el reto de la cultura pese al covid

Barcelona no renuncia a su fiesta mayor con una Mercè reinventada

Tortell Poltrona será el pregonero de una celebración de pequeños espectáculos con cita previa

Ada Colau y Tortell Poltrona

Ada Colau y Tortell Poltrona / periodico

Carles Cols

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Los espectáculos serán de minúsculo formato, en contadas excepciones algo mayores, pero nunca con aforos superiores a las 800 personas. Serán siempre de día, entre las 11 de la mañana y las 10 noche, para evitar la siempre latente tentación de que haya quien pretenda alargar la fiesta por su cuenta hasta la madrugada. Para asistir a las actuaciones, habrá que reservar plaza. Serán unas 100.000, a lo sumo. El lunes se dirá cómo y, lo más imporante, para qué, es decir, el programa. No habrá ‘correfoc’, tampoco ‘castellers’, pero si un piromusical distinto, desde los cuatro puntos cardinales de la ciudad y que habrá que gozar desde los balcones, ventanas y tejados. Promete. En resumen, pese a la pandemia, habrá Mercè.

No habrá 'correfoc', tampoco 'castellers', pero el piromusical cerrará la fiesta con un formato prometedor

Tortell Poltrona, o sea, Jaume Mateu cuando se saca la nariz roja y va de incógnito, será el pregonero de esta atípica edición de la fiesta mayor de Barcelona. Sobradamente conocido por varias generaciones, este payaso, dicho con todos los respetos, fue una de las más felices ocurrencias de la Mercè del 2019. Los responsables del Institut de Cultura (Icub), engrasadísima sala de máquinas donde se gesta la fiesta mayor de la ciudad, delegaron en ‘Pallassos sense Fronteres’ la organización de un circo junto a la orilla del Besòs. Tortell Poltrona actuó, pero, sobre todo, estaba al frente, y el resultado fue magnífico.

Que ahora sea el pregonero de la próxima edición es fruto de aquello, pero también de la breve pero emocionante intervención que tuvo en la reciente celebración del Festival Grec, prueba del nueve, según la alcadesa Ada Colau, de que es posible retomar la vida cultural sin que ello sea motivo de alarma sanitaria. Ningún foco de la pandemia, ha subrayado Colau, ha estado vinculado a un espectáculo cultural y eso invita a proponer que la Mercè es viable e incluso recomendable.

Como es tradición, pregonero y cartel han sido presentados al alimón en lo que suele ser el primer timbre teatral de que está a punto de comenzar la Mercè. El tándem María López y Javier de la Riba, responsables del cartel, no pudo estar presente por motivos de trabajo en el acto oficial, pero sí Tortell Poltrona, que, conociéndole, será capaz de situar el listón del pregón allí donde en su día lo colocó, como un Serguéi Bubka de las palabras, Javier Pérez Andújar en el 2016. Solo con las breves explicaciones que dio tras ser presentado por la alcaldesa ya se intuyó que el del día 23 será un pregón a escuchar con atención.

La lección de Charlie Brown

Recordó una viñeta de Chalie Brown, Carlitos aún para algunos. En ella, Snoopy le pregunta a su dueño: “¿Un día nos vamos a morir?”. Y Charlie Brown le responde: “Sí, pero lo otros, no”. Con esta estupenda invitación a vivir la vida es como Tortell Poltrona cree que hay que encarar la actual situación, algo a considerar muy a pesar de lo que en su día dijo Pompeu Fabra para definir normativamente lo que es un payaso y que el pregonero tuvo a bien recordar: “Persona que por su conducta poco seria e inconsistente no merece ser tenida sino como un objeto de entretenimiento”.

Muy equivocado estaba Fabra. A través de su ‘troupe’ de payasos sin fronteras, Tortell Poltrona ha llevado a cabo una impagable labor de llevar risas a campos de refugiados desoladores. No solo eso. En esas expediciones, tal y como contó hace un año a pie de escenario, han llegado a improvisar actuaciones terapéuticas de noche para otros expedicionarios, los de Médicos sin Fronteras, derrumbados anímicamente por su labor de día.

El pregón de la pandemia, en resumen, será el de alguien que ha visto mundo, no en el sentido romántico de esa expresión, sino en el más crudo y real de sus significados.

María López y Javier de la Riba, miembros del colectivo Reskate, ya se asomaron al mundo de la fiesta mayor hace tres años, cuando decoraron la fachada de la sede del distrito de Gràcia durante la parranda estival de ese barrio. En esta ocasión, su aportación es un cartel oficial en el que no falta una explícita referencia a la pandemia. La protagonista es una niña con mascarilla que, sobre el dorso del dedo índice, sostiene una langosta. Es un guiño que merece una explicación.

Un guiño en el cartel

La Virgen de la Mercé desbancó a Santa Eulàlia como patrona de Barcelona porque los barceloneses de 1687 se encomendaron a ella para que pusiera fin a una terrible plaga de langostas que asolaba la ciudad y su entorno agrícola. La plaga, por lo que fuera, cesó y los ciudadanos con asiento en el Saló de Cent cumplieron con la palabra dada e iniciaron los trámites para que el Vaticano aceptara esa petición.

El cartel tiene un aire entre modernista y de ilustración de libro decimonónico, muy fiel, en realidad, a uno de los ‘vicios’ grafiteros de De la Riba, que hace cinco años despuntó entre el gremio del aerosol porque se colaba en edificios abandonados y pintaba falsos suelos de baldosa hidráulica en los suelos. Talento local.

Esa es, en esencia, la principal característica que destila la Mercè del 2020, cuyo programa exacto se dará a conocer el próximo lunes, día en que se precisará también el método para reservar plaza en los espectáculos. Los 3,8 millones de presupuesto serán un balón de oxígeno para el centenar largo de compañías que han sido contratadas, muchas barcelonesas, pero otras huérfanas de contrataciones por los estragos que la pandemia ha causado, por ejemplo, en la feria del teatro callejero de Tàrrega, que este año será básicamente virtual.

A la Habana, que iba a ser la ciudad invitada, se le ha dicho que otro año mejor, para invertir así en cultura local

La Mercè 2020 se celebrará, en resumen, porque es tradición, porque esta comprobado que se puede organizar un espectáculo con garantías sanitarias más que suficientes y porque, según el concejal Joan Subirats, ahora más que nunca es urgente “ayudar al tejido cultural de la ciudad”. A la que iba a ser ciudad invitada este año, La Habana, se le ha dicho que mejor en otra ocasión, de modo que esa parte del presupuesto destinada a traer artes escénicas desde el otro lado del Atlántico se destinará a compañías locales.

Con todo, habrá clásicos que este año no estarán en el programa, como el ‘correfoc’ o los ‘castellers’, a los que se dedicaban dos jornadas. La meta es programar actos que no desencadenen aglomeraciones. Algunas citas se convocarán en interiores de manzana, perfectos para controlar el aforo.

La fiesta será corta. Pregón el día 23 y fiesta estrictamente dicha los días 24, 26 y 27. Ese último, un domingo en el que no faltará el piromusical. Será un experimento. Habrá que sintonizar la música a través de la radio o de BTV y, después, buscar un mirador. Puede que la ventana de cada ya sirva. La pirotecnia se elevará desde cuatro puntas de la ciudad. Una vista de 360 grados puede ser muy emocionante, aunque suene raro, gracias a la pandemia.