REGALO CON ARTE

El Muhba arroja luz sobre el martirio de Santa Eulàlia

El centro ingresa seis telas de Joseph Flaugier sobre la copatrona de la ciudad donadas por un coleccionista anónimo

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Natàlia Farré

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Santa Eulàlia le hicieron todas las perrerías posibles. No en vano era cristiana en tiempos romanamente paganos. Y era elocuente y fervientemente defensora de sus derechos religiosos. Mal asunto. Sufrió 13 martirios, uno por año que tenía. Las 13 ocas de la catedral, ni una más ni una menos, recuerdan cada uno de ellos. No es la única presencia de la santa en Barcelona. No en vano fue su patrona durante muchos años. Hasta 1868, exactamente. Pocos meses antes de la revolución gloriosa la Virgen de la Mercè le arrebató el cetro. ¿Sus méritos? Librar a la ciudad de una terrible plaga de langostas, en 1687. Tardó dos siglos en obtener el título, pero es que en el tema de milagros más vale cerciorarse. Lo que no pudo quitarle la virgen a la santa es su omnipresencia en la ciudad. Tampoco en la pintura. Ahora, sobre el tema artístico hay noticia. Barcelona ha sumado a sus fondos un ciclo pictórico a ella dedicado. 

Seis cuadros que han llegado por parte de un donante que quiere permanecer en el anonimato y que han ingresado en el Museu d’Història de Barcelona (Muhba). El sitio escogido para su depósito no ofrece dudas. Pues lo dicho, no hay nada más barcelonés que Santa Eulàlia, nacida en Sarrià y crucificada en la plaza del Padró, según unos; en la puerta de la Boqueria, a juicio de otros. El ciclo en cuestión lo firma Joseph Flaugier. Y ahí está una de las gracias, las pinturas pertenecen a un periodo no muy presente en el imaginario artístico de la ciudad. Pues en Barcelona, patrimonialmente hablando, lo que se realizó entre el arte medieval y el modernismo no existe. O mejor, existe pero poco, y este poco está principalmente en manos privadas. Barroco y neoclásico. Y barroco y neoclásico, sobre todo, pintado en paredes y techos de los salones principales de casas y palacios aristocráticos y burgueses. Pinturas que la mayoría han desaparecido bajo la piqueta y la indiferencia de las autoridades o que, en el mejor de los casos, se esconden tras innumerables capas de encalado.

El más afrancesado de los pintores

De Flaugier, el más afrancesado (por francés) de los pintores que ejercían en la ciudad a finales del XVIII y principios del XIX  no queda ninguna de las decoraciones que realizó ‘in situ’. Y eso que era de los más preciados por las capas sociales con posibles. Durante un tiempo se creyó que el ciclo pictórico sobre la historia de David que luce el salón noble de Ca l’Erasme de Gònima (de los pocos que quedan en su emplazamiento original) había salido de su pincel. Pero no. Así que el marcador de obras que siguen ubicadas en el enclave para el que fueron pintadas en el caso de Flaugier es de cero. Sí hay piezas suyas en los fondos de los museos de Barcelona -MNAC, Muhba, Reial Acadèmia de Belles Arts de Sant Jordi- y las hubo en el Palau de la Virreina hasta que el edificio barroco pasó a manos municipales, en 1944. Fueron las obras que nos ocupan. Pero pese a su estancia en la residencia que Manuel d'Amat i de Junyent (virrey del Perú) mandó construir para su esposa, de ahí el nombre de Palau de la Virreina, parece bastante claro que no se pintaron para el palacio. Ahí llegaron de la mano de Josep Carreras d’Argerich, en 1835, cuando este compró la finca de la Rambla a los herederos de la familia Amat y de ahí salieron cuando la vendió.

¿Para dónde las pintó Flaugier? Es un misterio. “Seguro que para un palacio pero no se sabe cuál, para un aristócrata u obispo de la ciudad, como Eustaquio de Azara y de Perera”, sostiene el historiador de arte y conservador del MNAC Francesc Quílez. Podría. Pues De Azara y de Perera fue obispo de Barcelona entre 1794 y 1797, Flaugier le hizo un retrato que se conserva en el Muhba y un coetáneo del artista, el pintor El Vigatà, decoró durante ese periodo algunas de las salas del palacio episcopal de la ciudad. Otro enigma del ciclo dedicado a Santa Eulàlia es el número de pinturas. Solo hay seis y los martirios fueron 13. ¿Faltan lienzos? “O quedó incompleto, o solo se han conservado estos seis. Todo son hipótesis. No se puede demostrar documentalmente lo que pasó”, sostiene Quílez. Pero sí hay una cosa clara, la primera y última vez que se expusieron en público, en 1902 en la seminal Exposición de Arte Antiguo celebrada en la Ciutadella, no habías más piezas. Tampoco cuando los catedráticos Joan Ramon Triadó y Rosa Maria Subirana las dieron a conocer fotográficamente en el 2001.

Entre Dacià y la crucifixión

Así, el ciclo empieza con Santa Eulàlia como devota niña y continúa con la joven frente al pretor, Daciano, enviado por Roma para combatir a los cristianos. Si en el primero las virtudes cristianas de la pequeña se escenifican señalando el cielo; en el segundo, su piquito de oro queda representado sus gestos de elocuencia. A partir de aquí, en las cuatro telas restantes, todo son perrerias hasta llegar a la crucifixión, que en este caso Flaugier sitúa en la puerta de la ciudad del Pla de la boqueria, que el pintor imagina porque por entonces ya no existía. Las seis piezas estarán hasta el 19 de abril (dato útil si el coronavirus da una tregua y se levanta el confinamiento) en la Capella de Santa Àgata, luego pasarán a restaurarse y documentarse ‘comme il faut’.