tiempos pandémicos

De palacete burgués a residencia del nómada digital del siglo XXI

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Gemma Tramullas

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El lujoso hotel Savoy de Londres fue durante años la residencia del actor Richard Harris, recordado sobre todo por su papel en ‘Un hombre llamado caballo’. Hasta poco antes de su muerte, en 2002, el intérprete vivió en una ‘suite’ y trabó amistad con las personas sintecho que pernoctaban en los alrededores, a quienes no solo invitaba a ingentes cantidades de cerveza Guinness sino que ofrecía trabajo en cuanto quedaba un puesto libre en la plantilla del hotel.

Ante la crisis del turismo de masas provocada por la pandemia, muchos establecimientos hoteleros de las grandes ciudades están ampliando esta función residencial de media y larga estancia, que hasta hoy era más bien anecdótica. Y lo hacen dirigiéndose a una nueva élite, los nómadas digitales, que por precios desde 1.300 euros al mes prefieren vivir en un hotel de lujo a alquilar una vivienda.

En las múltiples vidas del edificio que hoy alberga el hotel Cotton House de Barcelona se materializa la frase del geógrafo alemán Friedrich Ratzel de que “en el espacio leemos el tiempo”. Construido en el siglo XIX como vivienda para una familia de la alta burguesía, a mediados del XX pasó a ser sede de la patronal algodonera; ya en el XXI se convirtió en hotel de lujo; durante el confinamiento fue el primer hotel-salud para enfermos de covid-19, y ahora apuesta sobre todo por extranjeros que eligen Barcelona para teletrabajar en proyectos de varios meses.

Es el momento de captar al programador de Silicon Valley que cobra 130.000 euros al mes”, apunta el experto en turismo y hoteles Fernando Gallardo.

Arquitectura de estatus

Antes de profundizar en este punto hay que retroceder 140 años en la historia de la ciudad. En 1879, el empresario algodonero y del ferrocarril Miquel Boada i Vilumara le encargó al arquitecto Elies Rogent i Amat la construcción de una residencia familiar, una obra seria, clásica y jerárquica por fuera pero con unos interiores de lujo, que no dejara dudas sobre el estatus social de sus propietarios. El edificio se levantó en una Gran Via que aún era un yermo.

La historia sepultó el apellido Boada i Vilumara, entre otros grandes de la burguesía industrial barcelonesa, y en 1957 el Palacete Boada fue adquirido por la patronal algodonera (la actual Aitpa, Asociación de Empresas Textiles de Proceso Algodonero). “No hemos podido averiguar por qué se fueron los Boada, pero en el momento de hacer la compra la vivienda estaba cuarteada para alojar a otras familias y hubo pleitos para sacarlas de allí”, explica Josep Maria Botet, secretario general de Aitpa.

La Casa del Cotó

Para adaptarlo como sede de una de las industrias más poderosas de la época, donde llegarían a trabajar hasta 400 personas, el arquitecto Rubió i Tudurí conservó la fachada, levantó tres pisos sobre las dos plantas originales y construyó una escalera de caracol colgante que es una de las joyas del edificio. Las solemnes habitaciones se convirtieron en salas de juntas y despachos. Nacía la Casa del Cotó, cuya historia ha quedado plasmada en el libro del mismo título que Aitpa editó en 2017.

En el último tercio del siglo XX, las montañas de dinero generadas por el textil (incluido el lado oscuro de la explotación de trabajadores en fábricas y campos de algodón) pasaron a otras manos. En 2015, Aitpa se trasladó a un despacho justo enfrente de su antigua sede y alquiló el edificio a unos operadores hoteleros que conservaron la decoración original y solo tradujeron el nombre por mor de la globalización. Nacía el hotel Cotton House.

El primer hotel-salud

En el último tramo de su historia, el palacete ochocentista se transformó en el primer hotel-salud de Barcelona. “El 14 de marzo se decretaba el estado de alarma [el primero] y el día 22 entraba el primer paciente por la puerta”, cuenta con orgullo Maraya Perinat, operadora junto a Jose María Trénor del Cotton House y los hoteles Praktik, entre otros establecimientos.

Y así llegamos a la situación actual. El hotel reabrió el 1 de julio y actualmente la ocupación está al 20%. La empresa calcula que pasarán por lo menos dos años hasta que se recupere el nivel de ocupación y para capear el temporal se han reinventado: “En nuestros hoteles ofrecemos habitaciones para clientes de larga estancia -explica Perinat-, que pueden ser estudiantes de máster, gente que teletrabaja, que antes compartía piso y que no quiere comprometerse con un contrato de alquiler. También hay algunos casos de familias que se han instalado en el hotel mientras hacen reformas en casa".

Los precios arrancan desde 1.300 euros al mes por una habitación en el Cotton y 550 euros en los Praktik. Se trata de una versión cinco estrellas de las iniciativas de coworking y coliving nacidas de la economía colaborativa, un concepto nuevo de arrendamiento en el ámbito hotelero que aún no está regulado legislativamente. Perinat afirma que trabajan para "abrirse a la ciudad, establecer simbiosis con la población local y evitar que el hotel sea una burbuja".

“El turismo volverá pero no se puede aguantar hasta entonces solo ofreciendo descuentos, hay que redefinirse -opina Fernando Gallardo, que está en contacto con más de mil hoteleros-. La pandemia ha acelerado transformaciones que ya estaban en marcha y el concepto de media estancia, de uno a tres meses, será la fórmula que tendrá más repercusión en España, aunque afectará más a la vivienda turística que a los hoteles”.

Vender o cerrar

Gallardo calcula que la pandemia provocará “el cierre de un tercio de los hoteles y la venta de otro tercio a fondos financieros mayoritariamente de origen chino”, una predicción que encaja con la noticia de la venta del hotel Juan Carlos I a precio de mercadillo adelantada por 'El Confidencial'.

Solo un tercio de los hoteles sobrevivirán al covid-19 según este experto, que se atreve a hacer una predicción a más largo plazo: “Los adelantos de la biotecnología que aumentan la esperanza de vida permitirán a hacer turismo a personas de 70 a 100 años”. Nace así el próximo "nicho" (nunca mejor dicho) de mercado: el hotel-geriátrico.

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