DOMINGO AL SOL DE OTOÑO

El Macba para los de casa

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Natàlia Farré

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Domingo expansivo. Merecido. Las restricciones sanitarias no dan para muchas alegrías. El deprimente sábado lluvioso, tampoco. Así que el sol ha echado hoy a la gente de casa. Imposible cruzar el Llobregat o el Besós. Ahí está el confinamiento municipal perimetral para impedirlo. Así que lo suyo es descubrir (o redescubrir) la propia ciudad. Y a eso se han lanzado los barceloneses. Con permiso del frente marítimo –espacio por excelencia de los locales para olvidar el confinamiento al que obliga la pandemia–, el centro de la ciudad ha triunfado. Calles transitadas, terrazas a rebosar y colas en Santa Llúcia, también en el Macba.

Sí, el Macba ha hecho lleno. Lo necesitaba. Los estragos del covid-19 lo mismo hacen mella en el comercio que en los centros de arte. Nadie se libra. Los museos tampoco. Las cifras son desoladoras: la caída de público llegó al 80% en los peores momentos de la crisis sanitaria. En la plaza dels Àngels afirman que ahora están un poco mejor, no mucho. Excepto este fin de semana: 1.700 visitantes el sábado y mil la mañana de este domingo. La gracia del asunto es que eran todos locales, incluso los que se expresaban en inglés, italiano y alemán. Que de todo se oía hoy en el Macba. Extranjeros residentes en la ciudad hay unos cuantos. Como Chiara y Stefano. Italianos con domicilio en el Eixample y amantes del arte, no tanto del contemporáneo como del clásico. Pero había jornada de puertas abiertas y había que aprovecharlo. <strong>El museo está de aniversario: 25 años de vida.</strong>

Fieles a la feria de Santa Llúcia

La efeméride ha quedado en poco por culpa del covid-19. Ni danza de Cesc Gelabert ni concierto en el marco de la exposición ‘Acción’. Ambos previstos en tiempos precovid. Puertas abiertas y regalo de Ignasi Aballí: una megainstalación que luce en el atrio. Punto. Pero lo bueno de la entrada gratuita es que descubre a los más reticentes a cruzar los templos del arte que estos existen y están bien. Patricia y Cristina han debutado en el edificio de Richard Meier. Lo han hecho con ‘selfie’ frente a una escultura de neón de Keith Sonnier y con emoción desbordada al toparse con tres piezas de Basquiat. Siguen el arte pero a través de las redes sociales. Cosas de los ‘millennials’. La cuenta del Macba en instagram les ha despertado el interés por dejar lo virtual y pasarse a lo físico.

El museo estaba lleno, y con cola a la hora del Ángelus. Es una cuestión de seguridad: hay que mantener un aforo controlado que permita el distanciamiento social impuesto. Y en eso estaban también en la feria de Santa Llúcia. La mitad de paradas que el año pasado, 121, y recinto perimetrado con control de acceso y dispensador de hidroalcohol. Había gente. Y cola. “Hay que apostar por esta feria que tiene tantos años de historia y más en tiempos como los actuales”. Palabra de Marta. Marta acude cada año con sus hijos y cada año compran una nueva figura para el pesebre. Ya lo hacía con sus padres y espera que sus hijos sigan la tradición. No tiene ni idea de la campaña navideña municipal que invita a los barceloneses a tomar el centro, muy maltrecho por la crisis. Tampoco necesita que se lo pidan, afirma que cada año por estas fiestas baja (vive en Sarrià) a Ciutat Vella.

Aficionados con cámara en mano

Imposible saber el barrio de origen de todos los que este domingo pululaban por el centro. Han sido muchos. La Rambla ha lucido más barcelonesa que nunca. Familias paseando y turistas autóctonos cámara en mano. La ciudad aliviada de foráneos invita a retratarla. En eso estaba Paco frente a la fachada Reial Acadèmia de Ciències i Arts, ejemplo de la arquitectura de Josep Domènech i Estapà. El frontal luce más limpio que nunca desde que el Poliorama, en los bajos del edificio, anuncia obra con carteles minimalistas.

“Con la ciudad vacía de turistas y sin la posibilidad de poder salir de fin de semana, he recuperado la afición a la fotografía”. Palabra de Paco. Se intuye que algo parecido ha pasado con los aficionados que buscaban el mejor ángulo para disparar en la plaza de Sant Felip Neri, paraíso de cruceristas antes de la pandemia y hoy tomada claramente (bastaba con afinar el oído) por lugareños. Igual de tomadas han lucido las terrazas. Todas. Ni una silla vacía. Había ganas de sol, vermut y socializar, ni que sea con distancia de seguridad por imperativo del coronavirus. 

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