El urbanismo del desconfinamiento

Barcelona ampliará aceras y carriles bici para minimizar los contagios

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Carles Cols

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El Ayuntamiento de Barcelona redibujará la ciudad en los próximos días, en algunos casos literalmente, para que el desconfinamiento no impida mantener en la calle las aconsejables distancias de seguridad. La ecuación es fácil de plantear. La prioridad es que la vuelta al trabajo no conlleve el cotidiano hacinamiento en hora punta en el transporte público. El remedio, tal y como lo plantea el equipo de gobierno, no puede pasar por una vuelta al coche como principal sistema de movilidad, una tendencia que se ha apuntado sensiblemente durante los días del estado de alarma. La solución, en línea con las estrategias que están explorando con urgencia ciudades como Milán, París y Nueva York, se ha decidido que pase por una atrevida ampliación de aceras en zonas muy transitadas (no con obras, sino simplemente señalizando con pintura las nuevas áreas de viandantes) y con unas mayores facilidades para el uso de la bicicleta y el patinete como medio de transporte.

Así lo ha explicado la alcaldesa, Ada Colau, este sábado en una rueda de prensa en la que ha subrayado que Barcelona ganará 21 kilómetros para las bicicletas y patinetes como alternativa al coche en esta etapa de desescalada.

Su uso, eso obvio, no podrá ser masivo. Ni todo el mundo tiene bicicleta o patinete, ni tampoco son herramientas válidas para cualquier desplazamiento, pero se confía en que cada persona que opte por esta alternativa sea un pasajero menos en el metro o el bus o, mejor aún, un coche menos en la ciudad.

Colau ha subrayado que el Gobierno municipal no quiere volver a la contaminación que había en la ciudad antes de la pandemia. Así el consistorio ha previsto ganar espacio para peatones y bicicletas en detrimento de los coches. Para ello impulsará medidas como que Gran Via y Diagonal perderán los carriles laterales y se crearán 21 nuevos kilómetros de carriles bici, algunos compartidos con bus y vehículo privado. En estos carriles compartidos, la velocidad máxima será de 30 km/h. 

Las soluciones que se adoptarán son radicales en algunas calles. Los tres casos más representativos de esta osadía son los de Consell de Cent, Girona y Rocafort. Quedará en ellas un único carril de tráfico rodado, que compartirán bicicletas y coches, y nunca a una velocidad superior a los 30 kilómetros por hora. No habrá en ellas lugar para el estacionamiento en superficie. Serán tres calles que quedarán a un suspiro de ser totalmente peatonales.

Laterales peatonales

El segundo caso destacable es la transformación que experimentarán dos ejes tan fundamentales como la Gran Via y la avenida de la Diagonal. En el primer caso, el carril lateral de la vertiente mar, entre plaza de Espanya y Tetuán, se cerrará al paso de coches. En la Diagonal, eso mismo sucederá, también en la acera sur, entre la plaza de Francesc Macià y el paseo de Gràcia. Desde ahí y hasta la calle de Marina, el lateral cortado al tráfico será el del lado montaña. El espacio ganado se redistribuirá entre peatones y ciclistas con criterios que están pendientes de pulir. Lo desaconsejable parece que será la convivencia sin más. Al covid-19 llegó Barcelona con una suerte de jauja ciclista por las aceras a la que el equipo de gobierno, esta vez sí, quiere poner fin. También está por determinar la forma en que los coches que circulen por las calzadas centrales de la Gran Via y la Diagonal podrán realizar a partir de pronto los giros en dirección a las calles del Eixample. La fórmula de la prueba y el error no es nueva en esta ciudad.

Otro caso destacable es el de la Via Laietana, eterna asignatura pendiente de la ciudad. Mil planes se han hecho para que deje de ser tan ingrata al peatón. La pandemia ha precipitado la adopción de uno de esos remedios guardados en el cajón. Con pintura se señalará que un carril en cada sentido, el adyacente a la acera, es para ir a pie. El transporte público conservará un carril en cada sentido, igual que el vehículo privado. De este modo, la anchura de las aceras pasará a ser, cada una de ellas, de 4,1 metros. Menos es nada.

Carril bici en València

La lista de calles que incorporarán carriles bici de dimensiones generosas es larga. Sumarán hasta 21 kilómetros de longitud. Los habrá, por ejemplo, en Creu Coberta, Via Augusta, Indústria entre Bailen y la avenida de Gaudí, en Roger de Llúria, Pau Claris…, pero, por representativo de hasta dónde se atreve a llevar el Ayuntamiento de Barcelona su estrategia, vale la pena destacar el de València, una de las calles más sometidas a la voracidad del coche.

La fórmula empleada para readaptar la ciudad a la etapa postcovid-19 tendrá un cierto aspecto de provisionalidad. Mucha pintura. No es algo temporal, se apunta desde el Ayuntamiento de Barcelona. No habrá, salvo que sea por causas mayores, marcha atrás.

Con 16.000 habitantes por kilómetro cuadrado, una densidad de población sin rival en Europa, vamos, la fantasía húmeda de cualquier coronavirus bien contagioso, todos estos cambios eran casi un imperativo. La necesidad de emprenderlos se ha redoblado por una tendencia detectada durante los días de confinamiento. Antes de la declaración del estado de alarma, un 37,7% de los desplazamientos que se realizaban en la ciudad eran en transporte público. Los vehículos motorizados privados representaban solo un 26%. El resto (34%) eran a pie y, testimonialmente (2,3%), en bicicleta. Esas proporciones se han redistribuido anómalamente durante el encierro. El uso del transporte público se ha desplomado un 95%, pero no tanto el del coche, que parece haber sido la solución preferida para muchos de los que inevitablemente tenían que salir de casa.

Limpieza de vagones

Por esta razón, entre las medidas que se incluyen también en esta nueva etapa prevista para las próximas semanas destaca un plan de desinfección intensa y repetitiva de los vagones de metro y de los autobuses. Estos últimos, además, ganarán algunos tramos de carriles exclusivos en zonas de la ciudad en las que actualmente conviven con los coches.

Hasta qué punto será posible revertir esta tendencia es de momento una incógnita. Como lo es también hasta qué punto la bicicleta puede experimentar un despegue como medio de transporte en este extraño 2020. No solo Barcelona se lo propone. Antes de la crisis sanitaria se realizaban unos 184.000 desplazamientos en bicicleta cada día laborable. Para que la cifra crezca, crecerá de forma inmediata también la red de estaciones de Bicing. Están previstas con carácter de urgencia 57 nuevas paradas. Luego, a lo largo del año, 40 más. El propósito es cerrar el 2020 con 519 estaciones de Bicing y una flota de más de 7.000 bicicletas, una sexta parte de ellas eléctricas. El parque privado de bicicletas, las que se guardan en casa, es, desde hace años, un misterio. Tal vez hora deparen una sorpresa.

El plan ‘Barcelona tras la pandemia’ tiene aún más. Puede que incluso sea necesario añadirle más. Entre las que merece la pena consignar, despunta que el ayuntamiento ampliará las zonas verdes de aparcamiento, exclusivas para residentes, y también que se finalizarán los trámites para conceder de forma definitiva las licencias a los operadores de de motos y bicicletas de alquiler que lo han solicitado. De patinetes, por ahora, no.