EL CENTRO DE LA CIUDAD, A DEBATE

Objetivo: devolver la vida a la Rambla

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Natàlia Farré

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La Rambla. Nunca ha sido una vía monumental ni siquiera una gran avenida, pero siempre ha sido la espina dorsal de Barcelona. Es el paseo más conocido (y controvertido) de la ciudad. Y fue el más concurrido. En pasado, porque hoy son pocos los que circulan por lo que en su día fue riera natural. El turismo desterró hace tiempo a los locales (residentes y ocasionales) y el covid-19 ha hecho lo propio ahora con los foráneos. El resultado son persianas bajadas y una vía vacía. No hay vecinos, no hay barceloneses, no hay barrio. De manera que La Rambla amanece tan desierta como anochece. Un paisaje desolador. Y un grito desgarrador de alerta: “La Rambla se muere. Hay que actuar ya”. El clamor lo comparten vecinos (los pocos que quedan) y comerciantes. También, el ayuntamiento. Y los arquitectos que ganaron el concurso internacional de su reforma. Una convocatoria innovadora que planteaba tanto la reurbanización física de la arteria como las estrategias de actuación sobre vivienda, comercio, cultura y accesibilidad.

El covid ha puesto en evidencia que lo que parecía un problema es una tragedia: la calle vive de y para el turismo, ergo sin visitantes ni residentes ni barceloneses solo hay la nada

No bastaba con arreglarle el aspecto, había que curarle también el alma y recuperarla como espacio ciudadano. Las buenas intenciones tienen fecha del 2017, cuando el consistorio convocó el concurso urbanístico para su mejora. Entonces, la lenta pero inexorable degradación del paseo ya no se discutía, pero la pandemia ha evidenciado que lo que parecía un problema es una tragedia: la calle vive de y para el turismo, ergo sin visitantes ni residentes ni barceloneses solo hay la nada. De ahí, del desierto actual, la iniciativa del miércoles pasado reclamando una mejora que lleva tiempo en barbecho. El día en cuestión, la asociación mayoritariamente de comerciantes <strong>Amics de La Rambla</strong> colocó un contador en el paseo para visibilizar el retraso que lleva la reconstrucción de la arteria. La contramanifestación fue a cargo de otros vecinos, los que forman SOS Rambla. No en vano ambas asociaciones coinciden en exigir la mejora de la vía pero difieren en el cómo afrontarla.  Mientras, el ayuntamiento va perdiendo ambición por el camino. 

Nada nuevo bajo el sol

El marcador arroja 1.607 días porque toma como punto de referencia el 27 de junio del 2016, jornada en que el consistorio aprobó el Plan de Ordenación de la Rambla, pero podrían ser más si se remonta a los primeros estudios sobre el paseo, realizados en época de Jordi Hereu. El concurso urbanístico se lo llevó la UTE Km-Zero con la arquitecta (y exconcejala de Ciutat Vella) Itziar González como cabeza visible de un equipo interdisciplinar dispuesto a repensar la Rambla desde una visión integral, de proximidad, social y urbanística, y con la voz del vecindario incorporada. Vamos, que estaba claro que no solo se trataba de adecentar su aspecto físico sino también de incidir en sus problemas estructurales: lo dicho, falta de masa vecinal y exceso de monocultivo económico para bailarle el agua al turista. En julio del 2018 se presentó el anteproyecto en sus dos vertientes: la puramente pétrea y la que encaraba la reforma habitacional, cultural, comercial y de accesibilidad. Y hasta ahora.

En el 2018 se presentó el anteproyecto de mejora en sus dos vertientes: la puramente pétrea y la que encaraba la reforma habitacional, cultural, comercial y de accesibilidad

Nada nuevo bajo el sol en una ciudad con tendencia a posponer reiteradamente sus grandes reformas. Pero ya sea por necesidad comercial, por reivindicación vecinal o por vergüenza institucional, todo apunta a que, una vez más, algo se mueve en la Rambla. Ni que sea de boquilla. El consistorio admite la necesidad de mejorarla pero se escuda en lo financiero para no dar plazos: “Con la crisis del covid-19 la situación es la que es, y además está por ver cómo queda la disputa con el Estado por los remanentes. Cuando todo esté medido y cuantificado ya se verá qué obras se hacen”. Palabra de Jordi Rabassa, regidor de Ciutat Vella. De momento, más de dos años después desde su presentación no se ha aprobado el proyecto ejecutivo de la reforma urbana (la pétrea). De la parte estratégica (esa que busca vecinos y barceloneses) ni siquiera se ha pedido proyecto ejecutivo. Se acabó con el básico. 

Critica al ayuntamiento

“Será en la comisión de urbanismo de noviembre o diciembre”. Así se despacha el edil ante la pregunta de cuándo se aprobará el proyecto ejecutivo de las obras arquitectónicas (acto que no implica empezarlas). Aunque esto tampoco es nuevo, al final del último mandato se anunció su aprobación y no se hizo. Sobre las estrategias de vivienda, cultura, comercio y turismo, el concejal afirma que se están trabajando con las diferentes áreas implicadas del ayuntamiento sobre las bases diseñadas por el equipo de González. De ser así, no hay por qué ponerlo en duda, el proyecto se ha corrompido pues su autora involucró a los vecinos en su diseño y con ellos había que seguir contando en todo el proceso. No ha pasado. 

No basta con arreglar, el espacio físico, "el mayor problema de la Rambla es la falta de vecinos hasta que no se entienda esto, no se solucionará su degradación"

“El ayuntamiento se ha portado fatal. Se ha olvidado de todo. Lo único que sabe hacer es ampliar aceras y poner adoquines. El tema económico, cultural y de vivienda no sabe cómo afrontarlo. Es una lástima que se haya perdido el espíritu comunitario del concurso”. Quienes así se expresan son los vecinos  agrupados en SOS Rambla  -“somos una radiografía del paseo, pocos pero resistentes”-, para ellos la primera medida a tomar debe pasar por “una política de vivienda de todo tipo. Ya que el problema más importante que tenemos es la falta de vecinos, hasta que no se entienda esto, no se va resolver la degradación de la Rambla”. La asociación también asegura que con los vecinos llegaría el comercio de proximidad y de calidad, y que si, además, se trabajara el potencial cultural de la arteria, que es mucho, se dignificaría la calle y volverían los barceloneses. “Se trata de recuperar el paseo como un paseo digno de la ciudad. Luego, las obras acabarán dignificando el espacio”. 

Deacuerdo en las cifras

Desde Amics de la Rambla no lo ven igual. Para ellos el proyecto de reforma arquitectónica es vital: “Va demasiado lento, llega tarde y debe empezar a hacerse ya”. No están en contra de la mejora comercial, habitacional y cultural pero aseguran que eso “requiere otras normativas” y que la idea del proyecto de González parte de “una diagnosis no científica de que hay 48 vecinos”. Con la Iglesia hemos topado. El número de residentes en el barrio es algo en lo que no hay acuerdo. Los comerciantes aseguran que son muchos más y dan por buena la cifra de casi 700 salida de un censo encargado por el ayuntamiento. González lo niega: “Me ratificó en el trabajo de campo que hice, puerta a puerta, hay poco más de un centenar”. La misma cifra que da por buena SOS Rambla: “Basta con ver la cantidad de edificios vacíos que hay”. 

En todo caso, la exconcejala afirma que lo importante no es tanto la cifra como poner énfasis en que “no tiene sentido no atender las necesidades habitacionales del centro histórico. El Gòtic está vacío. Esto no puede ser”. Alerta, además, que limitar la reforma a la parte más arquitectónica es un peligro: “Vaya por delante que me gustaría mucho ver la reurbanización realizada, pero el proyecto se concibió ligado al desarrollo de las estrategias y sin ellas se corre el peligro de que las plusvalías, la mejora de la calle realizada con dinero público, no revertirán en la comunidad sino en el privado”. Algo parecido opinan los vecinos: “Hacer solo las obras es poner una alfombra roja al turismo y provocar la subida de precios de los comercios y viviendas. Es favorecer la especulación y la gentrificación”. 

Una reurbanización que en la parte inferior del paseo, la primera que se atacará, supondrá hacer llegar la Rambla al mar eliminado los viales que la separan de Colón y de Drassanes, y ganar un montón de metros cuadrados que se destinarán a espacios verdes. 

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