primer capítulo

Un viaje en el tiempo por la Barcelona que resistió a múltiples epidemias

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Gemma Tramullas

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En los 20 años que Marga Arnedo lleva trabajando como guía oficial de turismo pocas veces había hecho una ruta para grupos en la que se sintiera tan implicada. Para la directora de ConèixerBCN, mostrar las huellas que las múltiples epidemias han dejado en la ciudad a lo largo de 2.000 años teniendo que llevar mascarilla por el covid-19 y recordando los relatos sobre la muerte de sus bisabuelos por la llamada gripe española tiene un impacto emocional que se contagia.

Esta es la primera entrega de una serie de artículos basados en el itinerario cultural titulado 'La Barcelona de las epidemias: una historia de lucha y superación', que visita lugares emblemáticos en la historia de la salud pública de la ciudad. Desde la peste negra del siglo XIV hasta el último brote de cólera (en 1979) y el azote del sida, pasando por la lepra, la tuberculosis, la fiebre tifoidea, la viruela y la fiebre amarilla, cada capítulo es un recordatorio de la vulnerabilidad y la resiliencia humanas.

La única erradicada

Actualmente, de las 65 enfermedades infecciosas reseñadas por el anuario epidemiológico de la Unión Europea solo una, la viruela, se considera erradicada. Según la OMS, actualmente una cuarta parte de la población mundial tiene la bacteria de la tuberculosis en estado latente y solo en 2018 1,5 millones de personas fallecieron por esta afección, que a pesar de todo tiene cura. Durante el mismo año, 405.000 personas fallecieron por la malaria. Hoy, 38 millones viven con el virus del VIH. La inmensa mayoría de enfermos y víctimas viven en países empobrecidos.

Nada más iniciar la ruta epidémica en la esquina de la Ronda Sant Antoni con la calle Sant Antoni Abad (que era el principal portal de entrada a la Barcelona medieval y donde los monjes antonianos detectaban y aislaban a los viajeros enfermos), Arnedo explicita la filosofía que guiará el trayecto: “Aunque parezca un tema duro y difícil en estos momentos, queremos ofrecer una mirada optimista –explica--. Ha habido epidemias en condiciones mucho más difíciles que las que tenemos hoy día y aun así siempre hemos salido adelante”.

Trasladarse en el tiempo

“Nuestro objetivo es intentar que la gente se traslade en el tiempo y vea que estas situaciones han aportado cambios de hábitos y mejoras a la sociedad –añade Lidia Santiago, que junto a Marga Arnedo, su hermana Clara y Míriam Jové son las cuatro conductoras de estos itinerarios--. Si comparamos entre antes y ahora, el balance es superpositivo”.

En grupo con auriculares

Las estrictas medidas de prevención por la pandemia del covid-19 obligan a no superar las 10 personas por grupo, utilizar auriculares nuevos y llevar los receptores de audio en una bolsita de plástico, así como a mantener la distancia de seguridad durante la hora y media larga de trayecto por las calles del barrio del Raval y el Gòtic. La ruta concluye en el paseo de Colón, símbolo de la ciudad portuaria y otra de las principales vías de entrada de enfermedades.

Las guías aportan documentación profusa sobre las condiciones de vida como caldo cultivo de epidemias. “En 1860 en el Raval había 242 fabricantes, la mayor parte del sector textil. Entre finales del siglo XVII y hasta el derribo de las murallas para construir el Eixample, la población de Barcelona se multiplicó no por 2, ni por 5, ¡sino por 17!”, apunta Arnedo durante una parada en la plaza del Pedró. En este  mismo punto está la capilla de Sant Llàtzer, un vestigio del Hospital dels Masells, que desde fines del siglo XII hasta 1906 atendió a enfermos de lepra.

Los estragos de la tuberculosis

En la ciudad superpoblada, exhausta, sucia y malnutrida del siglo XIX y parte del XX, la tuberculosis haría estragos. Al mismo tiempo, las epidemias recurrentes alumbrarían movimientos médicos como el higienismo, que reivindicaba el derribo de las murallas, y  proyectos urbanísticos como el Pla Cerdà que mejorarían la salud de los barceloneses y cambiarían la faz de la ciudad. Precisamente, otra de las paradas de la ruta es el dispensario antituberculoso del Raval, construido en 1933 por el arquitecto Josep Lluís Sert y hoy sede del CAP Raval Nord.

Una de las revelaciones de la ruta es que, pese a los avances tecnocientíficos, la reacción a una nueva pandemia no ha variado demasiado: detección precoz, aislamiento y cuarentena para romper la cadena de contagio. También son propios de las pandemias los mensajes contradictorios: “Las disputas incongruentes de los médicos más de una vez han devastado provincias enteras”, escribía en 1815 el galeno Ramon Merlí i Freixes, vocal de la Junta Superior de Sanidad.

Cada una de las cuatro guías tiene su estilo y concluye el itinerario de manera personal. Arnedo acaba leyendo un fragmento de 'La peste' de Albert Camus: “La plaga no está hecha a la medida del hombre y por lo tanto nos decimos que la plaga es irreal, que es una pesadilla que pasará. Pero no siempre pasa y, de pesadilla en pesadilla, son los hombres los que pasan”.

Lidia Santiago, en cambio, apuesta por abrir el debate con los participantes. Argumentos no faltan: “Una de las cosas reseñables –dice—es que la de coronavirus es la primera pandemia que se ha vivido sin grandes manifestaciones, disturbios ni militares poniendo orden en las calles”.  En comparación con el pasado, los barceloneses se han confinado con relativa docilidad, en un nuevo capítulo de equilibrio entre los valores de seguridad y libertad.

La próxima ruta está prevista para el 7 de agosto, aunque también pueden hacerse por encargo.

Mañana, el segundo capítulo de la serie se centrará en la madre de todas las epidemias: la peste.

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