado tenía que ser un año para esta profesional de viaje. Le esperaba la India para seguir con su proyecto pero el confinamiento la pilló en Barcelona. Demasiada comprometida con el mundo y con su arte para quedarse de brazos cruzados. El destino hizo que mientras ella pensaba qué podía hacer como profesional y cómo podía ser de utilidad, las colas en Santa Anna aparecieran por televisión.
Pues eso, las colas y su afán por denunciar y documentar la empujaron a coger la cámara e ir a ese tranquilo rincón de Ciutat Vella por el que tantas veces había pasado sin fijar la atención. “Encontré todo tipo de personas, gente que ya era vulnerable antes de la pandemia y también gente que por primera vez en la vida por culpa de los efectos del covid-19 se veía buscando comida y sin poder pagar el alquiler”. Decidió involucrarse en la historia: “Quería amplificar la labor que se hacía en Santa Anna y amplificar la voz de la gente que se veía obligada a pedir auxilio”. Ella también pidió ayuda por lo grande e importante que le pareció el proyecto. Lo hizo solicitando una beca de la National Geographic Society destinada a periodistas de todo el mundo para poner en evidencia historias locales sobre los estragos del coronavirus. Así la pequeña gran historia de Santa Anna es una de las 150 que llamaron la atención de la organización internacional.
Las imágenes cuelgan del claustro gótico de la parroquia, y estarán allí hasta el 15 de enero, abiertas al público y a los usuarios del hospital de campaña que ya ha vuelto a abrir sus puertas. Contreras Coll se centró sobre todo en la historia de tres mujeres: Meritxell Galindo, Hannane El Jaui, i C.V., de España, Marruecos,y Honduras, a las que los imperativos de la pandemia han dejado por primera vez en su vida sin recursos. La mirada sesgada obedece tanto al interés de la fotógrafa como a la realidad, que en este caso viene a ser lo mismo: “Según la EPA el paro es del 16%, pero entre las mujeres sube hasta el 18%. Vivimos en una sociedad patriarcal, y los efectos sociales y económicos de cualquier crisis afectan sobre todo a las mujeres. Algo que hay que transformar y cambiar”, defiende. Y para muestra, la historia de Meritxell Galindo que cuelga retratada en la exposición: “Es impactante. Una persona normal y corriente de clase media, con trabajo y un piso de alquiler en Gràcia. De repente pierde el empleo a raíz de la crisis del covid y se encuentra en la calle. Y por primera vez necesita ayuda y comida para subsistir”.
La de ahora no es la primera beca que recibe Contreras Coll de la National Geographic Society, también es exploradora de la organización internacional, pero el de Santa Anna sí es su trabajo más local. No rehúye de la cercanía: “Las historias locales son importantes para evidenciar cómo los problemas globales afectan a problemas hiperlocales”, sostiene. Aunque su trabajo más reconocido, como becada de la del organismo la llevó siete meses al Nepal para documentar tanto el estigma que ahí representa la menstruación como la difícil vida de las niñas diosas. “Los temas son los que me llevan a los lugares“, afirma. Este marzo, el tema estaba al lado de casa, en Santa Anna.
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