EL AVANCE DE LA PANDEMIA

Barcelona huele a confinamiento

Del mismo modo que tomamos Collserola cuando nos dejaron salir, la escalada de restricciones y el temor a un nuevo encierro vuelven a llenar la montaña de gente

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Carlos Márquez Daniel

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Barcelona pasó a la fase 1 del tablero de la pandemia el 25 de mayo. No se podía salir del municipio, pero sí llegaba, al fin, el esperado tránsito del hogar hacia la calle, que incluía la apertura de tiendas y locales de restauración, aunque con restricciones.  Cinco meses después, la capital catalana experimenta un curioso 'déjà vu' en sentido opuesto, sin tanta sensación de jaula pero con el temor de que ahora estamos a las puertas de volver al confinamiento. El cierre perimetral impuesto por el Govern, aliñado por el toque de queda de 22 a 6 horas y el resto de cosas prohibidas o cerradas, han derivado en un fin de semana de vida al aire libre, sobre todo en Collserola. Ha ayudado mucho el tiempo primaveral, pero más lo ha hecho esa sospecha de que, en nada, nos vuelven a meter en casa. 

Hay una norma no escrita por la cual, si cierran los centros comerciales, todos a la carretera de las Aigües.  O a la playa, o a Montjuïc. A los parques no tanto, ya que Barcelona es una de las grandes ciudades con menos verde por habitante. El más grande es el de la Ciutadella, con 31 hectáreas, de las que la mitad pertenecen al zoo de Barcelona, que está cerrado. Subir a Vallvidrera en coche se ha convertido en una procesión con un 'tête de la course' copado por bicicletas solo adelantadas por una manada de Montesa Impala que han aprovechado el sábado para sacar la moto que la zona de bajas emisiones les obliga a guardar en barbecho de lunes a viernes. El largo paseo de las Aigües, en el tramo desde la plaza de Mireia hasta el funicular del parque de atracciones, como una semana santa en Sevilla. Con el añadido, inquietante, de que los ciclistas y los corredores no llevan mascarilla, con lo que, unido a la falta de distancia, quedan derrocados de un plumazo dos de los tres mandamientos del covid. Se salva el tema de las manos. 

El parque natural de Collserola, que este mes ha cumplido 10 años, ha vivido una intensa jornada en todas sus vertientes. Los accesos desde los nueve municipios que rodean el perímetro de estas 8.295 hectáreas han presentado una de las entradas más abundantes del año. Sin incidentes, pero lejos quedan esos dos meses en los que la fauna anidó y se entregó a la coyunda en lugares insólitos hasta la fecha gracias a la tregua humana derivada del confinamiento. En el pantano de Vallvidrera, que fue vaciado hace un par de meses para retirar especies invasoras (tortugas y peces lanzados por humanos y  que se comen al bicho nativo, sobre todo, a la rana Reineta) Miguel da por casi seguro el confinamiento. Pone el ejemplo de países vecinos y dice que ahora, como mínimo, ya tenemos algo de entreno y sabemos de qué va. "Hacía tiempo que no andábamos tanto, pero más vale esto que quedarse en casa". Se marcha con su pareja e hijo camino de la carretera de Molins, donde tienen el coche. 

Recuerdo escalonado

En los cementerios parece que ha calado el mensaje de las autoridades. Todo eso de escalonar la visita a nuestros muertos. No ha habido grandes aglomeraciones y el merecido recuerdo y homenaje a los que ya no están ha podido celebrarse sin problemas. Montjuïc, Poblenou, Sant Andreu, Horta, Sant Gervasi, Sarrià, Sants y Collserola, todos los camposantos han abierto entre las 8 y las 18 horas y lo volverán a hacer el domingo. 

La playa ha tenido menos éxito que Collserola, pero nada mal para tratarse de un 31 de octubre. Mucho ha tenido que ver que diera, incluso, para darse un baño, pues parece ser que el agua está más caliente que lo que cabría esperar a estas alturas del almanaque. Alguno que otro se ha aventurado, amén de los que practican pádel surf, que son deportistas pero no tontos y usan trajes de neopreno. La ocupación del litoral, según el ayuntamiento, ha sido del 30%. También frente al mar se respiraba cierto aroma a preconfinamiento. Andrea, tomando el sol tumbada sobre la chaqueta, expresaba su deseo de poder seguir saliendo a la calle. "En cualquier caso, si nos encierran, solo podremos echar de menos el aire libre".

Esa es quizás la mayor diferencia respecto a la fase 1 del mes de mayo. La restauración funcionaba a medio gas, pero funcionaba. Ahora, solo se puede echar mano del 'take away'. Este sábado, sin ir más lejos, era prácticamente imposible conseguir un pollo asado en toda la ciudad. No digamos ya la cultura, que aunque la 'consellera' del ramo dijo el lunes pasado que era un lugar segurísimo, también ha tenido que bajar el telón. Da la sensación de que los de arriba buscan un confinamiento voluntario, que solo siga en pie lo mismo que en marzo y abril, servicios esenciales, transporte público y sanidad. Ahora debería añadirse la escuela, pero vete a saber. En cualquier caso, el miedo a que nos metan en casa tiene una cosa buena: ha tapado el cansino debate de estas fechas: ¿castañada o 'halloween'?

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