37 registros

Los jefes de la mafia desarticulada en el Raval mandaban desde la cárcel

Guillem Sánchez

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Más de mil agentes de los Mossos d’Esquadra, la Guardia Urbana y el Cuerpo Nacional de Policía han desplegado este miércoles a las 8.00 horas una nueva macrooperación contra una organización que controla pisos de la droga en el centro de Barcelona. Han arrestado a 61 personasregistrado 37 domicilios e intervenido más de 6 kilos de heroína y cocaína, 2 de anfetaminas y 350 plantas de marihuana. Algunos de los pisos eran moradas de jefes de la mafia, otros eran 'guarderías' de la droga y un tercer grupo más reducido funcionaba todavía como narcopisos –lugares en los que los compradores podían inyectarse la heroína–. 

Es la tercera gran redada en dos años que se focaliza en el Raval. La primera tromba policial –operación 'Bacar'– se lanzó el 29 de octubre del 2018 contra la mafia dominicana que dominaba 26 narcopisos. Se saldó con la detención de 70 personas. La segunda –operación 'Suricat'– recayó sobre la mafia pakistaní el 20 de junio del 2019, un entramado que había rellenado el vacío de los traficantes dominicanos. Se practicaron 35 registros con 50 personas detenidas.

La de este miércoles, la operación 'Coliseo', ha librado de nuevo contra los mismos narcos de origen pakistaní que ahora se habían aliado con un grupo de ciudadanos de origen rumano que asumía tareas subsidiarias de reparto en la vía pública y otro de ciudadanos de origen nigeriano que suministró la droga durante el confinamiento a través de 'mulas' –viajeros que la esconden en su equipaje o en su cuerpo– procedentes de Pakistán e Inglaterra. Los principales jefes pakistanís arrestados en la 'Suricat' seguían dando las órdenes desde la cárcel

Investigadores de la UI de los Mossos y del GDU de la Urbana detectaron a finales del verano del 2019 en los aledaños de la narcosala de Baulard la presencia de 'pasadores' que vendían dosis de heroína adulterada. Esto tuvo dos consecuencias devastadoras: dificultó el objetivo de estos centros sociosanitarios –lograr que los consumidores se acerquen a la metadona para desengancharse– y llenó plazas cercanas de jeringuillas, orín o heces fecales. Eduardo, presidente del 'Grup d’Amics d’Arc del Teatre', explica que denunció la situación "cientos de veces" e incluso reunió 300 firmas para entregar en el Ayuntamiento. La situación se agravó con la pandemia dado que la convivencia en la vía pública con consumidores degradados por la adicción acrecentó el miedo al contagio entre el vecindario. El coronavirus también ha retrasado mucho una operación dirigida por el juzgado de instrucción número 7 que habría llegado antes sin unas restricciones que redujeron las posibilidades de intervenir cantidades comprometedoras de estupefacienes.

Trata de seres humanos

Detrás de estos 'pases' de droga en la calle había camellos de la misma organización pakistaní desarticulada meses antes, según los Mossos y la Urbana. La misma conclusión a la que llegó la Policía Nacional tirando de otro hilo: el de la trata de seres humanos. En la investigación de 'Suricat' ya se acreditó que el núcleo del entramado explotaba a compatriotas obligándolos a vender droga en pisos o haciendo de captadores en la calle, usando la venta de latas como un disfraz para ofrecer marihuana, cocaína, marihuana o viagra. Este funcionamiento se ha mantenido y ha permitido a la red regenerarse en poco tiempo. 

Cambio de modelo

Con el fin de la mafia dominicana se logró frenar la proliferación de los narcopisos y regresar al modelo añejo de los pisos de la droga, donde se venden dosis, pero a diferencia de los primeros no se ofrece a los clientes la posibilidad de inyectársela sin salir a la calle. La diferencia no es menor dado que los primeros condenan a las comunidades vecinales a lidiar diariamente con los toxicómanos en el rellano, un proceso que deteriora los espacios comunes hasta límites inimaginales. En la Suricat, la cifra de domicilios considerados narcopisos fue mucho menor. Y en la 'Coliseo' esta proporción ha descendido de nuevo, en parte porque los traficantes habían optado por trasladar el grueso del trapicheo a la vía pública y dificultar así la tarea policial de hallar los domicilios en los que se guarda la droga. 

En el Raval, la población de Pakistán representa un 20% de los habitantes, según datos del Ayuntamiento de Barcelona, y la inmensa mayoría no tiene ningún vínculo con el narcotráfico.