HALLAZGO SORPRENDENTE

Un pez exótico en el puerto de BCN alerta sobre la invasión de especies

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Michele Catanzaro

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El 16 de noviembre de 2019, el submarinista Luís Barreto Cedeño se hizo con un pescado muy llamativo, a unos diez metros debajo de la superficie del mar, cerca del espigón del puerto de Barcelona. El pez se parecía a una dorada grande, con dos barras negras en la cabeza, aletas de un color entre amarillo y naranja y un punto del mismo color en la mandíbula. Al salir del agua, Barreto subió una foto a un grupo de mensajería de submarinistas. Horas después, se disponía a cocinar el pescado.

Pero en ese grupo está Alfredo García de Vinuesa, biólogo del Institut de Ciències del Mar (ICM), que le envió un mensaje para que desistiera cuando estaba a punto de hacer los cortes para las rodajas de limón. "Era de la familia de los espáridos, como las doradas y los sargos, pero con un dibujo muy tropical", explica García de Vinuesa.

Barreto no dudó un instante en cambiar de receta y pasar el ejemplar capturado al congelador con la idea de donárselo al ICM, donde ahora sus restos descansan en una solución de etanol.

Pez del Mar Rojo

En el instituto, García de Vinuesa (junto con otro investigador del centro y un colaborador en Italia), identificaron el espécimen como un macho maduro de 'Acanthopagrus bifasciatus',hallazgo que acaban de publicar en la revista 'BioInvasions Records'.

Este pez no debería haber estado donde lo pescó Luis Barreto Cedeño. Su ambiente natural es el Mar Rojo y las costas occidentales del Océano Índico. Es la primera vez que se observa en el Mediterráneo Occidental, pero ya se vio otro ejemplar cerca de Túnez en el 2010. Algunos submarinistas dicen haberlo avistado también en Egipto en el 2013 y otra vez cerca de Barcelona en el 2017, pero no hay pruebas fotográficas de ello.

¿Cómo se había colado la dorada "de doble barra" en el Mediterráneo? A los autores no les consta que la especie se encuentre en acuarios, pues ven improbable que se haya escapado de uno. Es imposible que entrara por el estrecho de Gibraltar, muy lejos de su hábitat. Solo queda el Canal de Suez. A raíz de sus ampliaciones y modificaciones, este se ha convertido en una autopista de decenas especies invasoras. Pero el 'Acanthopagrus bifasciatus' no es un gran viajador. "Para llegar a Barcelona deberían migrar durante años", afirma García de Vinuesa. Según el investigador, la clave está en que se encontró cerca de uno de los mayores puertos del Mediterráneo. "Lo más probable es que hubiera llegado en las aguas de lastre de un barco", concluye.

El dilema de las aguas de lastre

Las aguas de lastre, que se emplean durante la navegación para mantener la estabilidad, se deben aspirar y expulsar con filtros y sistemas de esterilización, según un convenio de la Organización Marítima Internacional que entró en vigor en el 2017.

"Algo debe estar fallando en los protocolos para controlar las aguas de lastre. Como ha llegado esta especie, pueden llegar otras con más potencial invasivo", afirma García de Vinuesa. El investigador pide un muestreo biológico en la zona y ya se ha puesto en contacto con asociaciones de pesca submarina para que alerten si ven más ejemplares.

El Canal de Suez
se ha convertido en una autopista de especies invasoras

Javier Romo, responsable de medio marino del Port de Barcelona, ve improbable que el ejemplar llegara en aguas de lastre. "El control de los sistemas de gestión del agua de lastre es sistemático y se aplica alrededor de una cuarta parte de los buques", afirma.

"Las probabilidades de que un pez bastante grande sea absorbido y expulsado vivo por el sistema después de días de viaje son bajas", afirma Bella Galil, del Museo de Historia Natural Steinhardt (Israel), experta en la problemática de Suez, no implicada en el trabajo. Galil cree que podría haber poblaciones establecidas en el Mediterráneo. Pero no hay fotografías que lo demuestren, lo que es extraño en un pez tan vistoso.

El papel del calentamiento

Sea cual sea la forma en que llegó a las aguas de Barcelona, García de Vinuesa duda que la especie se haya establecido. "Tiene mucha competencia: hay 23 espáridos nativos de la costa catalana", observa. Además, las aguas de Barcelona son mucho más frías que las del Mar Rojo.

El aumento de la temperatura
ayuda a que se asienten peces tropicales en el Mediterráneo

Pero esto último está cambiando. "Hasta ahora, las condiciones climáticas en el Mediterráneo Occidental han sido una barrera. Pero con el calentamiento global les va costando menos asentarse", afirma el científico.

"Estamos viendo peces que viven en los corales adaptarse a infraestructuras humanas. O especies tropicales que sobreviven en aguas profundas, donde la temperatura es más baja. La naturaleza nos sorprende", observa Galil.

Es pronto para decirlo, pero un vistoso pez exótico en el puerto de Barcelona podría ser la avanzadilla del futuro, que no es precisamente de colores, que nos depara el calentamiento.

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