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Perich en la zona cero

A los 25 años de la prematura muerte del humorista gráfico, el Born le dedica una magna retrospectiva

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Ramón de España

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No sé qué habría pensado el gran Jaume Perich (Barcelona, 1941 – 1995) al verse homenajeado en lo que Quim Torra, ese genio del humor que en sus ratos libres hace como que preside la Generalitat, bautizó como 'la zona cero dels catalans'. Al cumplirse los 25 años de su muerte prematura, el Born le dedica una magna retrospectiva que se inauguró la semana pasada y que durará hasta mediados de agosto. La tarde del miércoles le comenté la coyuntura a Raquel, la hija del dibujante y una persona encantadora que se está matando para preservar el legado del difunto: "Pues no sé qué pensaría, chico, pero la familia cedimos su obra al archivo histórico de la ciudad y, francamente, ya era hora de que hiciesen algo al respecto para que la gente pudiera disfrutar de ella. Y la exposición está muy bien".

Cierto. El comisario, Jaume Capdevila, en arte Kap, es, además de un discípulo aventajado de Perich como humorista gráfico en activo, un erudito de la obra de sus mayores al que le encanta rendirles homenaje. Junto a esta (casi) exhaustiva muestra, Kap se ha encargado también de poner orden en el libro 'Un abric verd penicil·lina', unas memorias del artista que no habían visto la luz hasta ahora, tal vez porque, como explica Raquel, "cuando murió mi padre, encontramos un montón de libretas con textos y dibujos que constituían una especie de autobiografía infantil centrada en sus años escolares, cuando los curas de su colegio lo convirtieron, como a tantos otros, en un furibundo anticlerical. El pobre se chupó el franquismo en todo su esplendor y le dejó huella". Si de 'Un abric verd penicil.lina' se han encargado Kap y nuestro excelentísimo ayuntamiento, de la reedición de 'Los gatos del Perich', el otro libro de la muestra, se ha ocupado mi viejo amigo Albert Mestres, responsable de la librería Continuarà... y de Trilita Ediciones, en cuya agradable compañía me planté en el Born el pasado miércoles (tras recogerle en la tienda y sacarle un ejemplar por la cara). Entre los dos libros y la exposición, creo que podemos decir que estamos celebrando, aunque no de manera oficial, el Año Perich.

Años mozos

El acto de presentación contó con sentidos parlamentos del comisario y del nieto del difunto, Jan, y con la presencia institucional de Joan Subirats, responsable de cultura de la Administración Colau. Ada no apareció, pero también es verdad que estábamos a cuatro días de la celebración del Día de la Mujer y que Perich, aunque era un gran chico, nunca dejó de ser un varón heterosexual no racializado. El público respondió y aquello era lo más parecido a unas masas que uno haya podido ver en la inauguración de una exposición (no sé si se debía a la influencia de Kap, que no se quita la gorra ni para dormir, pero abundaban los sujetos con gorrilla de 'jubilator', lo cual debe ser tendencia si tenemos en cuenta que hasta Lluís Llach la luce últimamente en lugar de sus míticos gorritos de lana o macramé, dependiendo de la estación). Disfrutar del material expuesto no era sencillo con tanta gente, pero ya se sabe que a las inauguraciones se va a charlar con los amigos y que luego hay que volver otro día para ver las cosas con tranquilidad. En cualquier caso, el retrato del difunto es muy completito.

Mientras la gente se dirigía, mayoritariamente, hacia los dibujos, yo me obsequié con un alto en la entrada de la muestra, ante una especie de saloncito con fotos en la pared que recogían al artista en sus años mozos. Cómo le conocí y le tuve mucho aprecio, me afectó especialmente verlo en sus años de esplendor gracias a esas fotos de su boda –luce el chaqué poniendo cara de vergüenza ajena– y de otros momentos felices de su existencia. Junto a las fotos, un vaso de whisky y un cenicero lleno de colillas –sí, Perich fumaba y bebía, ¿pasa algo?– reproducen su hábitat personal con bastante fidelidad. Pienso, inevitablemente, en cuando le quitaron el pitillo de la boca a Lucky Luke en aras de la corrección política. Perich nunca fue políticamente correcto. Y el único peligro de su legado es que se lo apropie quien no debe: ya ha habido señales en esa dirección.