desescalada urbana

Turismo vecinal en Barcelona

Patricia Castán

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Hubo un antes del covid-19, hubo un durante, y hay un después del susto y el confinamiento que ha cambiado por completo las postales cotidianas de Barcelona. En materia local, se ha pasado de la ciudad frenética y abarrotada en sus epicentros, a la insólita deserción casi apocalíptica de sus calles, hasta llegar a un presente de barceloneses salidos del letargo y a la reconquista de sus calles. Por partida doble, ya que hasta hace apenas unos días no podían salir de su municipio, a la par que nadie podía llegar a él de mera visita. El turismo vecinal se ha convertido en práctica forzosa, pero también gozosa.

Las calles vuelven a latir (a veces atropelladamente y perdiendo de vista los rigores de la pandemia) y sus barrios e iconos ofrecen un nuevo universo por descubrir, sin colas, porque los turistas de verdad aún están muy lejos, y con incentivos, porque la cultura cuesta ahora (temporalmente) menos dinero. Entidades, ayuntamiento, Turismo de Barcelona... invitan a hacer de visitante en tu propia urbe. Sea de sus atracciones o de rincones antes ignorados a falta de tiempo.

Los primeros en pensar que el renacimiento tras la sacudida del virus podía ser una oportunidad fueron los Amics de la Rambla. El vial más internacional de la ciudad a la par que más olvidado por los barceloneses hizo ya un llamamiento, a finales de abril y en boca de su presidente, Fermín Villar, para que los ciudadanos se atreviesen a recuperar su Rambla, ahora ávida de transeuntes, con el anzuelo esencial de su oferta cultural. Pero también de sus terrazas (sentarse para disfrutar de "la sala de rincones baile"), su gastronomía (esforzada en los últimos tiempos en menús para ciudadanos y no para marabuntas de paso) o sus rincones históricos. También llamaba a su comercio y servicios a ponerse las pilas para gustar a ese vecino al que expulsó, con esmero y precios. ¿Ha tenido éxito el intento?

Incentivos para la Rambla

Villar cuenta que la Rambla anda lánguida, no logra relevar aún sus ríos de guiris por barceloneses curiosos. Lógico, porque están desentrenados en la zona y aún son muchos los negocios (desde tiendas de suvenires a las de moda, o restaurantes) con la persiana bajada, acaso esperando a un turista con bermudas que tarde meses en regresar. Invita también a redescubrir una Boqueria que "luce más que nunca como mercado tradicional", con menos paradas abiertas de lo normal, pero mucho más género para llevarse al carro de la compra, y no a la boca del viajero.  Y pide en voz alta entrar en el cupo de las calles peatonalizadas los fines de semana, algo que en cambio no ha gustado a muchos comerciantes, en el caso de la Via Laietana, al complicar accesos en coche de compras hacia el Born o el Gòtic. Anuncia que muy pronto, de la mano con el consistorio, ofrecerán paquetes familiares, de ocio y culturales, que favorezan la inmersión.

Muy cerca, la plaza de Catalunya y la rambla de Catalunya, por poner ejemplos de recorridos céntricos, recuperan pulso a diario. Cada vez más afluencia, aunque aún mermada por efecto del teletrabajo que resta recorridos a pie. Y mientras los operadores lloran por el comprador extranjero perdido y sus tarjetas de crédito, los paseantes locales descubren menos colas. Tanto para comprar un capricho, como para entrar a un museo. En los ocho municipales abiertos esta semana aún es pronto para evaluar, señalan fuentes municipales. La alcaldesa Colau llamó  a redescubrirlos el martes. Con entradas a mitad de precio o franjas horarias de gratuidad, no hay excusa para mejorar la triste cuota local: apenas un 14% de los visitantes a museos son autóctonos.

Promoción a su tiempo

Marián Muro, directora de Turismo de Barcelona, explica a este diario que el plan de acción que impulsará el consorcio hasta diciembre pasará por distintas fases, en función de que la situación y la confianza del viajero permitan que la promoción tenga un retorno. De momento, asume que la vista está puesta en el viajero de la península o el que pueda llegar en coche a Barcelona (se darán facilidades de aparcamiento y desplazamientos internos en transporte público, afirma), para el cual preparan un reclamo: un marketplace (tienda de tiendas online) desde su web. Esta facilitará al visitante saber qué hoteles están abiertos, sus precios, la oferta de restauración o cultura, promociones y otros aspectos que inciten al destino. Y a sabiendas de que el proceso turístico aún será lento, lo propone para escapadas de proximidad a Barcelona desde el resto de comarcas, sea para alojarse o solo disfrutar de un día en la gran ciudad. Y en especial, para el vecino que hace años que no pisa el Museu Picasso, no se acerca al parque Güell o cena en pleno centro.

Hoteles desiertos

Precisamente, el parque Güell se ha convertido estos días en un edén local. No se contabilizan los visitantes y tiene entrada gratuita, pero es llamativo verlo sin viajeros de paso. Como rodear la Sagrada Família sin tener que sortear colas. En otros muchos casos, el residente simplemente callejea y callejea, tal vez por zonas que le resultan nuevas y que nunca había pisado aunque hubiera viajado al otro lado del mundo. 

Los hoteleros tienen claro que al turista le faltan meses para volver. Con apenas 40 abiertos entre más de 430, se estima que solo un 25% reabra en verano y la mayoría aguarde al otoño, cuenta el director del Gremi d'Hotels, Manel Casals. Creen que el viajero más cercano, tras un largo encierro, buscará ahora un escape de mar o montaña. "El turista internacional necesita recuperar la confianza", vaticina, con la vista puesta en la recuperación completa de cara al próximo Mobile de principios del 2021 y la certeza de que algunos alojamientos desaparecerán por el camino.

El Evangelio de la Rambla

Brevemente, he aquí los evangelios de la Rambla, por si es cierto que un efecto colateral e imprevisto de la pandemia de covid-19 es que, aleluya, los barceloneses vuelven a ella y resucita. Antes de contar en qué cruz y cuando murió, un par de apuntes sobre hasta qué punto ese paseo arbolado es el termómetro de la ciudad.
Primero. La Rambla existe desde que Pere III el Cerimoniós decidió ampliar el recinto amurallado hasta poniente del barrio del Raval. Hasta entonces, aquel espacio sin urbanizar era solo la frontera exterior de la ciudad. Sin pretenderlo, acababa de nacer así la Quinta Avenida de la Edad Media.

Segundo. La Rambla no adquirió el estatus de calle referencial de la ciudad hasta 1714. La decisión de Felipe V de borbonear el barrio de la Ribera, literalmente amputarlo, hizo que la vida social se trasladara lo más lejos posible de la temible fortaleza militar que se instaló en la Ciutadella. El lugar fue la Rambla, un paseo para ver y ser visto, pero eso, en una ciudad ya de por sí dada a los excesos. Lo que en la Rambla se podía ver era, una sola palabra, todo.

De ese icónico paseo se dice de un tiempo a esta parte que ya no es lo que era. Eso se habrá dicho decenas de veces a lo largo de su historia. Puede que en esta ocasión sea distinto. Lo que no tenía precedentes es que los barceloneses le dieran la espalda. Puestos a buscar una fecha para ese desamor, una muy simbólica de esa crucifixión antes citada seria septiembre del 2010. Fue entonces cuando abrieron sus puertas la media docena de chiringuitos que sustituían a las antiguas tiendecitas de pájaros y otras mascotas, sentenciadas por el ayuntamiento porque no se ajustaban a los nuevos tiempos animalistas de la ciudad. Sucedió durante el mandato de Jordi Hereu como alcalde, que no se esconde y acepta que fue un error. La reconversión de las antiguas pajarerías en chiringuitos de los nuevos tiempos turísticos fue un caballo de Troya en toda regla. Pasados 10 años, un minúsculo virus, lo que son las cosas, puede revertir la situación. - CARLES COLS

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