PRUEBA DIFERENTE

La Mercè, un modelo para las carreras en la era del covid-19

Noelia Román

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Como si fuera una carrera de fórmula 1. O de Moto GP. Así salieron este sábado los 1.500 corredores que hicieron de la Cursa de La Mercè la primera carrera popular de alto nivel que se disputa de manera presencial en España desde la irrupción de la covid-19. 

Quedará en los anales del atletismo: una salida por filas, de seis en seis, con intervalos de cinco segundos, en varias tandas. Y marcará tendencia en estos tiempos de coronavirus en los que casi nadie se atreve a ir un paso más allá.

Competir ahora es imaginar; visionar la fórmula que permita seguir haciendo lo mismo de otra manera. Los organizadores de La Mercè la encontraron a base de muchos cálculos. Entre ellos, los que hizo Andreu Ballbé durante los tres meses de confinamiento para llegar a una conclusión: que, con una salida escalonada en número y tiempo, las carreras populares serían posibles. Su experiencia de atleta, su formación matemática y sus años como director de ChampionChip, la empresa que cronometra buena parte de las pruebas estatales, no podían fallar. Y no lo hicieron.

“Venía con bastantes dudas porque creía que habría más aglomeraciones y todo ha salido mejor de lo esperado”, dice un participante

“Ha sido una experiencia innovadora. Estamos acostumbrados a carreras multitudinarias, a salir todos juntos y esto ha sido completamente diferente. Me hubiera gustado que hubiera habido más ambiente, pero la organización ha sido muy buena. Todo estaba muy bien indicado”, señaló a EL PERIÓDICO Carmen Rodríguez, la segunda mujer de la primera tanda en cruzar la meta.

Dos tandas

¿Primera tanda? Sí. No es un error: hubo cuatro. Y mañana habrá otras cuatro. Es otro de los ingenios de los organizadores de la nueva Mercè, que optaron por desplegarla en dos jornadas para permitir que un total de 3.000 atletas la pudiera disputar sin contravenir las medidas sanitarias a las que obliga la pandemia.

Así, los 1.500 corredores de cada día se dividieron en cuatro grupos de 375, organizados según la marca con la que preveían completar los 10 kilómetros del recorrido. Los 375 primeros en salir, a las 8 de la mañana, cuando el sol aún luchaba por abrirse camino entre los nubarrones que habían descargado unos minutos antes, eran los más rápidos. Con su mascarilla puesta, habían llegado una hora antes a la zona de calentamiento, frente a la playa de Llevant; habían pasado el control de temperatura y habían depositado su mochila en una bolsa de plástico. De ahí, a trotar. Con o sin mascarilla. Al gusto. Pero espaciados. Unos 15 minutos antes de la salida, en tandas de 50, los llamaron a filas. Primero, se colocaron en tres hileras. Después, en seis, con, al menos, un metro y medio de distancia entre corredor y corredor.

“Hemos dado un pasito en la historia, hemos creado un nuevo modelo Barcelona de carreras covid”, dice el concejal David Escudé

Se veían contentos, impacientes, nerviosos. Todos llevaban por lo menos seis meses sin competir. Ansiaban oír el pistoletazo. Cuando sonó, los seis primeros se sacaron la mascarilla y echaron a correr. La segunda fila tomó la primera posición. Después, la tercera. Y así sucesivamente durante algo más de cinco minutos, hasta que se vació el primer cajón de 375. Otro hecho insólito: nunca antes todos los participantes habían partido de la primera línea de salida.

“Yo venía con bastantes dudas porque creía que habría más aglomeraciones y todo ha salido mejor de lo esperado. La organización ha sido muy buena y la actitud de la gente también me ha sorprendido gratamente: todo el mundo ha sido muy respetuoso con las medidas”, dijo a este diario David Jiménez, un diseñador que corre y escribe sobre atletismo popular.  

Evitar aglomeraciones

Evitar las aglomeraciones, precisamente, había sido durante meses la gran preocupación de los organizadores que, con la primera tanda en meta, ya se mostraba segura del éxito de su apuesta. “¡Estamos haciendo historia, estamos haciendo historia!”, le susurraba un integrante del equipo organizador a una compañera.

“Invertimos mucho tiempo en pensar cómo hacer para que no se acumulara la gente en la carrera y fuera de ella”, constató a EL PERIÓDICO José Luis Blanco, ex campeón de España de 3.000 obstáculos y director técnico de la Mercè. “Lo hemos conseguido y estamos muy contentos, además, por la respuesta de la gente, que se ha comportado de manera ejemplar”, añadió, mientras observaba con satisfacción cómo los voluntarios preparaban sus fajos de mascarillas para entregar a los corredores que iban cruzando la meta situada en las pistas de atletismo de la Mar Bella. 

Sin apenas tiempo para recuperar la respiración, se la ponían, extendían las manos para que se las rociaran con gel y emprendían el camino hacia la zona de avituallamiento y guardarropía.

“La organización ha sido perfecta, pero se respira un aire triste”, observó Mayte Martín. “No poder abrazarte con los compañeros, ni darte besos, ni sacarte fotos grupales es lo que entristece”, declaró su amiga Eulalia Alonso. “Además, tanta medida sanitaria te hace estar siempre pendiente, en tensión”. “Pero lo importante es que hemos podido correr, que lo hemos hecho bastante espaciados y que incluso había gente que animaba a lo largo del recorrido”, añadió. Separadas por casi un kilómetro de distancia, la salida y la meta estaban cerradas al público que, no obstante, podía acceder al resto del recorrido o a las playas para disfrutar del mar.

“Hemos dado un pasito en la historia, hemos creado un nuevo modelo Barcelona de carreras covid”, se felicitó David Escudé, responsable de Deportes del Ayuntamiento de Barcelona y clave en el proyecto. “Estoy muy contento porque ha sido un éxito y hemos marcado tendencia: han venido organizadores de otras carreras y otros lugares para ver cómo lo hacíamos”, añadió Ballbé, mientras los últimos participantes encaraban la segunda y última vuelta del recorrido ya bajo el tórrido sol.

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