La avenida de Gaudí pide más protagonismo comercial

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CARME ESCALES

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Los comerciantes de la avenida de Gaudí acusan desde hace unos años la pérdida del comercio de proximidad. Pese a la ley que limita los establecimientos de souvenirs en las proximidades de puntos turísticos en Barcelona como la Sagrada Familia, ellos han ido viendo cómo seguía proliferando en su entorno la apertura de bazares que esquivan la ley abriendo con otro tipo de licencias, por ejemplo, como tiendas de deportes. “Son comercios de conveniencia -bazares y pequeños supermercados de bebidas-, orientados a turistas y no al vecindario, que empobrece la oferta de productos y servicios, y el atractivo de la zona”, precisa Loreto Almirall, presidenta del eje comercial Gaudí Shopping.

La caída de la demanda en pequeñas tiendas de barrio –con el auge del e-comerce- y el elevado precio de los alquileres ha provocado el deterioro del tejido de esta avenida barcelonesa que se reivindica como nexo clave entre dos puntales del patrimonio modernista de la ciudad: la Sagrada Familia y el recinto modernista del hospital de Sant Pau. “El ayuntamiento debería mirar con lupa el tipo de establecimientos uno a uno y repasar sus licencias. Toda la ciudad se está llenando de comercios que no dan ganas de comprar y, sobre todo, que descuidan las necesidades del cliente local, que debería ser la verdadera esencia de una ciudad, donde poder convivir vecinos y visitantes en un equilibrio justo para ambos”, añade Almirall.

“Empezando por los propios comerciantes, debemos ser muy conscientes del lugar en el que están ubicados nuestros negocios y creernos su valor. La avenida de Gaudí conecta, en unos pocos minutos a pie, el monumento más visitado de la ciudad, la basílica de la Sagrada Familia, con el recinto modernista de Sant Pau y su gran historia como hospital de los pobres y hoy visita cultural clave de Barcelona. Le tenemos que dar la categoría que merece al antiguo hospital de Sant Pau”, afirma. Loreto Almirall es la tercera generación al frente de la ortopedia que lleva su nombre, en la avenida de Gaudí.

            La posibilidad de una entrada conjunta para visitar ambos monumentos modernistas y coordinar descarga y recogida de visitantes en autocar divididas en uno y otro permitiría el descubrimiento a pie de la avenida por parte de los turistas. Pero la idea que los comerciantes han lanzado en alguna reunión, no ha cuajado en las partes protagonistas.

            Por lo que, la avenida, se puede decir que vive a la sombra del gran reclamo turístico. Solo parece acarrear el mal y no el principal beneficio de su ubicación. “El precio de los alquileres y los impuestos de terraza son de zona turística. Sin embargo, los autocares de visitantes de la Sagrada Familia aparcan calles más abajo de la basílica y, tras la visita, los turistas no pasean más allá del templo, sobre la avenida”, expone Xavier Puiggròs, también tercera generación de panaderos, con dos establecimientos sobre la avenida. “Además, pagamos impuestos de zona turística, pero al menos en nuestras cafeterías, un café illy con leche fresca cuesta 1’45, también en la terraza. ¿Cuánto se cobras por lo mismo en una terraza de la Rambla de Catalunya?”, cuestiona Puiggròs.

Seccionada en 4 tramos

            Y, al menos en la Rambla de Catalunya, como también en la del Poblenou, los transeúntes pueden realizar todo el paseo de norte a sur de la vía en línea recta, cosa que en la avenida de Gaudí no sucede. Son cuatro tramos que hay que sortear apartándose hacia un lado para cruzar por los semáforos de las calles adyacentes. Y los comerciantes del eje Gaudí consideran que una remodelación urbanística para poder transitarla a pie en línea recta beneficiaria.

            Desde el 2016, el comercio reclama al consistorio una mejora urbanística, transformar la calle en una avenida modernista, hacerla más cómoda a los vecinos, a los barceloneses y a los visitantes, “por el lugar en el que está, es una ventana al exterior, deberíamos cuidarla más, hacer de ella una avenida modernista, moderna, práctica y cómoda para todos, para visitar, pasear y comprar”, apunta la presidenta de la asociación que se creó en 1984, y que hoy aglutina a 95 comerciantes. Hacen mucha piña, idean iniciativas conjuntas con el recinto modernista de Sant Pau, promocionándolo en los comercios con entradas de 2x1, organizan actividades culturales y dos mercados con sus productos en el exterior, en primavera y otoño. Y comparten un grupo en whatsaap de seguridad para alertarse y avisar a la policía en cuanto alguno descubre a algún ladrón. “La prioridad ahora es salvar la vida de nuestros pequeños comercios”, concluye Loreto Almirall.

La otra gran joya modernista

También el antiguo hospital de la Santa Creu i Sant Pau, hoy una de las visitas más recomendables del modernismo barcelonés, va tejiendo barrio y comunidad. Un ejemplo es su programa de Amigos del Recinto Modernista, que permite a los vecinos de los barrios de la Sagrada Familia, el Guinardó, el Baix Guinardó y el Camp de l'Arpa acceder gratuitamente a sus instalaciones a lo largo del año, descuentos y participación en actividades. La belleza arquitectónica del recinto modernista, obra del arquitecto Lluís Domènech i Montaner, recibe a unos 300.000 visitantes cada año, y en sus salas y auditorios tienen lugar congresos, conferencias y reuniones. Algunos de sus pabellones, además, acogen la sede de organizaciones como el Banco Farmacéutico, el Barcelona Health Hub o la Fundació Lluís Domènech i Montaner. También acoge carreras atléticas abiertas a toda la ciudadanía. La más veterana es la bautizada como Carrera Científica, organizada por el Servicio de Cardiología del Hospital de Sant Pau, para concienciar a la población sobre la necesidad de hacer ejercicio. Con todo ello, el recinto modernista se erige como un polo de atracción de visitantes, tanto turistas como asistentes a eventos y trabajadores de entidades que visitan cafeterías, restaurantes y tiendas de la avenida que se abre paso como puente entre dos joyas del modernismo barcelonés.