Problemas de convivencia en Gran Via

Vecinos del Eixample de Barcelona exigen la clausura de un prostíbulo ilegal

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Carlos Márquez Daniel

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Esta historia de Barcelona tiene un poco de todo. Es la crónica de una comunidad de vecinos que lleva años batallando para que ayuntamiento, o quién sea, ponga fin a la actividad presuntamente ilícita que desarrolla uno de los entresuelos. Los que lo sufren aseguran que es un prostíbulo. Les dieron la razón y ahora llevan meses esperando que la Administración precinte el piso de marras. Y si tiene un poco de todo es porque, además del problema, de las trampas burocráticas para dilatar un lucrativo negocio, se le une el hecho de que, en plena pandemia, durante las primeras semanas de confinamiento, seguían llegando hombres que se escurrían en la finca para relajar tensiones

El relato lo pone en manos de este diario Rosalía, vecina de uno de los pisos altos de este inmueble sito en el 473 de Gran Via. Cuenta que lleva nueve años en el edificio y que el entresuelo "no ha hecho más que dar dolores de cabeza". "Y que estuviera abierto hasta hace escasos días es una tomadura de pelo, porque además de que la Urbana nos confirmó que es un prostíbulo y debería estar cerrado, nos estaba poniendo en peligro".

Antes de que Rosalía llegara, el entresuelo ya había funcionado como burdel. Lograron cerrarlo. Luego fue piso turístico ilegal. Pero explotado de una manera muy peculiar, pues en su interior se acomodó una familia de coreanos que ejercían de posaderos de cuantos compatriotas quisieran hospedarse en su vivienda. Habitaciones de alquiler de toda la vida, vamos. Al principio no cayeron, pero conforme iban llegando coreanos, cada semana distintos, vieron claro que aquello no era una familia al uso.  

Maduritas.com

Xavier Huguet es el presidente de la comunidad, así que, sin lugar a dudas, es la persona adecuada para entrar al detalle. El envío a este diario de una decena de mails resumiendo el conflicto con todo tipo de documentos confirman que se toma muy en serio su papel de jefe del bloque. Antes del año 2009, efectivamente, el entresuelo ya había sido un mueblé. "Aparecía en los periódicos como un prostíbulo de maduritas. Nos hartamos de denunciar y un día nos trajimos a una cadena de televisión y la cosa se terminó". Tenían incluso una página web que está inoperativa: maduritasgranvia.com. Poco margen para interpretar. Fue entonces, sería principios de década, cuando llegaron los asiáticos. "Creemos que los dueños del piso, una empresa, están detrás de todo. Siempre se han desentendido de nuestros problemas y nos derivan a sus abogados, que nos suelen decir que los vecinos tenemos muchas manías". Cuando se marcharon los coreanos, les prometieron que se instalaría un matrimonio con un hijo. Se hicieron reformas, lo típico cuando quieres adecentar el que será tu nuevo hogar. 

"Eso es lo que nos dijo el administrador, pero nada de nada. Solo veíamos a una mujer y un montón de chicas jóvenes que no paraban de entrar y salir. También muchos hombres que parecían despistados y que terminaban entrando en el piso". La gota que colmó el vaso cayó en agosto del 2017, cuando la policía tuvo que intervenir en la finca porque un individuo estuvo a punto de agredir a una de las señoritas con un cuchillo. Aquello no terminó en nada porque la comunidad no podía meter baza como parte implicada en el asalto, pero sí les sirvió para ponerse las pilas de cara a intentar detener aquello por la vía administrativa. Tuvieron una primera victoria con la que lograron que el negocio pagara una multa. El propio expediente de la policía describía entonces  el negocio como "un prostíbulo". Pero la alegría les duró poco, puesto que los arrendatarios solicitaron una licencia para ejercer como sala de belleza sin tratamiento médico, un permiso administrativo, según los vecinos, que les sirvió para seguir con la misma actividad de siempre. "Básicamente, lo que han hecho en estos años es ir ganando tiempo mientras a la vez también ganaban mucho dinero".

Según un acta policial de febrero del 2019, la Urbana constató en una visita al entresuelo que las mujeres pagaban 30 euros por hora para poder ejercer y que ellas, a su vez, cobraban unos 150 euros por sus servicios. En aquel momento, en una de las habitaciones, encontraron a "un hombre con seis trabajadoras". Aquello terminó en un expediente de extinción de la actividad, sellado en septiembre del mismo año, que rechazó las alegaciones presentadas por Lumian Marketing Publicidad, la empresa que explota el piso. Según el documento, "las declaraciones" llevaron a los agentes de la Urbana a inducir que ahí se llevaba a cabo "una actividad de carácter sexual". 

El local tiene web y, bajo el nombre de Masajes Dharma, ofrece modalidades como sensual deluxe, lujuria extreme, cuerpo a cuerpo o masaje mutuo. La página, sin embargo, aclara: "No se ofrece sexo, solo terminación lingam/yoni". Es decir, siguiendo la filosofía del masaje tántrico, se intenta encontrar el chakra sexual, a la vez que se busca que el hombre "conecte con su parte más íntima". Pero nada de sexo; defienden. A pesar de que en la página web  todas las masajistas aparezcan casi desnudas. 

Tanto Rosalía como Xavier coinciden en que no existe ningún problema con las chicas. Lo que les molesta es que el consistorio les prometió que actuaría entre enero y febrero y no entienden la demora. Y tampoco consiguen asimilar que mientras ellos se encerraban, el negocio mantuviera el final feliz.