BARCELONEANDO

¡Súbete al vagón vacío!

La prueba piloto de TMB para informar de la ocupación de los vagones del metro no parece cuajar entre los usuarios

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Mauricio Bernal

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Una señora mira de reojo el panel luminoso mientras avanza por el andén. Duda, no al punto de detenerse pero sí de reducir el paso, hace cara de no entender y sigue su camino. Le sigue otra señora que ni mira de reojo ni reduce el paso, un joven que pasa orondamente de largo, una adolescente que lo mismo, otra señora que igual, un hombre que solo tiene ojos para su teléfono, una mujer que se detiene, mira brevemente la pantalla… y sigue su camino. Finalmente, un joven con una mochila al hombro y aspecto entre desenvuelto y de haberse tomado unos cuantos cafés se detiene frente a la pantalla, parece que con toda la intención de descifrarla. Su concentración llama la atención de otros viajeros y media docena de miradas apuntan de golpe en la misma dirección, pero el panel parece contener un secreto al que solo el joven de la mochila tiene acceso. Para sembrar más confusión, se lleva la mano al mentón, señal de que está ante un dilema de los que necesitan la asunción de una actitud reflexiva.

-¿Tú sabes qué es esto?

-Sí, claro. Te dice cómo vienen de llenos los vagones.

Hay una idiosincracia de los usuarios del metro en la que quién sabe si encaja bien esto de la información sobre la ocupación

Es pasada la hora de la comida en la estación de metro de Hospital Clínic, una de las seleccionadas por TMB para la prueba piloto del plan –ya que no existe mejor nombre– de Información de Ocupación de los Vagones. No tiene nombre porque en la circular informativa de TMB no tiene nombre: en ella, cuando se trata de titular, se habla simplemente de "experiencia de digitalización que busca aumentar el confort de los usuarios". Es especular, pero quizá la gente tendría una idea somera del proyecto si le hubieran puesto un nombre sonoro, contundente o pegadizo, o las tres cosas a la vez ("¡Súbete al vagón vacío!"), o si en las estaciones piloto hubiera algo con visos de campaña informativa, pero como no ha habido ni lo uno ni lo otro, la gran mayoría de los usuarios, al menos en esta estación, o pasan de largo o alzan la mirada sin entender. Quizá tiene que ver que la mayor parte del tiempo la pantalla muestra simplemente un croquis de la línea, y un aviso que reza: "Sistema en pruebas", lo que puede resultar enigmático. De momento solo está al alcance de unos pocos, como el joven de la mochila, cuyo anhelo de hacer un uso juicioso de la información no se ve debidamente recompensada: la pantalla señala que todos los vagones del siguiente convoy van igual de llenos.

"Prefiero llegar antes"

Hay una idiosincrasia del usuario del metro en la que quién sabe si encaja bien esto de la información de ocupación. Por ejemplo: una vez arrancada de su ignorancia, una mujer dice: "Bueno, pero tú sabes cómo funcionamos aquí, ¿no?", respuesta que puede referirse a una tonelada de cosas, pero el metro llega y no tiene tiempo de precisar. Es otra usuaria la que se encarga de hacerlo. "Mira, yo me hago aquí en el extremo porque sé que cuando me baje en la Sagrera voy a estar más cerca de las escaleras, así que voy a llegar más rápido al otro andén, y va a haber menos posibilidades de que tenga que esperar mucho a que pase el siguiente metro. No me importa si el vagón va lleno, prefiero llegar antes a casa". Un hombre asegura saber por experiencia que en esta estación y en esta línea los vagones de los extremos son los que suelen ir menos llenos, así que la pantalla solo servirá para confirmar su sapiencia. Eso sí, ninguno de ellos tiene la edad provecta de los usuarios a los que apunta el plan, personas que tienen por esencial lo de ir sentados, o al menos cómodos. Estos, al ser informados de para qué sirven las pantallas, dicen que les parece un buen servicio y que de ahora en adelante las consultarán.

"Bueno, pero tu sabes cómo funcionamos aquí, ¿no?", dice una mujer cuando se informa de la utilidad de las pantallas

De hacerlo, se enfrentarán a un desafío del orden de lo atlético que es precisamente lo que tienen mermado a estas alturas de su edad. Al fin y al cabo, las pantallas solo informan de la ocupación de los vagones cuando faltan 30 segundos para la llegada del convoy. A veces menos. A veces cuando ya está entrando. Cuesta imaginar a un señor o señora de edad venerable con esa capacidad de reacción. Aunque, claro, siempre les quedará la opción de desplazarse por el interior del tren, o esperar el cada vez más escaso gesto cívico de que alguien les ceda el lugar.