BARCELONEANDO

Carta de Cerdà a los moteros

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Carlos Márquez Daniel

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La diferencia es más que evidente. Con las motos bien aparcadas, las aceras del Eixample recuperan el brillo para el que fueron concebidas por Ildefons Cerdà en 1860. Ya se le tomó el pelo con los interiores de manzana que diseñó como zonas verdes públicas para compensar la ausencia de jardines en Barcelona y que terminaron siendo, en su inmensa mayoría, cotos privados de vecinos y empresas, aparcamientos y cines. No empezaron a recuperarse hasta 1987; la ciudad se lo tomó con calma. Como con las motos, como con muchas de las ordenanzas que están pero no están. En Consell de Cent con Bailen, delante de un taller mecánico, solían arremolinarse decenas de motocicletas aparcadas en batería. El viernes, sin embargo, la mayoría estaban colocadas de manera correcta, en paralelo a la calzada, dejando un espacio más que generoso para los que ese día iban a pie. Puede que algo esté empezando a cambiar

Misma estampa en Roger de Llúria, entre Gran Via y Casp. Una mujer que ha salido de su comercio para fumar admite que le sorprende que la gente haya hecho caso al ayuntamiento. Afirmación muy relativa si uno pasea por la zona, ya que el Eixample sigue minado de motos mal estacionadas. Pero si antes eran prácticamente todas, ahora hay muchas más salpicaduras de buena praxis. "Supongo que debe ser la amenaza de multa, pero de verdad que no me lo esperaba". Está contenta, pero sea por perro viejo o cual tribunera, no se fía: "Ya veremos cuánto dura...". 

Maldito escape

Ahora solo falta que aparquen con el tubo de escape en el lado del asfalto, detalle que no recoge la ordenanza de circulación pero que bien podría incluirse para evitar que los niños se quemen en un descuido o empujados por la curiosidad. Luego está lo del medio metro de distancia respecto de la calle, una obligación recogida por la ordenanza desde su origen, a finales del siglo pasado, y que algo tendrá que ver con el deseo de que los conductores y los copilotos de los coches bajen del vehículo sin tropezones. Por cierto, ¿quién va por ahí con una cinta métrica para determinar ese medio metro? Antes sucedía lo mismo con las bicis por las aceras, con una normativa que les prohibía circular a un metro de las fachadas. Imaginen la escena ante el juez. "Señoría, se me avalanzó, le aseguro que pedaleaba a 105 centímetros del portal". 

Lo que sigue sin visos de resolverse es el acceso de los motoristas a la acera. La normativa dice que al meterse en terreno del peatón tienen que apagar el motor, salir de la moto y empujarla hasta el hueco. Y ojo, aquí el orden de los factores sí altera el producto. Solo pueden echar mano del gas para salvar la rampa del paso de viandantes. Prácticamente nadie cumple. La mayoría entran despacio, con la moto en marcha y dando empujoncitos con el pie mientras dan suaves golpes de velocidad. Como el niño que espera que no te des cuenta de que ha cogido otro helado del congelador. En Via Laietana con Jonqueres, un hombre de unos 60 años que acaba de estacionar (mal) su moto se queja de que se persiga a un colectivo "que es imprescindible para la ciudad"

Motín motero

Barcelona es, de hecho, la ciudad europea de más de un millón de censados con mayor densidad de motos por habitante. Desde 1980, el número de coches ha bajado un 11,6%, mientras que el de motos ha crecido un 282,8%. Ese veterano ciudadano de Via Laietana, motero desde los primeros años 80, blande un argumento que es tan clásico como cierto: "El ayuntamiento debería pensar qué pasaría si todos los que vamos en moto decidiéramos coger el coche". También podrían ir en metro o andando o en bici, pero mejor no discutir. En Rosselló con Rambla Catalunya, otro piloto asegura que se ve incapaz de mover la moto a manija tal y como indica la ordenanza. Lleva un modelo de fabricación italiana de gran cilindrada, de esos que huelen a crisis de los 50. La normativa le diría que si no quiere empujar, entonces tiene que estacionar en las plazas pintadas en la calle. Pero él dice que muchas veces no hay sitio y que no quiere dar vueltas. El famoso puerta a puerta que el gobierno de Ada Colau pone ahora en cuestión. Pero algo de razón tiene este señor de casco blanco, porque hay 72.000 estacionamientos pintados en calzada para un total de 263.331 motos, a las que hay que sumar las que vienen a diario desde los confines metropolitanos. 

El plan no confeso del ayuntamiento respecto al aparcamiento pasa por soterrar los coches y bajar las motos a la calzada. Lo intentó Jordi Hereu en el ocaso de su alcaldía. Se prohibió el estacionamiento de motos en las aceras del Poblenou en julio del 2010, cuando Greta Thunberg tenía siete años, Ada Colau musculaba la Plataforma de Afectados por la Hipotecas y Manuel Valls era alcalde de Évry. Cómo cambian las cosas, ¿verdad? Aquella medida cayó cuando CiU ganó las elecciones, en el 2011. Todo volvió a la normalidad. Imposible toserle a la ciudad de las motos. O no.