TESOROS MILENARIOS

Un siglo de recuperación patrimonial

Una exposición en Can Serra pone de relieve el trabajo de restauración realizado por la Diputación de Barcelona en castillos, iglesias y monasterios románicos

boixadors

boixadors / periodico

Natàlia Farré

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¿Es el Pabellón Mies van der Rohe auténtico? Nadie duda en responder afirmativamente a esta pregunta. Y la cuestión tiene trampa porque lo levantado por la República de Weimar para la Exposición de 1929 en Montjuïc no es lo que hoy luce a los pies de la montaña, aunque lo que hay en la actualidad sí es una reconstrucción exacta y fidedigna de lo que lució hasta 1930 erigida siguiendo el proyecto primigenio y con los mismos materiales.

El ejemplo le va al pelo al arquitecto Joan Closa para explicar parte de la restauración del castillo de Boixadors (Anoia), cuya muralla del siglo XVI fue reconstruida en el 2008. Se levantó con las mismas piedras que en su día la soportaron, siguiendo los vestigios que sobrevivían a ras de suelo y con una fotografía de 1906, cuando aún se mantenía en pie, como guía. Tres detalles fundamentales para que los restauradores del lugar decidieran optar por su reconstrucción. "No es original pero sí auténtica porque representa aquello que fue el castillo", argumenta Closa.

En los 70, hubo, hubo un proyecto similar al de los Paradores Nacionales para abrir hostales en los espacios catalogados

Dentro del recinto, en un espacio que fue cubierto en el siglo XX, patio de armas en el XI y sala principal en algún otro momento, piedras diferentes a las originales completan un tramo de pared con grandes ventanales góticos. Aquí el concepto de restauración ha sido otro: dejar claramente visible lo añadido. ¿El motivo? No hay documento ni vestigio que indique la realidad de ese tramo. "Teníamos la necesidad de reconstruirlo para que se entendiera lo que podría haber sido y, a la vez, queríamos dejar clara la diferencia entre lo nuevo y lo antiguo para evidenciar que podría haber sido de otra manera", explica Closa, que añade que «no hay una receta única para la restauración, sino una metodología que pasa por conocer el monumento y su evolución». De todo esto, y mucho más, da cuenta 'El romànic en temps d’Oliba', una muestra (en Can Serra a partir del martes) que reivindica el papel y la historia del Servei de Patrimoni Arquitectònic Local (SPAL) de la Diputación de Barcelona.

Oliba, abad y obispo

Vaya por delante que el servicio, nacido en 1914, fue la primera institución pública dedicada a la salvaguarda del patrimonio, y que su cometido es ayudar a los municipios de Barcelona a mantener las herencias históricas con un presupuesto anual de 4,8 millones de euros. Para centrar el tema, la Diputación ha focalizado la exposición en la restauración de edificios románicos ­–182 entre castillos, iglesias y monasterios– levantados en el año 1.000, momento de formación feudal y momento en que el poder se asentó en la nobleza y el clero. Dos estamentos que, dicho sea de paso,  compartían más que autoridad. Sirve como ejemplo el Abat Oliva, que no solo fue el superior de Cuixà y Ripoll, y obispo de Vic, sino que también era biznieto de Guifré el Pilós e hijo del conde de Cerdanya. Y es, además, el personaje conductor de la exposición, como figura fundamental de la época y como uno de los grandes impulsores del románico. 

Como obispo de Vic, emprendió la recuperación del límite occidental de la diócesis, entonces zona de frontera entre el reino de Francia y el califato de Córdoba, y para ello promovió la construcción de castillos con el fin de controlar el territorio y avanzar. Y de este contexto data el castillo de Boixadors, cuya torre circular es una de sus características principales y, al igual que en el resto de edificaciones similares, su puerta emerge desde una altura considerable. Es una una cuestión defensiva: accedían con una escalera de cuerda que luego recogían y así quedaban blindados.

Ni túnel ni trono

Hay más curiosidades. Nada de buscar ni túnel ni sala del trono. Lo primero porque es un mito que se cumple pocas veces –sí se encontró en el de castillo de Segur, en Veciana; y lo segundo porque los castillos catalanes son pequeños aunque cargados de historia. Ello quiere decir que no son solo uno sino la suma de muchos. El de Boixadors, sin ir más lejos, es la superposición del del siglo XI y del que salió de las  sucesivas ampliaciones acontecidas entre el  XIII y el XVIII, más la masía en la que se convirtió al  dejar su función defensiva.

El puzle se mantiene en la restauración, que no opta por eliminar todo lo añadido al sustrato románico sino en preservar todo lo que existe e intentar que se entienda la historia y evolución del recinto. Incluso se evidencia la historia que no tuvo: su conversión en hotel. En 1975, desde la Diputación se intentó hacer con el patrimonio de la institución algo parecido a los Paradores Nacionales: los Hostals Sant Jordi. En Boixadors se trabajó en esta línea –en la exposición se muestran los planos–, pero la iniciativa fracasó. Fue la última peripecia de un castillo que tuvo muchas más, como una supuesta tranquilidad durante la guerra civil catalana del XV en la que no fue damnificado; y como la suerte, también, de esquivar la orden de Felipe V de destruir todas las fortificaciones del territorio. De manera que llegó bastante entero al siglo XX; y llegó con la máxima catalogación patrimonial gracias a un decreto de 1949, más pensado en la protección defensiva que arquitectónica, pero que permitió la supervivencia de muchos castillos de frontera.  

Boixadors es uno de los ejemplos usados en la exposición para explicar el trabajo del SPAL_sobre edificios del siglo XI durante el siglo que lleva en marcha.