crónicas zoológicas

Nace un oryx en Barcelona entre aullidos de lobos y risas de hienas

Nacimiento oryx en el Zoo de Barcelona

Nacimiento oryx en el Zoo de Barcelona / periodico

Carles Cols

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No merece la pena decirlo una vez más, porque ya aburre, que la naturaleza sigue su curso ajena a los problemas coronavíricos de los humanos, vamos, insistir en aquello de que sin Adán y Eva el paraíso hubiera sido eterno, así que, pasemos a la información. Ha nacido un oryx en el Zoo de Barcelona. Es, como luego se explicará, un notición. Si es macho o hembra se sabrá cuando algún empleado del parque le vea orinar. No tiene sentido que alguien invierta su valioso tiempo en tal espera. A la cría se la ve formidable. Tampoco es aconsejable acercarse y levantarle una pierna para mirar y aclarar así su sexo. La madre, Lluïsa, está a su lado. Hay que andar con cuidado. Es un herbívoro, pero por algo esta variedad de oryx tiene, en castellano, un segundo nombre que es toda una advertencia. El ‘Oryx dammah’, su nombre científico en latín, es el oryx de cuernos de cimitarra, largos y algo curvados, que llegado el caso los emplea con la maestría de un Saladino. En en el Antiguo Egipto, solo por situar al lector, se ensayó con éxito la cría de este animal para consumir su carne, pero su agresividad puso fin a esta prometedora ganadería. Más de un empleado acabó conociendo a Osiris antes de lo previsto. Palabra de escriba.

El parto de Lluïsa es una excelente noticia porquea medio plazo la reintroducción de esta especie en el Sahel parece factible

El parto de Lluïsa ha sido una estupenda noticia para el Zoo de Barcelona por dos razones. La primera, porque hace un año se le complicó un embarazo que se resolvió con la intervención veloz del equipo veterinarios y con el miedo a que hubiera dejado de ser fértil. Que el macho dominante de los seis ejemplares de oryx que habitan en Barcelona la montara con éxito otra vez después fue un alivio para los cuidadores. La segunda razón es la más importante. Esta es una especie extinta en libertad. Depende del buen manejo de los ejemplares que se conservan en cautividad que algún día pueda volver a triscar por las llanuras de sus ancestros, al sur del Sahara.

La reintroducción del oryx en libertad no es solo un buen propósito. Hay un plan. El pasado febrero, por ejemplo, un equipo de especialistas del Zoo de Barcelona viajó a Senegal para evaluar con los expertos de aquel país la posibilidad de clonar el exitoso proyecto que ha permitido liberar gacelas dorcas en el Sahel, un programa en el que también ha participado el parque zoológico de la Ciutadella. Atreverse a repoblar el Sahel con oryx son, literalmente, palabras mayores, pues la gacela dorca tiene el lomo a apenas medio metro del suelo, mientras que el oryx impresiona más, con el doble de altura. "Seguimos trabajando en la investigación, en la educación y en la conservación de la fauna amenazada", recuerda desde su confinamiento la teniente de alcalde Laia Bonet. En cualquier caso, este es un sueño a largo plazo. Un cuarto de siglo ha sido necesario para culminar la reintroducción de la gacela dorca en su hábitat original, un éxito que no habría sido posible sin que en 1975, cuando España se batió en retirada en el Sahara Occidental, se trasladaran a la península varias decenas de ejemplares.

Del parto de Lluïsa no hay un enternecedor video para colgar en las redes sociales. Hay algo mejor, la descripción de qué ambiente se respira en el Zoo de Barcelona estos días en los que el habitual ruido de la ciudad es absolutamente inaudible dentro del recinto. Está cerrado el zoológico y, también, el parque de la Ciutadella. La quietud, sin embargo, no es absoluta. Ríen las hienas y rugen los felinos. Y los lobos aúllan. Como un Gary Oldman enfundado en esa estupenda túnica roja que luce en el ‘Drácula’ de Coppola, los afortunados empleados del zoo que estos días acuden al trabajo pueden decir aquello de “escúchelos, los hijos de la noche, ¡qué música la que entonan!”.

Tres equipos estancos

Para la gestión del zoológico en estos días de confinamiento humano, el director, Sito ‘Patton’ Alarcón, como si esto fuera el desembarco aliado en Sicilia, ha organizado equipos estancos de trabajo. Es decir, un grupo completo de empleados de todas las disciplinas necesarias se encarga del recinto durante cinco días y, pasado ese plazo, ocupa su lugar otro equipo. El objetivo es evitar que un contagio por covid-19 merme el manejo diario del zoológico. Si un equipo entrara en cuarentena, quedaría el otro, más un tercero que mientras nada sucede está en la reserva. Así cayó Sicilia.

Salvo por la ausencia de público, la vida sigue igual en el zoo, incluso la hora del vermut de las garzas reales

Salvo por la ausencia de público, apenas nada ha cambiado en las rutinas diarias del zoo por la pandemia. Se sirven los almuerzos a las horas habituales, para alegría, por supuesto, de las garzas reales que habitan de forma indómita en las copas de los árboles según se entra por la puerta de acceso de la calle de Wellington. Es una de las colonias salvajes de esta especie más importante de Europa y desde hace años ha elegido voluntariamente como hábitat el recinto animalista de la Ciutadella, pues a vista de pájaro oferta un mullido colchón vegetal. Las garzas reales salen a pescar  de día y duermen y crían en ese techo verde. También se enzarzan en sangrientas peleas con las cotorras que les disputan los nidos. Pero a lo que más atentas están, parece ser, es a esa hora del vermut que para ellas es el rato en que los cuidadores alimentan a los pingüinos y los pelicanos. No perdonan ni uno. Ni siquiera en estos días.

Para los animales, la vida sigue. Tal vez los únicos que por inteligencia y por proximidad genética habrán notado un cambio son los grandes simios. Por recomendación de la EAZA, la organización que coordina los programas de conservación y cría de animales salvajes en cautividad en Europa, los cuidadores de orangutanes, gorilas, chimpancés y, por si acaso, otros primates, deben usar mascarilla cuando se encarguen de estos primos lejanos, porque la hipótesis de que el virus pueda realizar otro acrobático salto de especie a especie no debe jamás menospreciarse.

El parto de Lluïsa, como se subrayaba al inicio de esta crónica tan animal, es la noticia de la semana en el zoológico, pero hay más. La cosa es que los ibis eremitas, otra especie a punto de quedarse fuera del arca de Noé, han sido vistos estos días en pleno ‘First Dates’. Hace poco más de un año llegaron a Barcelona cuatro hembras procedentes de un zoo de Suecia y cuatro machos criados en Alemania. A veces no basta con simples matemáticas para sacar adelante una puesta de huevos. Tienen que gustarse, confiar en que el Tinder natural haga lo que tiene que hacer, y parece que así ha sucedido justo estos días de confinamiento. Los ritos de apareamiento han comenzado. Otro notición, sobre todo para los responsables del Zoo de Jerez, donde se centraliza un programa de recuperación de esta especie digno de aplauso. Las crías que con suerte saldrán de los huevos en Barcelona tendrán como destino Andalucía, donde el reto, mayúsculo como pocos, es enseñar a los ibis eremitas las rutas migratorias entre la península y el norte de África que sus antepasados utilizaban.

Va, digámoslo. Ya no importa. La naturaleza sigue su camino ajena a los problemas coronavíricos de los humanos.