MOVILIDAD SOSTENIBLE
La bici en Barcelona mete la rueda en la fase de consolidación
Ventas y reparaciones se han disparado pero está por ver si el crecimiento del ciclismo urbano es un fenómeno coyuntural
Las asociaciones piden carriles más anchos y alertan de la pérdida de eficiencia en los futuros ejes verdes del Eixample
Carlos Márquez Daniel
Periodista
Periodista especializado en Barcelona. En 'El Periódico' desde principios de siglo. Los últimos 15 años, dedicados a la información local: movilidad, urbanismo, infraestructuras, política municipal, barrios, área metropolitana y medio ambiente. Colaborador habitual en los programas de televisión 'Planta Baixa' (TV3) y 'Bàsics' (Betevé).
Carlos Márquez Daniel
En la historia moderna de Barcelona, la bicicleta ha ido saltando retos de trinchera en trinchera. Todo empezó con la aceptación, que de hecho ha sido un desafío transversal que aún hoy sigue activo y que tuvo como principal obstáculo el uso permitido de las aceras. Le siguió el de la infraestructura y la seguridad en una ciudad con un centro muy motorizado y una red ciclable discontinua y caprichosa. Y luego vinieron las conexiones metropolitanas y el desembarco de los patinetes y compañía. Ahora, con una pandemia que ha disparado el medio, el muro a saltar es el de la consolidación. Se venden y se reparan bicis como no se recordaba en esta ciudad, pero la duda es más que razonable: ¿es una apuesta coyuntural o hay una migración estable y definitiva hacia el ciclismo urbano?
El asunto tiene muchos prismas. Empezando por las víctimas, entendidas como esos medios de transporte que sufren el tránsito de usuarios hacia la bicicleta. Por mucho que al ayuntamiento le guste hablar de intermodalidad, todavía son franca mayoría los que usan solo el bus o solo el metro o solo el tranvía o solo la moto, o solo... Hay transbordos, por supuesto, pero los tiempos de viaje en superficie, sobre todo con los autobuses de TMB (una media de 12 kilómetros por hora), lastran sobremanera la filosofía. El metro y el tranvía siguen siendo mucho más ágiles. Es una cuestión de eficiencia. La persona que apuesta por el transporte público también quiere agilidad y es curioso que todavía sobrevuele cierta sensación de que quien viaja en un medio colectivo, a pie o en bici no tiene tantas ganas de llegar o tanta prisa como el que lo hace en vehículo privado. Así las cosas, y por ahora, los que apuestan por la bici lo hacen dejando atrás viejos hábitos. Y adquiriendo unos totalmente nuevos.
Miedo al robo
Miquel Santalices, propietario de la tienda Espai Bici y del restaurante de temática ciclista Eroica Caffè (ambos sitos en el Eixample) explica que las ventas de bici han subido cerca del 25%, sobre todo en los primeros meses de la pandemia y sobre todo en los modelo de gama baja y media. En eso puede tener mucho que ver el miedo al robo. Según el Barómetro de la Bicicleta, el 26% de los barceloneses ciclistas les han robado al menos una bici. Sin que el Bicibox (red de aparcamientos seguros en la calle) pise la capital catalana mientras crece en el área metropolitana, la única alternativa para dormir tranquilo es guardarla en casa. En un nivel medio está el párking privado, pero también ahí se emplean a fondo los amigos de lo ajeno. Santalices explica que cada vez son más los que entienden la necesidad de gastarse un buen dinero en un candado.
Las tiendas que trabajan con las marcas más comerciales empezaron a agotar el estoc en el pico de la pandemia. También los recambios. Y siguen con serios problemas. Tras muchos años de sufrimiento, estos comercios experimentaron un crecimiento inesperado en el peor momento posible, cuando los proveedores tienen más obstáculos y los fabricantes producen a menor velocidad por las limitaciones a las que obliga el coronavirus. Ese ha sido el caso de Castells Bicicletes, la tienda más veterana de la ciudad, que ha visto como las ventas escalaban entre un 30% y un 40% con el covid. Pau Foguet, cuarta generación del negocio y encargado de la tienda, admite una cierta “frustración” al no poder asumir la demanda. “Hay mucha gente que lo entiende y acepta esperar unos meses, pero otros la quieren para ya y se van a otra parte”. Sobre el cliente, cuenta que ha aparecido un nuevo perfil: “Muchas de las medidas adoptadas por el ayuntamiento parecen enfocadas a molestar al coche y la moto, por eso muchas de las personas que vienen llegan resignadas, sin que haya remedio”. Luego, cuenta, “terminan encantados con la bicicleta, pero de entrada se echa de menos algo más de fe”. Sobre los robos, coincide con Santalices en que cuesta que la gente entienda la necesidad de gastar en seguridad. "Porque muchas veces te traen para reparar una bici de segunda mano, te piden un candado y se quedan helados cuando ven que el cierre les costará casi tanto como la bicicleta. Algunos solo lo entienden cuando se la roban".
Carencias de la red
Adrià Arenas, portavoz del Bicicleta Club de Catalunya (Bacc), celebra el buen momento de la bici en Barcelona, pero tanta abundancia, asegura, pone más de relieve “las carencias de la red”. “Los carriles son demasiado estrechos; muchos están saturados y es casi imposible adelantar”. Cree que la pandemia ha acelerado un proceso que ya se estaba produciendo, pero echa de menos, para poder hablar de consolidación de la bicicleta, “pasos más firmes que dejen claro que estamos ante un medio de transporte y no un elemento de paseo y ocio”. Santalices coincide en esa reivindicación. Y pone como ejemplo el proyecto de ejes verdes impulsado por el consistorio. El propietario de Espai Bici está a favor de que el ciclista pueda compartir espacio con el peatón en este proyecto que bebe de la filosofía de las supermanzanas, pero no entiende esa manía de pensar que el ciclista tiene todo el tiempo del mundo. “Aplaudo el carril de Aragó porque también queremos movernos de manera ágil, y claro que un padre debe poder circular por los ejes verdes en bici con sus hijos, pero no serán calles eficientes para nosotros”.
Arenas coincide. En resumidas cuentas, el ciclista no pasea: también circula. “Y tiene -argumenta- el mismo el derecho de moverse con rapidez por Barcelona que un coche o una moto. Pero por desgracia, la bici se sigue asociando al ocio y en esta consolidación es vital que pase a ser considerada un medio de transporte”. Para ello, receta, sigue faltando seguridad. El Bacc hace la prueba con las personas adultas que aprenden a ir en bici en su escuela. Cuando ya son autónomos, les invitan a dar una vuelta y a compartir luego sus sensaciones. Hay unanimidad: no lo ven claro por el excesivo rol que todavía juega la movilidad motorizada. Y porque los carriles "son demasiado estrechos". En los países avanzados en materia ciclista, dos personas pueden ir hablando una al lado de la otra sin problema. Eso aquí es imposible".
Otro elemento que demuestra el crecimiento del ciclismo urbano es el Bicing. En el último año, el número de usuarios se ha disparado un 20%, seguramente, por la apuesta por las bicicletas eléctricas. Solo en septiembre, los abonados nuevos fueron un 60% más que en el mismo mes del 2019 y la cifra total de usos (1,3 millones de viajes) fue un 8% superior. Aunque la bicicleta tenía un papel muy relevante en la Barcelona anterior al 'boom' del coche, fue precisamente con la bici pública que todo empezó a cambiar a partir del 2007. Cuando pase la pandemia y las cosas vuelvan a su cauce, veremos si esta es una consolidación firme. A pesar de las muchas tareas pendientes.
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