ÉRASE UNA VEZ EN EL BARRIO... EL PARC I LA LLACUNA DEL POBLENOU (41)

Llacuna, dos décadas viviendo entre solares y grúas a la sombra del 22@

El 22@ con ojos de vecino

El Observatori dels barris de Poblenou valora el plan urbanístico. / periodico

Helena López

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

La imagen de mujeres tendiendo la ropa en infraviviendas y de hombres arrastrando carritos del super llenos de chatarra forma parte de la cotidianidad del barrio, igual que las inmensas grúas y las cementeras, o los oficinistas -trajeados o informales- entrando o saliendo de los rascacielos levantados frente a talleres agónicos, solares abandonados y naves medio derruidas. Mezcla heterogénea que ya no impacta a casi nadie, ya que es el pan de cada día en esta parte del distrito de Sant Martí, rebautizada hace 20 años desde un despacho como 22@; el longevo e inacabado plan urbanístico desencadenante de las distintas realidades que aquí se cruzan, aunque pocas veces se miran a los ojos. "Del patrimonio industrial en algunas zonas solo quedan las chimeneas, como lápidas en un cementerio" apunta señalando una de ellas Albert Valencia, uno de los impulsores del Observatori dels barris del Poblenou e hiperactivo miembro del tejido vecinal del barrio, a juzgar por las incontables veces que se para a saludar a algún vecino cada cien metros. 

En la manifestación del domingo pasado convocada para exigir al ayuntamiento un cambio "real y profundo" en sus planes para el 22@, en la que participaron unas 200 personas, se respiraba un ambiente especialmente emotivo. Era la primera vez que muchos se veían las caras -o al menos los ojos, sobre las mascarillas- tras infinitas reuniones telemáticas. El Observatori nació en marzo, en pleno confinamiento, con un objetivo claro: "evitar que arrasen el barrio", cuentan. "Fue muy bonito porque vino gente de las ocho asambleas. Hay personas que llevan muchísimo tiempo afectadas, pero siempre lo habían vivido solas. Ver que no lo estás y que hay muchas personas en la misma situación y con ganas de cambiar las cosas, da subidón", explica Albert frente al tramo de casas de la calle de Cristóbal de Moura que sigue afectado, en "el barrio del Tomàquet". "Lo llamamos así porque cuando todo esto eran cultivos, los balcones se llenaban de tomates", relata.   

Las ocho asambleas -cuatro de comunidades de vecinos o calles del Parc i la Llacuna y cuatro de Provençals- de las que habla Albert son fruto del trabajo de hormiguita de los impulsores del Observatori (que venía de la Taula Pere IV) de ir presentando el nuevo espacio prácticamente casa por casa a los vecinos de las distintas zonas para sumar fuerzas. Uno de los motivos de la manifestación del día 8 -además de la excusa para poder encontrarse- era denunciar que la modificación del proyecto urbanístico del 22@ presentado hace pocas semanas por el consistorio tiene poco que ver con los barrio que ellos imaginan y por los que pelean. "Se han desafectado 1.270 viviendas y eso sí es muy positivo. El plan inicial del 2000 prácticamente lo que hacía era borrar el barrio existente y substituirlo por otro a base de oficinas y hoteles. Pero, aunque se salven, siguiendo el modelo actual muchas de ellas quedarán enterradas entre torres de 15 pisos, lo mismo que le pasa a Can Ricart", señala el portavoz del Observatori, quien critica también que el consistorio impulsó el Repensem el 22@, proceso participativo vecinal cuyas conclusiones distan mucho de la modificación aprobada.

¿Barrio o 'parque temático de oficinas'?

Si el plan inicial -que en 20 años solo se ha ejecutado en una cuarta parte, de ahí las escenas descritas en el primer párrafo- planteaba un 90% de oficinas y hoteles y un 10% de vivienda, en la modificación aprobada inicialmente hace pocas semanas se pasa a un 70%-30%. "Nosotros preferiríamos un 50%-50%, pero la crítica no es solo esa. El problema es el ámbito en el que se aplica la modificación. Es una modificación puntual que afecta solo a los terrenos en los que no nunca se llegó a presentar ningún proyecto, no a la totalidad de los terrenos; pese a que muchos fondos de inversión presentaron planes que no llegaron a ejecutar nunca, con las consecuencias que eso provocó en el vecindario, pero ahora queda excluidos de la modificación", prosigue Albert.

"Del patrimonio industrial en algunas zonas solo quedan las chimeneas, como lápidas en un cementerio"

Albert Valencia

— Observatori dels barris del Poblenou

La lucha vecinal preservó en su día la icónica fábrica de <strong>Can Ricart,</strong> en pie, pero en estado semiruinoso. Propiedad del ayuntamiento que, tras fracasar el proyecto de Jordi Hereu de transformarla en la <strong>Casa de las lenguas,</strong> la cedió a la UB, quien tampoco ha logrado rascar los fondos para asumir la costosa transformación y ahí sigue, languideciendo. También se salvó, y en este caso se reformó, <strong>Ca l'Alier</strong> -aunque desde el Observatori denuncian que el espacio está infrautilizado-, y La Escocesa, complejo en el que hace pocos años se instaló un grupo de familias desalojadas de un solar vecino y que están pendientes de ser desalojadas de nuevo (por la peligrosidad que supone el pésimo estado del edificio, según les han informado). Según el consistorio, están acabando de revisar el proyecto ejecutivo y la previsión es que las obras del espacio, en el que ha de convivir vivienda social y un equipamiento cultural, empiecen a lo largo del tercer trimestre del 2021. Las obras que sí han empezado, y avanzan rápido, son las de un hotel de dos estrellas para jóvenes en la acera de enfrente.

La 'mixtura' original

Más allá de edificios concretos que se conservan como vestigios de lo que un día fue el Poblenou industrial, el vecindario siente la pérdida a golpe de mazo de todos aquellos pequeños talleres, cuyas construcciones no tenían especial valor arquitectónico pero eran piezas clave en la morfología de un barrio en el que sí había una mixtura de usos, como se reivindica ahora sobre el papel en todos los modernos planes urbanísticos. Unos barrios hoy prácticamente extinguidos donde la actividad industrial encajaba a la perfección con carnicerías, quioscos, ferreterías y los niños jugando al balón en la calle.

"Quizá las 1.400 plazas hoteleras previstas no son necesarias y con las 600 ya en marcha es suficiente "

Janet Sanz

— Concejala de Urbanismo

Una de las estrategias del vecindario organizado para intentar llenar de vida lo que las máquinas se habían llevado por delante justo antes de la crisis del ladrillo y que esta misma hizo que quedara abandonado, fue impulsar huertos urbanos. Ya que tenían que vivir entre solares, como mínimo que estos se llenaran de tomates, producto local. Albert lo explica mientras levanta una valla en el que bautizaron como Hort Fortalesa, junto a Ca l'Isidret.

La concejala de Urbanismo, Janet Sanz, destaca que su objetivo para modificar el plan era precisamente ganar vivienda y que se ha logrado. "Además, el 65% de la vivienda ganada será pública, y una parte importante de la privada a precio asequible", subraya orgullosa del acuerdo alcanzado (la modificación del plan se ha aprobado con los votos de los dos partidos de gobierno más ERC). La edila señala también que, como los vecinos, una de sus prioridades es activar los solares para evitar que el barrio quede a medio construir, por lo que, asegura, a partir de de la modificación "serán muy exigentes con los plazos".

"Otra de las cosas de las que estoy muy contenta de la modificación es la introducción de los ejes verdes, que lo hacen un barrio en el que poder pasear", prosigue la teniente de alcalde, quien asegura que también coincide con los vecinos en la necesidad de replantear el número de plazas hoteleras. "Quizá las 1.400 previstas no hacen falta y con las 600 ya en marcha ya es suficiente", concluye.

Suscríbete para seguir leyendo