El dispositivo contra la pandemia

Los bomberos que trajeron las camas de hospital que le faltaban a Barcelona

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Guillem Sànchez

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Barcelona necesitaba más camas de hospitales. Los datos de expansión de la pandemia de covid-19 auguraban a finales de marzo que si no se actuaba con rapidez en los cuatro grandes centros de la ciudad –Vall d'HebronClínicMar y Sant Pau– no habría sitio para todos los pacientes que estaban a punto de llegar. Los propios hospitales, colmenas complejas, comenzaron por reorganizarse –convirtiendo quirófanos en plazas de UCI, por ejemplo– pero pronto comprendieron que no bastaba, hacía falta crecer más allá de sus muros. A los bomberos del Ayuntamiento de Barcelona les llegó ese encargo el 22 de marzo: diseñar cómo los hospitales podían crecer más allá de sus paredes para no dejar enfermos sin camas ni sumirse en el caos.

Sebastià Massagué, director de los bomberos de Barcelona, buscó entre su plantilla y dio con Clara Latorre (30 años y una doble ingeniería en Puertos y Caminos y en Agronomía) y con Pau Serra (34 años, médico y casi ingeniero aeronáutico). A pesar de su juventud, los puso a ambos al frente de la gestión logística y médico-asistencial del grupo conjunto que, con sede en el edificio Mestral del parque sanitario Rovira i Virgili, forman Ayuntamiento de Barcelona y Conselleria de Salut con el asesoramiento de Médicos Sin Fronteras.

"Los bomberos son un servicio de protección civil que va mucho más allá de apagar incendios" 

Pau y Clara, que en pocas horas pasaron de hacer guardias en su parque a un puesto de mando en la lucha contra el coronavirus, han convivido con una presión difícil de describir, la de saber que si el plan dibujado fallaba se iban a perder vidas. Pero ha funcionado, la colaboración entre bomberos y sanitarios ha habilitado 1.546 nuevas camas en un tiempo récord y ahora explican a este diario una experiencia que creen que vindica a los primeros como "un servicio de protección civil que va mucho más allá de los incendios". 

El plan

"No optamos por un modelo de hospitales de campaña sino por uno que generara extensiones de cada hospital en pabellones públicos", explica Pau. ¿Por qué públicos? Porque las previsiones son que, superado el pico de covid-19, habrá otras dos olas de pacientes. Los que no han ido al médico a causa de la pandemia y los que, además, han contraído durante esta abstinencia médica enfermedades que se han cronificado. Asentar las extensiones en pabellones públicos entrega al Ayuntamiento el poder de alargar la vida de estos equipamientos hasta que se considere necesario. Y no se optó "por los llamados hospitales de campaña" porque eso significa hacer "un hospital nuevo" en lugar de aprovechar de cada centro "los servicios de recursos humanos, catering o lavandería o los suministros de medicamentos, internet o electricidad". En pocas palabras, impidió que la burocracia complicara la solución de la emergencia.

Así Clara y Pau coordinaron, en un margen de 11 días, las aperturas de los pabellones del CEM Olímpic (extensión de 132 camas para Vall d’Hebrón), CEM Claror (72 camas para Hospital del Mar), CEM Guinardó (88 camas para Sant Pau) y Facultat INEF (252 camas para el Clínic). Y, en paralelo, guiaron la habilitación de hoteles (Cotton HousePraktik BakeryPraktik VinotecaMelià SarriàIlunion o Princess) que se prestaron a funcionar como residencias para convalecientes y aportaron otras 1.002 camas. Una maquinaria "para ordenar el caos", en palabras de Clara, con el único propósito de restar presión a los hospitales "liberando camas para los pacientes más graves". 

El baile de los pacientes

Los sanitarios reservan las plazas de UCI de los hospitales para los enfermos más graves que necesitan respiradores automáticos. La clave de este plan, que ha contado "con la colaboración total de los cuatro hospitales", ha sido trasladar al resto fuera de los centros. De entre los 'trasladables', los casos más graves se mueven en ambulancias del SEM a los nuevos pabellones convertidos en extensiones de los hospitales. La estrategia permite que en estas nuevas plantas los pacientes sigan bajo los cuidados del mismo hospital. Los casos menos graves se envían a los hoteles, un lugar para sanar del todo antes de poder regresar a casa. Homologar estos espacios para turistas como lugares de cuidados médicos ha requerido inspeccionar cada edificio y elaborar un plan de actuación que coordina a personal de los hoteles –servicio de cocina o de limpieza– con personal sanitario externo. Tampoco ha sido sencillo. Y dado que las ambulancias son un bien escaso, para trasladar a los hoteles a estos pacientes menos graves se ha recurrido a autobuses de TMB. Una imagen impensable pero lógica dentro de un panorama de pesadilla: supervivientes del coronavirus dentro de buses de línea circulando por una Barcelona desierta en dirección a un hotel convertido en una casa de convalecencia.

El plan ha sido liberar rápido camas de los hospitales para poder atender a los pacientes más graves

Los bomberos de la ciudad –y los de la Generalitat– colaboran asimismo con la 'Conselleria' de Salut en la crisis de los geriátricos de la ciudad. Antoni Cabeza, bombero y químico de formación, lidera la tarea que pertoca al cuerpo municipal. Desde la sala de Mestral se coordinan las tareas de descontaminación de las residencias de Barcelona que efectúan cuatro equipos de los bomberos y otros de la Unidad Militar de Emergencias (UME). Pero no bastaba con desinfectar: tenían que separar a los ancianos sanos de los infectados y detener una propagación que en las residencias ha provocado auténticas masacres. Esta semana los bomberos han comenzado a hacer test PCR en los geriátricos y a trasladar pacientes positivos a otros emplazamientos. Pero siguen faltando recursos médicos para los mayores en los nuevos destinos y preocupa la evolución de los ancianos trasladados.

Una veintena de bomberos como Clara, Pau y Antoni, o como Francesc Ros –a cargo de la sala de coordinación de Mestral–, han perdido estas semanas su envidiado horario de guardias de 24 horas y cuatro días de libranza para trabajar todos los días, más de 15 horas. Han dejado atrás también los roles de mando que imperan en el cuerpo y ahora dan órdenes a personal que los supera en rango o las reciben de otros de un escalafón inferior. No son días normales, Massagué lo dejó claro por escrito en la orden interna que redactó para reorganizar el cuerpo: "vocación de servicio y no de protagonismo". Ni ellos ni los sanitarios han evitado que el virus se haya cobrado ya 5.000 muertos solo en Catalunya, 20.000 en España. Pero esta suma de esfuerzos de funcionarios trabajando en equipo –una historia que debería recaer sobre cualquier político que ha sentido la tentación de hacer negocio con los servicios públicos– ha puesto camas de hospital donde solo había pabellones cerrados y hoteles sin turistas.