LA HISTORIA ESCRITA DESDE LA CALLE

Barcelona, medio siglo de orgullo de barrio

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Helena López

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En estos días raros de encierro, de calles y plazas vacías y tristesella sigue ahí. Tan discreta como imprescindible para sostener la vida de los barrios. Ella, la solidaridad y la lucha vecinal, ha sido incuestionable motor de transformación de la ciudad durante los últimos 50 años. La otra marca Barcelona. La de la gente. Las primeras actas del movimiento vecinal datan de 1970 y, aunque en medio siglo ha ido adoptando distintas formas, sigue presente. Sigue viva. Pese a que nadie supo prever la que nos venía - "si lo hubiéramos sabido, 15 días antes del confinamiento hubiéramos organizado una asamblea y tendríamos una estructura mucho más fuerte de la que tenemos", hace autocrítica el histórico líder vecinal de La Prosperitat, Albert Recio-, en pocos días los barrios se han adaptado a la nueva y cautiva realidad y han creado como han podido pequeñas o grandes redes de apoyo barrio a barrio, de Sant Antoni a Verdum, del Raval a Vallcarca, para no dejar a ningún vecino en la cuneta.

Entre las victorias de la lucha vecinal en los últimos años, Recio destaca una que podría parecer menor, pero que es muy representativa. "En contra del tópico de que la clase obrera es reaccionaria, la victoria vecinal con la mezquita de la calle de Japó fue un ejemplo de cómo construir movimiento", señala. El anuncio de la apertura del oratorio desató una cierta oposición atizada por grupos xenófobos, que fue aplastada por la fuerza de todo un distrito, coordinado a través de Nou Barris Acull. Dos años después de su inauguración, el espacio es ejemplo de convivencia

Recio destaca también la obligación a las constructoras de reservar un 30% a vivienda pública, medida que los medios bautizaron como 'el 30% de Colau', pero que era una petición de los movimientos populares de la ciudad, que siempre han tenido la vivienda como uno de sus ejes. En los primeros tiempos, para acabar con el barraquismo, años después para dignificar la vida en los pisos colmena y en los últimos años para evitar que la presión inmobiliaria vacíe la ciudad de vecinos.

La batalla por la sanidad

Por último, Recio destaca una de las grandes batallas que desde la FAVB se ha mantenido siempre, desde antes de que estuviera de moda: la defensa de la sanidad pública. De hecho una de las grandes victorias épicas más recientes de los movimientos vecinales en la ciudad fue la victoria de los vecinos del Raval en la batalla por el CAP Raval Nord (ganada frente al todopoderoso Macba). 

Aunque se queda en el 2010 porque se hizo para celebrar el 40 aniversario, la web 100 victòries conserva intacto su valor histórico y para muchos emocional, y es refugio, a través de la pantalla, como tantos otros refugios en estos días de confinamiento. Y es recuerdo de cuando se podía salir a la calle y se salía y se luchaba y se ganaba y se perdía. Se perdía mucho, también, aunque ese sería material para otra muestra. La página -que, dado el trabajazo que les comportó hacerla y su vigencia como hemeroteca sigue ocupando un lugar visible en la web de la FAVB- repasa, distrito a distrito, algunas de las luchas vecinales que definieron la transformación de los barrios entre 1970 y el 2010.

"En contra del tópico de que la clase obrera es reaccionaria, la victoria de la mezquita de la calle de Japó fue ejemplar"

Albert Recio

— Histórico activista vecinal

Tras 100 puntitos rojos repartidos por todo el mapa de la ciudad, perlas como que la estatua del doctor Robert de la plaza de Tetuan la encontraron en 1977 algunos miembros de la asociación de vecinos del Poble Sec escondida por el franquismo en un almacén municipal. El objetivo de la guerrilla vecinal no era el rescate del monumento, obviamente, sino la reivindicación de lo que hoy es el Mercat de les Flors. Por eso ocuparon los almacenes. Y, aunque lograron sí, que el espacio se convirtiera en un gran equipamiento cultural, fue, como tantas, una victoria agridulce, ya que la demanda era convertir aquellos locales en el Ateneu Popular del Poble Sec.

Sí llegaron hasta el final, en este caso concreto estar en la periferia jugó a su favor, en el Ateneu Popular de Nou Barris. En diciembre de 1976 los vecinos desmontaron con sus manos la planta asfáltica construida en Trinitat Nova para generar la materia prima para la construcción de las Rondas. La desmontaron, la okuparon, y más de 40 años después allí siguen. El año pasado ganaron el Premio Nacional de Circo.

De la misma época, la primavera del movimiento vecinal clásico, cuando cada barrio era una trinchera, es la lucha por la Espanya Industrial, en Sants, donde los vecinos se opusieron al pelotazo inmobiliario que pretendía hacer en aquellos terrenos el alcalde franquista de L’Hospitalet en 1975. Ocuparon también los terrenos de la vieja fábrica y, 10 años más tarde, en 1985, se inauguraba el gran parque. Una estrategia, la de ocupar, que ha marcado la lucha vecinal en la ciudad. También en Sants, fue así, en el 2011, cuando empezaron la transformación de Can Batlló.

Mucho más allá de la transición

Aunque los 70 fueron más épicos, o quizá sea la distancia o la nostalgia, quién sabe, la lucha no acabó allí y el dibujo de la ciudad tiene mucho que ver con el empeño del movimiento mucho más allá de la transición. Durante toda la democracia y en todos los barrios. Ejemplos, prácticamente bajo cada adoquín. En la Gràcia de 1995 la lucha vecinal frenó al ayuntamiento, que pretendía construir un párquing, llevándose por delante árboles centenarios. Si aún dan sombra, vida y oxígeno a la plaza es gracias a ellos. Como, también en Gràcia, una década después, fue su lucha la que impidió que La Violeta, el viejo casino en el 6 de la calle de Maspons, cayera en manos de la especulación inmobiliaria. En el 2004 el edificio fue vendido a un fondo inversor holandés y parecía que su futuro estaba escrito, pero, otra vez la tozudez vecinal frustró la operación y forzó al consistorio a adquirirlo y convertirlo en la sede de las asociaciones de cultura popular del barrio. 

La defensa de la cultura popular ha sido otra de las obsesiones históricas de la FAVB, desde donde se ha fomentado el orgullo de barrio, su identidad, en el buen sentido de la palabra, y los valores de la vida colectiva y los medios de expresión propios, es decir, la cultura popular.

Otra victoria, seguramente la definitiva, es el necesario relevo generacional que está viviendo el tejido vecinal en muchos barrios. Por muchos años.