Érase una vez en... Porta (47)
Porta: en Can Valent tienen un sueño
En un rinconcito entre el cementerio de Sant Andreu y el centro comercial Heron City, se mantiene en pie, aunque en muy mal estado, la masía de Can Valent, vestigio del pasado rural del territorio.
El vecindario de Nou Barris lleva tres décadas reivindicando la restauración de la vieja finca catalogada patrimonialmente y propiedad municipal desde el año 1985.
Piden que se consolide de forma urgente el edificio hoy en ruinas y que el consistorio inicie un proceso participativo para decidir sus futuros usos tal y como se comprometió a hacer.
Helena López
Redactora
Las hileras de ‘calçots’ que se huelen incluso con la FPP2 (bien) puesta son la viva imagen de la esperanza de un invierno mejor. Todo el huerto comunitario de Can Valent, gestionado por la Assemblea d’aturats i aturades de Nou Barris y cultivado por los vecinos de Porta, lo es. Escondido detrás del duro centro comercial Heron City y del histórico Cementerio de Sant Andreu, el irreverente verde de este cuidado huerto se antoja casi un milagro. Como resulta milagroso también que la discreta masía que le da nombre, construida en el siglo XVIII y una de las pocas que quedan en este territorio de pasado rural, siga en pie. Bien; en pie siguen sus cuatro paredes, cada día más degradadas pese a ser propiedad municipal desde el año 1985 y estar protegida por el Catálogo de Patrimonio Arquitectónico de la ciudad.
"Da la impresión de que al ayuntamiento le interesa más dejar caer la masía que rehabilitarla", considera Agustín Martínez, presidente de la asociación de vecinos de Porta, entidad que vertebra la campaña para exigir al municipio que cumpla su compromiso de salvar la reivindicada masía, hoy con todas las puertas y ventanas tapiadas y los tejados caídos. Llama la atención el contraste entre el deplorable estado de la masía y lo resplandeciente del huerto, pese a haber entrado ya el invierno.
En el último pleno del anterior mandato, pronto hará dos años, el consistorio aprobó un plan urbanístico que preveía su rehabilitación, que debía llevarse a cabo durante el siguiente mandato -es decir, este- para ubicar en el edificio "un centro de servicios de la administración pública, con usos de interés público, que se consensuarán con el vecindario". El compromiso se aprobó con el apoyo de todos los grupos (y la abstención del Partido Popular) y detallaba que la rehabilitación de la finca tendría un coste aproximado de 750.000 euros, que incluiría "la consolidación de elementos como cubiertas, muros perimetrales y forjados, la ejecución de los servicios básicos y la delimitación de los espacios que acogerán los futuros usos".
Peligro real
Esta resolución del pleno que en su día celebraron como una importante victoria es interpretada hoy por el vecindario organizado como papel mojado (otra vez). La masía no solo no se ha consolidado -la principal y más urgente petición de las entidades- sino que tampoco se ha iniciado el proceso participativo para decidir sus usos ni ven que haya ninguna intención por parte del consistorio en iniciarlo en breve. "Si Can Valent fuera de un particular le habrían puesto una multa por dejar caer una construcción catalogada y protegida. La degradación cada vez es más rápida, y los desprendimientos de piedras son peligrosos. Aquí entra mucha gente, los vecinos que participan en el huerto comunitario y la gente que pasa por la calle; si no apuntalan la masía y ponen un buen andamiaje para que no se caiga puede haber un desprendimiento y causarles un problema muy gordo. No será porque no se lo hemos advertido veces", señala Arnaldo Gil Albacete, socio fundador del Arxiu Històric de Roquetes-Nou Barris.
Arnaldo y Agustín charlan sentados en una mesa de terraza de bar en este oasis que es el huerto de Can Valent, en cuya gestión colaboran otras entidades como la plataforma 500x20, frente a la ruinosa masía y un mural con un lema claro: "Reruralitzem Nou Barris". No están solos. Participa también en el encuentro Àngels Espina, una de las más activas cuidadoras del huerto comunitario (de parcela única, aquí aquello de ‘entre todos, todo’ se lleva a la práctica a diario), Cayetano Morales, miembro de l’Assemblea d’aturats i aturades y David Gisbert, del grupo de arquitectos de Nou Barris. El consenso es aplastante: lo inaplazable es apuntalar la masía.
Este agradable espacio era hasta hace cuatro años (cuando lo transformaron en huerto en el marco del programa Pla Buits) un aparcamiento oscuro en el que era habitual ver a personas drogándose; la continuación del gran aparcamiento que recorre la calle del Pintor Alçamora pese a estar catalogada como zona verde.
Proyectos de futuro
Tras consolidar la masía, el vecindario organizado alrededor de Can Valent tiene un sueño (y así se llama la campaña vecinal para hacerlo realidad): sacar los coches de Pintor Alçamora y convertir la calle en un gran eje verde que una Can Valent con el paseo de Verdum y con la sede del distrito de Nou Barris. "Con el ayuntamiento", dicen. Un eje verde lleno de huertos comunitarios como el de Can Valent.
Fuentes del distrito dan por toda respuesta que "tienen conocimiento de la situación de la masía" y "se está trabajando con el objetivo de cumplir con un proyecto de restauración de la estructura del edificio".
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