colectivos vulnerables

Miedo de vivir en la calle: "Si te ven, pueden venir a por ti"

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Elisenda Colell

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"Si te ven durmiendo en la calle pueden pasar muchas cosas malaspueden venir a por tí", sentencia Valerio, un sintecho rumano que lleva menos de un año viviendo en las calles de Barcelona. Como Valerio, el casi millar de personas que pernocta en el raso ve el estado de alarma, y las nuevas restricciones de movilidad, con mucho más temor que incertidumbre. "Hay menos gente en la calle, y se les ve mucho más. Pueden ser agredidos de una forma más impune", dice el director de la fundació Arrels, Ferran Busquets. Este 2020 cuatro personas sin hogar han sido asesinadas durante el estado de alarma en Barcelona, y otra está hospitalizado desde hace una semana tras recibir un disparo de un guardia urbano

"Si sabemos que alguien nos ha visto, nos vamos a dormir a otro lugar", advierte Valerio, siete meses en la calle junto a su compatriota Benjamín. El primero se vio así después de cumplir una condena penitenciaria. El segundo dice que trabajó de enfermero y que tiene miedo a contagiarse. Valerio y Benjamín construyen sus biografías ante un grupo de voluntarios de la Fundació Arrels que elaboran el censo anual de personas sin techo.

"Queremos saber cómo están viviendo la pandemia, si se han movido de lugar, qué necesitan, si hay más gente en la calle...", expone el director de la entidad, Ferran Busquets. No hay ninguna duda es que el miedo existe y es real. "Caminar de noche por una zona vacía ya es aterrador para muchas personas: imagínense dormir en ella". Valerio y Benjamín duermen en la entrada de un párking cercano a la Sagrada Família. "Nos tranquiliza que hay una cámara de seguridad, y si alguien nos hace algo puede quedar enregistrado". 

A las ocho de la tarde hay un primer sintecho encuestado. Es Rachid, un paquistaní de 51 años que aparenta tener 20 más. Calza unas sandalias y tiene los pies hinchados, llenos de durezas. Sus únicas pertenencias están en un carrito de la compra que le acompaña allá donde va. "Antes de la pandemia no le había visto. Es muy tímido, muestra muchísimo respeto, intenta no hacer ruido... y siempre les regala una sonrisa a mis hijas cuando las llevo a la escuela", dice Francesca Bordini, voluntaria de Arrels y vecina del barrio.

En tres cuartos de hora de entrevista los voluntarios descubren que este hombre lleva tres años en la calle, y que hace 10 que llegó a Españapar a trabajar. "Tiene un hermano que vive aquí con su mujer y sus hijos, pero dice que no quiere molestarles, que en su casa no puede estar", agrega Josep Artola, otro voluntario. ¿Y por qué se quedó en la calle? "Porque un día terminó el trabajo y se vio sin nada".

Rachid termina la encuesta y se va a dormir en una rampa frente a la biblioteca del barrio. Según los datos de Arrels, antes de la pandemia allí pernoctaban tres personas. Hoy son cinco. Uno de ellos, un habitual, es Jose María. Un gallego de 38 años que vino a Barcelona en 2010. Desde el 2015 duerme en la calle y no ve a su familia. Aún se chatea con su ex, a quién le muestra los barrotes del sitio en el que duerme. "Le digo que es mi balcón. ¿Con qué cara explico que estoy en la calle?".

La historia de Jose María podría ser la de muchos. "He estado trabajando en la hostelería: de camarero, de cocinero... de lo que hiciera falta. Pero ahora no hay nada", responde mientras se zampa una lata de sardinas y un bocado de pan. "Comida caliente no hay. Los comedores sociales te lo dan todo para llevar, y yo no puedo cocinar nada. Pero con este frío, iría bien", se queja.

¿Tienes miedo? "Ya no, lo he perdido. Lo que sí que pasa que me dicen cosas siempre". ¿Quién? "Pues la gente joven que va por la calle, se aburre y no tiene nada más que hacer que meterse conmigo". Junto a Jose María y Rachid duermen dos hombres más. Uno declina participar en la encuesta. El otro acepta el reto, pero da un seudónimo: Juan. Trabaja de mozo de almacén, y tiene dos hijos (un niño de 7 años y una niña de 2), que viven a pocos metros de su colcha de cartones. Hace tres meses que se quedó en la calle

Todo surge, expone, de problemas familiares que no quiere renombrar. "Cobro 1.100 euros al mes, pero tengo que pagar 800 del alquiler donde viven mis hijos, más los recibos del agua y la luz, y me quedo sin nada más. Por esto estoy en la calle". El hombre, que se levanta cada día a las seis de la mañana, reconoce que sí tiene miedo. "Es que jamás estuve en la calle así. Me siento indefenso". Se ducha en el trabajo, donde tiene guardadas sus pocas pertinencias. "Lo que más me preocupa ahora es que me he quedado sin mi manta. La dejo en una esquinita, para no molestar, y hoy no la encontré", agrega. Josep Garcia, otro voluntario de Arrels, le regala un saco de dormir para pasar la noche. 

"Que Dios les bendiga", musita Juan pasadas las 11 de la noche. Al final de la jornada, los voluntarios comparten las sensaciones vividas. "A mí lo que más me sorprende es descubrir que detrás de estas vidas anónimas que veo cada día hay una identidad: una vida, una familia, unos sueños... Y que yo un día podría verme en su situación", se sincera Josep Artola, vecino de todos ellos. 

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