denuncia judicial en ciernes

Los Encants arden por una subida de tasas municipales en su peor hora

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Carles Cols

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Septiembre del 2013 fue un muy barcelonés momento del Bibidi Babidi Bú. Ha ocurrido más veces. El desaliñado mercado de los Encants, en la acera oeste de la plaza de las Glòries, renacía a dos pasos de su espacio original. Lo hacía al este de la plaza y con un vestido arquitectónico que ya quisiera Cenicienta para el baile, con un juego de espejos deslumbrante como cubierta. Pasados dos meses, las cifras dejaban boquiabiertos hasta a los más optimistas, 150.000 visitantes por semana. El encantamiento ha durado poco. Es medianoche en los Encants. Metafóricamente, por supuesto. Los corceles vuelven a ser ratones. Tras soportar ocho años de ingratas obras en Glòries y ver mancillada durante meses su imagen con el llamado mercado de la miseria, el Ayuntamiento de Barcelona ha comunicado a los comerciantes una importante subida del canon y de las tasas que pagan los comerciantes por su presencia en los Encants. Eso, además, cuando ni por asomo pasan semanalmente ya por el lugar 150.00 personas. Tan tensa está la situación que los comerciantes preparan una demanda judicial contra el Institut Municipal de Mercats (IMMB), entre otras razones, por incumplimiento de contrato.

El acuerdo que en el 2013 firmaron ambas partes estableció que el ayuntamiento asumía pagos de los que ahora quiere desentenderse

Las versiones, como sucede comúnmente en estos casos, no son coincidentes. ¿Hay subida? Sí. En eso hay unanimidad. Lo que ocurre es que, según la gerencia del instituto municipal, no va más allá del 10% y, según los afectados, en los casos de negocios de más de 10 metros cuadrados la subida es del 40,9%, un dineral anual en un momento en que el futuro de los Encants es muy incierto. En cifras absolutas y en una proyección real sobre una de las tiendas afectadas, esto son unos 5.300 euros anuales adicionales. Son muchas ventas en un negocio como este, de ventas en principio baratas. Esa cifra, además, no incluye el segundo frente de discusión. El IMMB pretende comenzar a repercutir en los comerciantes los costes de mantenimiento y una parte de la limpieza del mercado, algo por contrato excluido en el acuerdo que se selló en el 2011, antes del traslado. Será el principal argumento de la demanda. Parece sólido. Los responsables municipales lo reconocen.

Tu vida puede valer 800 euros en los Encants de Barcelona

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Efectivamente, en el pacto que se alcanzó hace nueve años, este tipo de cuestiones quedaron cristalinamente claras. La vigilancia del nuevo recinto se calculó en unos 320.000 euros anuales, cuyo pago asumía el instituto municipal. Para que ello no supusiera una sangría inasumible en sus arcas, se acordó que la recaudación del párking subterráneo de los Encants tuviera como destinatario el IMMB. Se calculó que ello supondría unos ingresos de 135.000 euros anuales. En uno de los puntos del acuerdo. La redacción no admite ningún género de dudas.

Denuncian los comerciantes que con las nuevas tasas el instituto municipal cosechará un superávit contrario a la ley

Había otros apartados similares, igual de transparentes. “El IMMB contratará y abonará el servicio de recogida de las mercancías que resten en el sector de la subasta, así como del resto del mercado una vez que finalice el horario comercial, sin repercutir el coste posteriormente. Estimación: 130.000 euros”. Había partidas que sí se repercutían en los recibos trimestrales, y se especificaba con precisión cuáles eran.

La ensalada de cifras podría continuar hasta aburrir al lector, pero esa no puede ser la meta. El resumen es que al instituto municipal no le cuadran las cuentas y asegura que necesita renovar unilateralmente los términos del acuerdo para equilibrar ingresos y gastos. Pero ni siquiera en eso se ponen de acuerdo ambas partes. Los comerciantes han echado cuentas. Si suman el incremento que se aplica a cada ‘paradista’, y son 300, el instituto obtiene un superávit, algo en principio incompatible con la filosofía de lo que es una tasa municipal. Este tipo de pago es finalista. Es decir, una tasa se cobra para cubrir gastos, nunca (en teoría) para obtener beneficios.

La cuestión es que cuando se proyectó la nueva sede de los Encants, el futuro que allí se prometía desde los despachos de la plaza de Sant Jaume era esplendoroso. Algo muy típico de Barcelona ante cada gran estreno. Recuérdese siempre en estos casos el Moll de la Fusta o, más cerca en el tiempo, el jardín elevado de Sants. Los comerciantes avisan de que las nuevas tarifas pueden acelerar el declive del mercado. Los traspasos de negocios fueron en el 2019 inusualmente altos, no siempre para mejor. Es todo un síntoma. Hay otro mucho más revelador. Uno de los pequeños establecimientos de restauración de los Encants sirve menús a cinco euros. Puede que sea el más económico de toda la ciudad.

Los Encants no previeron en el 2013 que negocios como Wallapop iban a entorpecer sus entusiastas augurios

Lo imprevisible en el 2013 era Wallapop, explica el gerente del Institut Municipal de Mercats de Barcelona, Màxim López. Los nuevos Encants nacieron con la ambición de enseñarle incluso a los parisinos, que tanto presumen de su Marché aux Puces, cómo se hacen las cosas. El propósito era que la visita al mercado de segunda mano de la plaza de las Glòries fuera hasta una parada turística casi obligada para los visitantes que recalan en la ciudad, no solo por la arquitectura singular del lugar, sino también por la oferta variada e insólita que allí se podía encontrar.

Es cierto. Internet es los nuevos Encants, pero, con todo, este mercado conserva una característica que lo hace casi único en el mundo, en el real y en el virtual. La subasta matutina de los lotes y su posterior venta al detalle a lo largo del día no tiene equivalente en ningún lugar. Merece la pena madrugar y descubrir esta coreografía mercantil.

Lo que se exhibe para su posterior subasta en unos rectángulos perfectamente delimitados en el suelo son, la mayor parte de las veces, pisos completos que se han vaciado, a menudo por defunción del dueño. Se subastan de una tacada todas sus pertenencias: muebles, recuerdos, fotografías, alguna que otra colección personal de objetos bastante inverosímil, la biblioteca, los juguetes de cuando los nietos venían a casa, diplomas enmarcados, abrigos, porcelanas…

Un lote completo puede salir por solo 800 euros. Lo habitual es que sea un poco más. No es fácil para ojos profanos adivinar qué lote subirá de precio. Es este un trajín a primera hora de la mañana de cada lunes, miércoles y viernes que se resuelve entre los nuevos protagonistas de las subastas, la mayoría marroquís. Luego, a lo largo del día, tratan de sacar beneficio de su adquisición. Lo que hace especial este mercadeo es que tiene una hora límite. Los lotes no están en tiendas que a última hora se baja la persiana y pueden así continuar a la venta al día siguiente. Lo que no se vende suele terminar en el contenedor de la basura. Por eso, conforme pasan las horas, baja el precio. Hay en la ciudad auténticos profesionales de esa última hora, en la que un abrigo de alta costura puede salir por 10 euros. Es un caso real. No sucede a menudo, claro, pero al frente de cada lote suele estar al atardecer alguien que ya ha hecho números sobre sus ganancias y a lo mejor con muchas ganas de terminar. También ayuda, dicen algunos compradores, que la distancia cultural que existe entre quien vende y quien compra es todavía lo suficientemente grande como para que a los primeros les pase inadvertido el valor de algunas piezas. Que compita contra eso Wallapop.