Cocaína, heroína y 'speed ball'

Un narcopiso de Poble Sec mandaba 'comerciales' a la sala de venopunción de Baluard

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Guillem Sànchez

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El kiosco de prensa Pin-vi del Poble Sec de Barcelona cerró y un traficante de origen indio ocupó el espacio para convertirlo en un narcopiso. Los Mossos d’Esquadra lo desarmaron el pasado miércoles, 10 de junio, y lo arrestaron junto a otros cuatro colaboradores. Una sexta persona esquivó la operación policial y está en búsqueda y captura.

Los narcopisos, que se multiplicaron en el pasado por el barrio del Raval, siguen activos en el vecindario de La Mina (Sant Adrià de Besòs) y han brotado de forma insistente en el Gòtic y, con menos ganas, en el Eixample o Poble Sec. El clausurado esta semana estaba en unos bajos de la calle de Vila i Vilà, un paso de obras eternas que comprometió la viabilidad de un negocio de librería y prensa que hubiera vivido días incluso más duros con el coronavirus. Se trata de un local propiedad de los jesuitas que supieron en abril que había sido ocupado por traficantes y que su actividad atraía durante las 24 horas del día a una comunidad de toxicómanos. Los jesuitas denunciaron los hechos y la demanda civil para que el inmueble fuera desalojado estaba en marcha. La policía, sin embargo, llegó antes.

Alertados también por el malestar vecinal, la unidad de investigación del distrito de Sants-Montjuïc se interesó por el local y activó seguimientos para demostrar judicialmente cómo operaba. Durante las pesquisas los agentes se dieron cuenta de que salvo el ciudadano indio el resto de sospechosos eran simples consumidores –de nacionalidad española y pakistaní– que cumplían órdenes a cambio de dosis gratis. También notaron algo relevante: lo que hacían como empleados era ir al Centre d’Atenció Sociosanitària (CAS) de Baluard para captar clientes. Se acercaban a los toxicómanos que acuden a esta sala de venopunción supervisada, ubicada no lejos del antiguo kiosco Pin-Vi, y les informaban de la apertura de este piso de la droga. No solo eran captadores, también vendían a pie de calle a los que preferían no desplazarse hasta el local. 

Los Mossos hallaron en el interior de los bajos del carrer Vila i Vilà una gran cantidad de jeringuillas y de recortes de papel de aluminio, un rastro inequívoco de que el espacio funcionaba como un narcopiso. Es decir, ofrecía a los compradores la posibilidad de pincharse dentro del inmueble. El grupo arrestado traficaba con heroína, cocaína y con basuco –pasta base de la cocaína–. Entre las dosis intervenidas había también 'speed ball' –un cóctel de cocaína y heroína preparado para ser administrado por vía intravenosa–. Durante el registro aparecieron documentos que probaban que el jefe –que no tenía más ocupación que esta– había obtenido beneficios con el funcionamiento del negocio y que parte de estos habían sido enviados al extranjero. Al salir del local, los Mossos devolvieron las llaves a los jesuitas, que el jueves ordenaron a un albañil tapiar los bajos.

La fotografía que ilustra esta noticia fue captada por Álex R. Fischer y es casi un lugar común de los tiempos: un operario enladrillando la entrada de un inmueble convertido en narcopiso. Lo más interesante de los pisos ocupados para vender droga acostumbra a ser la historia que motivó su abandono por parte de los anteriores inquilinos. Da información sobre qué ha pasado en la ciudad y ahonda en los problemas de fondo. En el caso del Raval, tal como investigó EL PERIÓDICO, en la mayoría de narcopisos habían residido familias que no pudieron aguantar la presión de la hipoteca o del alquiler durante la crisis económica que arrancó en el 2008. Si los propietarios –en muchos casos bancos o fondos inmobiliarios, también particulares– no hubieran caído en la especulación y hubieran realojado a nuevos inquilinos, los traficantes no habrían podido ocupar nada. El pasado del kiosco Pin-Vi habla de otra crisis más vieja que la del 2008: si se vendieran más libros y más periódicos tal vez no habría existido jamás este narcopiso del Poble Sec.