Entrevista Quo vadis BCN
Marina Garcés: "La principal fuente de violencia es la violencia inmobiliaria"
La filósofa, pregonera de la Mercè en 2017, ve agotada la marca Barcelona y llama a cambiar de rumbo
Cree que no hay que hacer una ciudad nueva, sino apostar por la que ya existe, la de los barrios
Sostiene que nada cambiará si no cambia el acceso a la vivienda, si no se toman decisiones más radicales

La filósofa Marina Garcés, el pasado lunes. /
Dijo usted en su pregón de la marca Barcelona: “Ni nos hace mejores ni nos representa”. Ahora la marca está en crisis y la sensación es que estamos intentando recuperarla. Es una marca gris, devaluada. Ya que la marca ha caído, o por lo menos se ha devaluado mucho, en lugar de reposicionarla en el mercado, vayamos más allá de ese imaginario que se ha demostrado tan frágil. El mercado es volátil. ¿Queremos volver a un mercado volátil?
¿Cómo hacemos una ciudad nueva y no nos limitamos a esperar a que vuelvan los turistas? No hace falta hacer una ciudad nueva, queda mucha ciudad, mucha gente que vive en Barcelona. La cuestión no es cómo planificamos desde cero, como si hubiésemos arrasado la ciudad antigua. ¿Por qué no hacemos al revés? Miremos lo que hay en este cadáver de la ciudad marca y turística. Partamos de lo que hay y no intentemos salvar la miseria de lo que queda.
Miremos lo que hay en este cadáver de la ciudad marca y turística. Partamos de lo que hay y no intentemos salvar la miseria de lo que queda
¿Qué vida es esa que hasta ahora hemos dejado en segundo plano? Estos fines de semana que hemos estado confinados en la ciudad pero no en casa: vas por cualquier barrio y están muy llenos. La Ciutat Vella y la Rambla que hemos fotografiado vacías, la ciudad cerrada, no es el resto de Barcelona. Si recorres barrios, y no hay que ir muy lejos, están llenos de gente. Hay mucha gente, mucho saber, muchas ideas, muchas ganas. Si estos elementos no pueden ser la base para una ciudad no sé qué es una ciudad. No se me ocurre otra idea que partir de aquí.

Marina Garcés, el pasado lunes, en la sede de El Periódico.
/El discurso de que la mejor política social es generar empleo se mantiene. Me sorprende que volvamos a esos discursos cuando hace mucho que, en Barcelona y a nivel global y de evolución del capitalismo, la relación entre vida y trabajo, a través del salario, de la renta, está en cuestión: no hay trabajo para tanta renta. La pregunta de qué significa una renta para vivir, con los recursos básicos y fundamentales cubiertos, se plantea desde la economía, los movimientos sociales y ahora desde Silicon Valley. Que sigamos pensando que Barcelona tiene que generar suficientes puestos de trabajo para los barceloneses es un planteamiento muy pobre y perdedor: nunca Barcelona generará suficientes puestos de trabajo para los barceloneses. Lo que tiene que generar es suficiente renta colectiva para que los que viven en Barcelona de manera estable o temporal puedan vivir.
Poderse ir de Barcelona es hoy una nueva forma de privilegio. El privilegio máximo es poderse quedar si uno quiere
¿Es momento de apostar por una renta básica? Creo que sí. Es un momento clave. La pandemia nos ha obligado a hacernos la pregunta de qué es esencial. Hemos visto que hay cosas esenciales, lo sabíamos pero no lo queríamos ver. Entre las condiciones esenciales para la vida hoy está un acceso a una renta básica que no esté en manos de un mercado laboral y económico que no tiene ninguna condición de estabilidad. En la idea de renta incluiría todo lo colectivo, no solo una asignación económica, que nos mantiene en un planteamiento muy individualista: ya no es el salario que nos da el patrón, es el salario que nos da el Estado. Mucha riqueza nos llega por vivir en determinadas condiciones colectivas. Un espacio público no contaminado: si puedo respirar el aire de Barcelona, eso es renta. Sería un giro hacia un proyecto colectivo que no es el de una empresa.
Los precios de la vivienda son un freno contundente para esa vía ahora mismo. Cualquier cosa que nos planteemos en Barcelona y en cualquier ciudad de nuestro entorno pasa por tocar el tema de la vivienda, con decisiones más radicales. Mientras sigamos poniendo atenuantes al mercado inmobiliario todo seguirá supeditado a esta violencia: la violencia inmobiliaria es la principal fuente de violencia de nuestra sociedad en estos momentos. Es la que sustenta el resto de violencias económicas, familiares, sociales, de segregación. Ahora me he ocupado de temas de educación: la escuela segregadora, como no lo va a ser cuando vivimos en ciudades absolutamente segregada urbanísticamente, en la que no puedes vivir a tres calles del alquiler que puedes malpagar, por lo que no irás al colegio del barrio de al lado. Vivimos en franjas económicas claramente delimitadas, calle a calle. La escuela también es segregadora: irás a la escuela del barrio en el que puedes pagar el alquiler. Ya puedes hacer política de no segregación en el colegio: si no tocas el acceso a la vivienda, tienes una ciudad segregada y por lo tanto una escuela segregadora.
La violencia inmobiliaria sustenta el resto de violencias económicas, familiares, sociales, de segregación
¿Por qué en Barcelona, gobierne quien gobierne, hay siempre más de mil personas durmiendo en la calle y la cifra sigue subiendo? No es que no se pueda cambiar. Es que hasta la Barcelona que cree en su éxito, que no soy yo, no debería permitírselo. Dicho en el lenguaje que no me gusta, no cuesta tanto dinero resolver la situación de mil personas en la calle. No hay derecho. Y si no hay derecho pero pasa, podemos preguntar cuáles son las responsabilidades. Volvemos al mercado inmobiliario y su arrogancia, violencia e impunidad. Poderse ir de Barcelona es hoy una nueva forma de privilegio. El privilegio máximo es poderse quedar si uno quiere. Luego vienen los que se pueden ir si quieren. Finalmente, están los que no se pueden ir, quieran o no, que creo que son la mayor parte de Barcelona. Unos de los que no se pueden ir ni queriendo son los que viven en la calle.
Una de las cosas buenas de la pandemia es que nos ha hecho despertar rápidamente de la utopía del teletrabajo
¿El teletrabajo ha alimentado la asfixia social, laboral? Una de las cosas buenas de la pandemia es que nos ha hecho despertar rápidamente de la utopía del teletrabajo. Que bien, en casa, en pijama. Hemos tenido una dosis tan intensa y rápidamente la medicina se ha convertido en un veneno. Tiene un coste material, afectivo, la soledad. Sensación de aislamiento.
¿Como casar la situación de la gente que viene de fuera de Barcelona con el plan para limitar al coche en la ciudad? Con una ciudad con otro modelo de movilidad. No podemos hacer un Londres II: una ciudad sin coches para ricos. Que es lo que puede acabar siendo mucho del capitalismo verde: una ecología para ricos, centros de ciudad descontaminados a los que solo llegan los ricos, con periferias contaminadas y baratas. Es un peligro que hay tener muy en cuenta. ¿Queremos ciudades verdes y socialmente justas o ciudades verdes para los cuatro que se las quieran pagar? Barcelona no tiene que caer en ese error. ¿Qué quiere decir que no entren los coches en Barcelona? El del trabajador que viene cada día con la furgoneta a hacer reparaciones. Significa párquings públicos, transporte gratuito y una ciudad transitable por todos.
No podemos hacer una ciudad sin coches para ricos; centros de ciudad descontaminados a los que solo llegan los ricos, con periferias contaminadas y baratas
¿Le parece bien la extensión del modelo de las supermanzanas? Sí, si no es solo que no entren coches, sino también ocuparnos de que el mecánico y la cuidadora de gente mayor puedan venir a trabajar en condiciones. Entonces perfecto. Si el Eixample acaba siendo nuestro jardincito, hay que tener cuidado.
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