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¿Dónde están las letras de Sagrista's Musical?

La Dreta del Eixample comienza la semana con el 'letracidio' de la calle de Girona y la termina con otro susto en el paseo de Sant Joan

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Carles Cols

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Menuda esta primera semana de marzo que comenzó con un crimen perpetrado por el tipógrafo enmascarado y, con los vecinos de la Dreta del l’Eixample aún no repuestos del susto, acaban de hacer un preocupante mutis por el foro otras letras que, de tanto verlas, la gente les había cogido cariño. La fachada del número 87 del paseo de Sant Joan, esquina con la calle de València, amaneció el viernes desnuda, sin el cartel que durante décadas anunciaba que allí estuvo Sagrista’s Musical, tienda de venta y reparación de instrumentos musicales. No las han robado.  Si alguien temió por un instante que el escarmiento que se llevó el tipógrafo enmascarado, que el pasado domingo se llevó a su casa las letras de la Granja Vendrell (confesó que se había enamorado hasta el punto de delinquir por ellas), había sido insuficiente, se equivocó. El maltrecho Sagrista’s está en obras y las letras, más mal que bien, han sido retiradas por causa de las obras.

A los vecinos se les hace extraño ahora ver esa esquina tal como el arquitecto la trajo al mundo

El caso de la Granja Vendrell se resume pronto. Alguien a quien se ha respetado el anonimato con tal de que devolviera el botín se encaramó el domingo a una escalera y arrancó las 14 letras art déco que durante 100 años han dado la bienvenida a los clientes de ese local de desayunos y meriendas. No hizo falta una investigación policial para resolver el robo. Las redes sociales son capaces de lo peor y, aleluya, a veces de lo mejor. La noticia tuvo tanto eco que muy pronto llegó a oídos del culpable. De inmediato comprendió que aquellas letras eran como unos billetes de banco marcados con tinta indeleble. No podía venderlas ni presumir de ellas en casa. Las devolvió, pidió perdón y, habrá que suponer que prometió no recaer en tal vicio. Dijo que es un amante de las tipografías. Hay gente para todo.

La cuestión es que la esquina de Sant Joan con València está a media docena de travesías de la Granja Vendrell, así que las alarmas volvieron a sonar cuando la fachada de esa tienda amaneció el viernes tal cual como el arquitecto la trajo al mundo. Tiene su razón de ser, que, por cierto, no tranquiliza.

Con pinzas

El establecimiento dejó de vender guitarras y trompetas hace años. El paseo de Sant Joan, al menos ese tramo, era un lugar anestesiado comercialmente. Así fue hasta que se remozaron las aceras y se redujo el espacio dedicado al coche. El paseo revivió milagrosamente cuando Sagrista’s ya no estaba. El nuevo inquilino del local, un italiano dedicado a la gastronomía, redecoró el escaparate, pero no tocó las letras. Ahora, sin embargo, está en obras. Al parecer, años de lluvias, y más de un tiempo a esta parte, han terminado por hacer mella en las maderas del escaparate y en el techo que soportaba el letrero. Había más que goteras. El misterio es ahora si las letras, una vez finalizados los trabajos, podrán volver a su privilegiado mirador. Las sacaron (es un decir, claro) con pinzas. La edad no perdona.

Sería una pena que no regresaran, más que nada porque el paseo de Sant Joan, aun con esa rápida metamorfosis que ha experimentado en apenas cinco años, conserva suficientes vestigios que recuerdan que es una calle importante de esa vieja señora llamada Barcelona. Sigue en pie el búho de la esquina con la Diagonal, indultado en el último minuto cuando el integrismo funcionarial iba a ya a descolgarlo del tejado. Está la renacida Granja Petitbó, un ejemplo para aplaudir porque demuestra que no hay que destruir el pasado para edificar el futuro. Quedan aún algunas tiendas que conservan el mismo aspecto que durante la guerra civil, como la sorprendente Ferreteria Llanza, que en el escaparate luce una terrible foto de entonces. En cualquier caso, que quede claro. El tipógrafo enmascarado no ha atacado de nuevo.