LA MOVILIDAD QUE VIENE

Un paseo por la pastilla negra de Barcelona

Entrevista con Guille López, portavoz de Eixample respira

Entrevista con Guille López, portavoz de Eixample Respira, en un alto del largo paseo por el distrito / periodico

Carlos Márquez Daniel

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En una excursión en bicicleta por el Pirineo, Guille López se encontró en un refugio de montaña a un técnico de urbanismo del Ayuntamiento de Barcelona. Menudo es Guille como para dejar escapar esa oportunidad. Lo que debía ser una velada alrededor de la chimenea contando batallitas, se convirtió en un debate sobre la movilidad en la ciudad, escenario del que ambos habían escapado ni que fuera por un par de días. Aquel hombre, quizás doblegado por la vehemencia del hoy portavoz de Eixample Respira, terminó contándole que en el consistorio, a la zona más contaminada del Eixample le llaman 'la pastilla negra'. EL PERIÓDICO se cita con este informático en el corazón de la trama de Cerdà para dar un largo paseo y comentar el plan del gobierno de Ada Colau destinado a humanizar las calles con más polución, con más coches, con más asfalto. 

La alcaldesa presentó el miércoles la hoja de ruta para que una de cada tres calles del distrito del Eixample sean un remanso de paz antes del 2030. En resumen, se trata de crear 21 ejes verdes (en la terminología municipal) que generarán a su vez otras 21 plazas de 2.000 metros cuadrados, más o menos el espacio que ocupan las de la Vila de Gràcia. Aunque Guille pide no titular por ahí, su opinión se resume en esta declaración: "Es un proyecto urbanístico que podría haber firmado Xavier Trias". Es su manera, sin faltar al exalcalde convergente, de decir que lo planteado, aunque agradece cualquier esfuerzo de pacificación, se queda a años luz de lo que cabría esperar de los herederos de Iniciativa per Catalunya Verds, los que, en el 2008 nos hicieron pedalear para encender las luces del arbolito de Navidad municipal. 

"El plan de supermanzanas crea calles de primera y de segunda. No es ambicioso y se actúa con la lógica de no molestar al coche"

Guille López

— Portaveu Eixample Respira

Caminar por el Eixample no es nunca un paseo lineal. Por la forma de los chaflanes, aprovechados para la carga y descarga o para la zona azul, y porque constantemente tienes que bajar a la calzada, incluso por el semáforo, para poder cruzar las calles. "El itinerario del peatón es discontinuo, le obliga a meterse en el terreno del coche cuando debería ser al revés. Las aceras, su morfología, deberían mantenerse en el cruce con los vehículos, de manera que fueran ellos los que tuvieran la sensación de que se meten en terreno de los que van a pie". Es un tema visual, si quieren, pero esconde muchos de los problemas de fondo la capital catalana. De cómo es el viandante el que tiene que andarse con ojo. Como también lo demuestran los mensajes escritos en muchos pasos de cebra. Esos que te informan del número de víctimas por atropellos en la ciudad, como si hubiera volquetes de ciudadanos lanzándose de cabeza sobre el parabrisas de los todoterreno. 

Guille ningunea la propuesta porque, lamenta, se actúa en calles que ya estaban pacificadas, como Provença y Enric Granados, o en vías que ya se han modificado a base de urbanismo táctico durante la pandemia, como Consell de Cent (la primera sobre la que se actuará) o Girona.  "La sensación que da es que lo hacen para no molestar al rey de la casa: el coche". Censura que no haya narices de entrar a muerte con la piqueta en arterias como Aragó o Gran Via, las calles que marcan la diferencia y que tienen mucho que ver con esa cifra de 350.000 vehículos cruzando el Eixample a diario. Se acuerda de la alcaldesa de París, que anunció en plena pandemia que los coches tenían que olvidarse de atravesar la capital francesa de este a oeste porque iba a cortar por lo sano todas las autopistas urbanas. "Aquí no se atreven, aunque cuando hablas con ellos en privado te dan el abrazo del oso y parece que estén por la labor. Pero luego...". 

Gritar sin querer

Por las mañanas lleva a sus dos hjos al cole y cada día se hace la misma pregunta. "¿Por qué tengo que gritar para poder hablar con ellos durante el camino?" Y no es la mascarilla, son los coches. luego están las motos aparcadas sobre la acera, que no es que no puedan. El problema es que prácticamente todas están en semibatería cuando deberían estar en paralelo a la calzada, invadiendo mucho menos espacio. Si es que tienen que invadirlo, porque si fuera por él, todas fuera. Ser padre, admite, dio un vuelco a su manera de ver y vivir la ciudad. También ayudaron los seis años que residió, junto a su pareja, en Nueva York y San Francisco. Sin niños, la calle se convierte en lugar de paso, en un pasillo entre un punto A y un punto B. Con niños, la vida va más despacio, y la vía pública es un tablero de juegos, un lugar para estar. ¿Qué ciudad puede considerarse moderna sin tener en cuenta a los nietos y a los abuelos? No digamos ya las personas con discapacidad... Todo aquello de que el planeta no es una herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos. 

A menudo se pone como excusa la densidad. Lo difícil que resulta meter tantas cosas, amén de 1,6 millones de habitantes, en 100 kilómetros cuadrados. Él, quizás por su aventura americana, cree que precisamente tenerlo todo a mano es la razón principal para no coger el vehículo privado. "En Estados Unidos están todos dispersos y el coche se coge para todo, pero aquí estamos todos juntos y no hay excusa para no apostar por el transporte público"

Deshaciendo a Cerdà

Llegados a Consell de Cent con Rocafort, el portavoz de Eixample Respira ve un halo de luz. Esa continuidad lineal para el peatón sí se ha tenido en cuenta, de manera que hay dos semáforos, uno en el chaflán, el de toda la vida, y otro 10 metros más hacia delante, deshaciendo la forma octogonal del dibujo de Ildefons Cerdà. "Mira ese trozo de vegetación, es poca cosa, pero como mínimo han levantado el asfalto para dar esa sensación de renaturalización de la ciudad". En el fondo es un romántico. Y un tipo empático, porque se imagina que esto de la política es mucho más complicado de lo que parece con presiones por todas partes. "Me gustaría pensar que hacen lo que pueden, que quizás su socio de gobierno, el PSC, les frena. También pienso que Barcelona se vende como ciudad moderna cuando en el fondo somos muy conservadores y poco amigos de los cambios"

Guille se ha planteado en varias ocasiones marcharse de Barcelona. Sería, salvando las distancias, como si Lionel Messi hubiera abandonado el Barça tras perder toda fe y vinculación emocional con el club. Por ahora se queda, porque debe considerar que Colau no es Bartomeu, y porque cada vez son más los vecinos movilizados por un Eixample más respirable y sin pastillas negras. 

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