Caso resuelto

Los Mossos rescatan un gato persa con esmoquin robado en Barcelona

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Guillem Sànchez

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Chen Shishi se dirigían en coche el 29 de octubre hacia el nuevo domicilio de ella. La joven pareja de origen chino estaba de mudanza en Barcelona. Sobre el regazo de ella, reposaba Liao, un gato persa de 2 años que es mucho más que un gato. Para empezar porque viste esmoquin y porque, aunque costó más de 2.000 euros, para Shishi no tiene precio. "Es muy cariñoso, tímido, incapaz de defenderse si le haces daño", lo describe Chen.

En la calle de Marina, Chen se dio cuenta de que varias motocicletas se acercaron demasiado a la parte trasera del vehículo. "No era normal". A los pocos segundos, uno de los pilotos del salpicadero se disparó: uno de los neumáticos estaba perdiendo aire. Al desconcierto del marcador, le siguió uno de los motoristas indicándole con gran efusividad que había reventado. Chen detuvo el coche y apareció un segundo motorista dispuesto a ayudarlo. Con tanto ímpetu que trató de abrir la puerta trasera del coche por su cuenta. Chen salió a darle las gracias mientras le pedía que se calmara y que no abriera el portón. Por el lado opuesto del vehículo, Shishi salió a ver qué ocurría y dejó a Liao dentro de su mochila sobre el asiento de copiloto.

La confusión con el motorista que los ayudaba aumentó cuando este tiró al suelo los documentos del seguro que Chen estaba consultando. Segundos después, el buen samaritano se marchó sin dar más explicaciones.  "Todo pasó en muy poco tiempo", trata de explicar Chen.

Cuando Shishi regresó a su asiento, se percató de que el transportín de Liao ya no estaba. Esta era la segunda vez que le robaban un animal de compañía. Años atrás, en China, le sustrajeron un perro de la misma edad que Liao. Shishi se quedó tendida en el suelo, llorando, incapaz de reaccionar. Chen asumió al mando. Recordó que en la mochila de Liao, ella guardaba la tableta electrónica. Activó el geolocalizador del dispositivo y llamó al 112.

La sala de control de los Mossos captó en la angustia de Chen que no era un animal cualquiera, que para ellos era "casi como un hijo", explican fuentes policiales. Mandó una patrulla a atenderlos y guió a otra, siguiendo la ubicación de la tableta, hasta una calle de la Barceloneta. Esta segunda dotación vio cómo una pareja de hombres entraba en un edificio cargando una mochila como la descrita por Chen. Los policías los siguieron y localizaron la puerta del piso. Tocaron el timbre.

Los ladrones abrieron y dejaron pasar a los policías –legalmente podían negarse sin una orden judicial–. En aquel piso encontraron la mochila sustraída y en su interior a Liao. La pareja china, que llegó instantes después para reencontrarse con su gato, reconoció a los dos hombres como los motoristas que habían querido ayudarles en Marina y que, en realidad, eran quienes habían reventado su neumático. Dos sospechosos habituales arrestados en 24 y 13 ocasiones, respectivamente.

Posiblemente los ladrones no sabían que la mochila que se habían llevado escondía un gato. Y no uno cualquiera, uno con esmoquin, un aristogato.

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