Barceloneando
Magia clandestina: sesiones secretas en Barcelona
No sabes dónde vas hasta que cruzas la puerta. Es lo que se lleva: planes clandestinos. Abracadabras de incógnito, coctelerías escondidas, restaurantes con contraseña
Ana Sánchez
Periodista
En vez de “¿cómo estás?”, a ella le preguntan “¿que has hecho qué?”. No sabe cocinar, pero sí tirar hachas. Si le haces una pregunta retórica, lo más probable es que la responda. Autora de ‘Barcelona increíble’ (Ediciones B).
Te mandan la dirección secreta el día antes. Por Whatsapp, no por lechuza mensajera. “Magia clandestina”, lees en diagonal, esperando que de un momento a otro el mensaje se convierta en paloma. Pero no, ahí sigue: “Al lado del sexshop”, desvela de tapadillo. Pues sí, piensas, parece el sitio más indicado para echar polvos mágicos.
Google Maps te dirige a un portal como cualquier otro. Ni rastro de carritos empotrados en la fachada a lo Harry Potter. Subes el ascensor con disimulo de estraperlo. Aquí es. Llamas, ding dong, con la misma inconsciencia que la rubia con escote que muere en los primeros 10 minutos de las pelis de 'Scream'. Ni te imaginas que, en cuanto abran la puerta, te entrarán ganas de pedir un milagro.
Se ven más santos y vírgenes a los que rezar que los que necesitaría Rafael Amargo. 170 objetos religiosos en un piso del Eixample
Te da la bienvenida Ulises: se intuye sonrisa de anfitrión tras la mascarilla. Sombrero de copa, esmoquin cabaretero, taconazo de equilibrista. Apenas le miras. Te cuelas en su casa como un zombi que acaba de olisquear carnaza fresca. Sí, parece el mejor sitio para pedir que desaparezca el 2020. Se ven más santos y vírgenes a los que rezar que los que necesitaría Rafael Amargo. “Tenéis muchos más que nosotros en las iglesias”, dicen que ha exclamado aquí algún cura. Habrá 170 objetos religiosos, calculan los dueños. Te encuentras un confesionario al ir a dejar la chaqueta.
“Lo que pasa en La Clandestina –sonríe la Maga Gisell- se queda en La Clandestina”. Así se llama esta sesión doméstica de abracadabras. Te abren la puerta y aparece un piso almodovariano, dos magos, cartas con vida propia, anfitriones que cantan ópera y un puñado de espectadores con pudor de estar donde no deben. Han hecho magia en trastiendas de 'boutiques', librerías, hoy en un salón rococó. Van cambiando de local secreto. ¿El objetivo? “Recuperar la Barcelona misteriosa”, responde la maga.
Está claro que es de las que toman cartas en cualquier asunto: Maga Gisell es una cartomaga con galones. Premio Nacional de España de Magia en el 2017. Aún conserva intacto el acento peruano aunque lleva cinco años en Barcelona. Es la mitad de Màgia Bcn. La otra es Luko Corleone. Mentalista de L’Hospitalet. “Ilusionista”, prefiere él. Ojo, que si bajas la guardia amagará con convertirte en conejo. ¿Su mejor truco? “Pagar la hipoteca con la magia”, se ríe. Antes era mosso. Son pareja dentro y fuera de los escenarios. Cuando discuten –prometen- no se cortan en pedazos. A simple vista, no se les ven marcas de varitas.
“Yo lo que quería conseguir -resume Mercedes Ruiz, directora de la productora Scenik- es que la gente, cuando traspasara esa puerta, dijera: ‘Guau, ¿qué es esto?’. “Yo creo que se sorprenden –asiente al lado Ulises-, porque ni saludan cuando pasan”, se ríe. Es Ulises. Sin apellido. “Solo lo uso cuando voy a cantar ópera”. Él es cantante; Xavi, el otro anfitrión sonriente, pastelero y cocinero. “Pero nos dedicamos a cualquier tipo de espectáculo”. Al fondo, entre santos y cuadros regios, tienen una habitación repleta de vestidos y plumas. “Los días que no tenemos actuaciones fuera, programamos aquí”. Cabaret, ópera, zarzuela. Hoy toca tantatachán. Magia de cerca: es decir, con mascarillas y gel hidroalcohólico. “Sin esto -se encogen de hombros- ahora no hay magia”.
Planes secretos
Se lleva lo clandestino. Hace años que se expande por Barcelona una dimensión paralela de actividades secretas. Hay puertas ocultas en barberías, librerías, neveras. Coctelerías escondidas, restaurantes con contraseña, en el 2021 prevén retomar (covid mediante) los conciertos secretos. Ocio a salvo de Villarejo.
Si hay una cola delante de la puerta de la nevera de un pastrami bar, es que has llegado a Paradiso (Rera Palau, 4). Es una de las coctelerías con más pedigrí de la ciudad. Para catar los brebajes de Bobby’s Free (Pau Claris, 85) hay que cruzar una barbería de los años 20. Tras una librería de Ciutat Vella, aparece la coctelería de estilo victoriano Tuxedo Social Club (Gombau, 12). Te pedirán que escupas una palabra secreta para acceder al club gastronómico La Contrasenya. Está en un ático del Poblenou. Solo atiende a una mesa en tiempos pandémicos.
¿Que por qué gusta lo clandestino? “Porque somos morbosos por naturaleza –concluye el mago Luko Corleone -. Y porque lo políticamente correcto ya lo hacemos cada día”.
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