LA NUEVA MOVILIDAD DE BARCELONA

El coche choca con una calle de Aragó menos ágil

Colapso de vehículos en la calle Aragó por las obras del carril bici, este lunes.

Colapso de vehículos en la calle Aragó por las obras del carril bici, este lunes. / periodico

Carlos Márquez Daniel

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Hay una relación causa-efecto cuando se inicia una obra. Sea en la calle o en un edificio, el entorno inmediato ve cómo su vida se altera. Su rutina de movilidad ya no es la misma, ya sea porque están reparando el ascensor y hay que subir a pie o porque están modificando carriles y aceras e ir en coche, en bici o a andando ya no es como antes. Eso es precisamente lo que está sucediendo en Aragó, donde se ha empezado a pintar un carril bici que reducirá a cuatro el número de pasillos para el vehículo privado. Por ahí pasan a diario 80.000 coches que ahora tendrán un 20% menos de espacio. Lo inmediato será una situación de estrés vial, como la de la mañana de este lunes; una sensación de colapso (o de más colapso). Y lo lógico, o eso es lo que suele suceder, es que el tráfico se disemine por el resto de la ciudad. Otra cosa es que la tónica también aplique en la calle más inhumana de la capital catalana.

El papel lo aguanta todo y la teoría dice que el Eixample deberá ir absorbiendo todo lo que Aragó ya no pueda asumir. Si en otras actuaciones parte de los afectados optan por medios de transporte más sostenibles, aquí la cosa se complica por el papel de enlace metropolitano que juega esta autopista urbana entre el Baix Llobregat y lo que venga del Vallès Occidental y el Maresme. Es decir, sirve para cruzar la ciudad de río a río. Aragó, como lo es Gran Via pero en sentido contrario, es nuestra N-II atravesando municipios, disimulada con semáforos y, desde el año pasado, con un carril bus por el que apenas pasan autobuses porque no hay ninguna línea de TMB que recorra de manera generosa esta arteria principal. Se dice que ese vial se pintó, de hecho, para que los taxis llegaran sin problemas a Fira de Barcelona. Las cosas de tener contento al señor John Hoffman, amo del Mobile World Congress. Si se suma el corredor para transporte público más el de bicis, la calle habrá perdido un 33% de espacio dedicado al coche en un año y medio.

Pasarela para los nativos

Pensar que eso significa que un tercio de los conductores de Aragó se han pasado al metro, al bus, a la bici o al paseo sería muy atrevido. Por ese papel metropolitano que desempeña la calle, desde la Meridiana hasta Tarragona, y también porque es la pasarela más lógica de los nativos para ir de un lado a otro aprovechando, además, la onda verde semafórica que alimenta un poco más esa imagen de vía rápida en el corazón de una ciudad de 1,6 millones de habitantes.

El carril bici empezó a pintarse el sábado y según el calendario anunciado por el consistorio, debería estar listo en enero. El momento no es casual. El proyecto arranca a los pocos días de que la alcaldesa Ada Colau explicara la evolución del proyecto de supermanzanas, que ahora pretende aplicarse a todo el Eixample de manera que, en el 2030, una de cada tres calles del distrito dibujado por Cerdà sea un remanso de paz incómodo para el vehículo privado.

Un portavoz del ayuntamiento asegura que el comportamiento del tráfico ha sido este lunes “el habitual”. “Hay que tener en cuenta que en la hora punta de la mañana, normalmente, se registran colas”. Es decir, más o menos lo de siempre, pero con un embudo. Este inicio de semana, además, ha registrado un mayor volumen de circulación respecto a la semana anterior entre las siete y las 10 de la mañana. Tomando como base el mes de febrero, sin pandemia, la reducción en el total de la ciudad ha sido del 6,6%, por un 10,5% del lunes anterior. Casi siete puntos por debajo puede parecer una buena cosa, pero hay que recordar que el transporte público ha caído a la mitad por la desconfianza que genera el covid. Es decir, a pesar del teletrabajo, de la gente sin empleo y de la crisis, el vehículo privado está prácticamente como antes en detrimento del bus y el metro

Lo sucedido en Aragó este lunes lunes es un déjà vu de los que sí se han vivido antes. Pasó lo mismo con las obras del AVE en las calles de Mallorca y Urgell, con la supermanzana del Poblenou, con la reforma de toda la Ronda del Mig y, cómo no, en Glòries, la madre de todas las obras. Siempre que se levanta un metro cuadrado de ciudad, de tablero, las fichas intentan seguir con su vida de siempre. Y no. Porque en este caso, esto no es solo urbanismo, sino un sutil manotazo político al uso del coche en Barcelona, una reforma definitiva que es todo un mensaje, con ese de colocar, a banda y banda de Aragó, carriles destinados a la movilidad más sostenible.  

Una de las críticas más repetidas es que este carril bici no es necesario porque en calles muy cercanas ya existe un corredor ciclista. Los hay, en el sentido Besòs-Llobregat, en Provença, Diputació y Gran Via. Y en sentido contrario, también en Gran Via, en Consell de Cent y València. Aragó es, de hecho, la única gran arteria de la ciudad sin carril ciclable. Lo tiene, además de Gran Via, Paral·lel, Meridiana, la Diagonal. En la trama Eixample habrá quien eche de menos un carril segregado también en vías como Balmes o Muntaner. Donde estaba previsto pero parece que la cosa queda en barbecho es en Via Augusta, donde por ahora la pintura de bicis solo llega hasta Galla Placídia. en cualquier caso, sea o no necesario en Aragó, la experiencia ha demostrado una cosa: la infraestructura genera nuevos usuarios.  

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