ÉRASE UNA VEZ EN EL BESÒS I EL MARESME

El feliz destierro de los fogones solidarios de Gregal

Los voluntarios del comedor preparan la comida en Ca L'Isidret por la reforma y mejora de su sede histórica

Los voluntarios del comedor social y solidario preparan el menú del día en los fogones de Ca l'Isidret

Los voluntarios del comedor social y solidario preparan el menú del día en los fogones de Ca l'Isidret / periodico

Luis Benavides

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Negro con detalles rojos. El delantal que llevan las fundadoras del comedor social y solidario Gregal une los colores del anarquismo y el movimiento obrero. La 'A' circulada que lucen en la pechera desvela cualquier tipo de duda.  Este servicio de comidas hecho por y para los vecinos del barrio del Besòs i el Maresme lleva la crítica al sistema capitalista de serie. Su sede histórica, en el 74 de la Rambla Prim, fue un ateneo popular, luego una biblioteca y albergó salas de ensayo hasta que entró en una larga fase de decadencia.

En el 2008 un grupo de vecinos decidió dar un paso adelante y convertir ese espacio en un comedor social, primero para niños y luego para vecinos de todas las edades. No podían soportar ver a la gente de su entorno revolviendo en los contenedores en busca de comida. Siempre fue un barrio humilde, pero esto les superaba. La última gran crisis golpeó sin piedad esta zona al noroeste de la ciudad de Barcelona, un área con una vulnerabilidad socioeconómica histórica, prácticamente desde su nacimiento a finales de los sesenta, y todavía no se ha recuperado del todo.

El comedor arrancó por iniciativa de un grupo de vecinos y poco a poco fue creciendo, con la ayuda de voluntarios, y más recientemente del programa municipal Pla de Barris. Preparan y sirven unas 400 comidas diarias con productos del Banco de Alimentos y del Club Rotary, entre otros colaboradores. “Para que el comedor pudiera seguir funcionando la única manera era dignificarlo y eso incluía mejorar sus instalaciones y las condiciones laborales”, explica el jefe de proyectos del Pla de Barris de El Besòs i El Maresme, Miquel Izquierdo. Este programa invertirá unos 700.000 euros en la reforma casi integral de sus cocinas. Las obras empezaron a principios de año y se alargarán hasta septiembre.

Mientras dura la reforma, los fogones de este singular comedor social y solidario se han desplazado a Ca l’Isidret, un ‘casal de barri’ de reciente creación equipado con una cocina moderna en la que se ofrecen talleres. El proyecto para mejorar y sobre todo dignificar el comedor ha incluido material y una formación por parte de un cocinero profesional, Daniel Lienas, asesor de restaurantes, hoteles e industria alimentaria en materia I+D. Este chef les ha dado herramientas, criterios de cocina profesional para poder preparar un gran volumen de comida de manera rápida y sobre todo segura.

La elaboración de varios cientos de platos en unas pequeñas cocinas recicladas era prácticamente un milagro diario. La freidora, ahora desterrada, era su gran aliado. “Me encontré una cocina poco estructurada nutricionalmente. Con los nuevos hornos pueden cocinar todo sin aceite, que es mucho más eficiente y saludable”, subraya Lienas, obsesionado con diseñar un menú muy completo dado que para muchos usuarios esa será su única comida del día. “Me quito el sombrero por todo lo que hacían en la vieja cocina”, añade Lienas, conmovido por la humanidad de todo el equipo de voluntarios, con el que ha trabajado codo con codo en las últimas semanas.

Autogestión

“Con la barriga vacía no te puedes empoderar”. Esta frase es de Merche Rodríguez. Ella y su hermana Montse son dos de las cofundadoras del comedor y siguen al pie del cañón. Se cuelgan el delantal a las siete de la mañana y no se lo quitan hasta las seis, como muy pronto. “Empezamos esto como un acto de protesta, para que el Ayuntamiento viera que estaba pasando algo en el barrio”, recuerda Merche, una de las caras más visibles de un proyecto autogestionado con un núcleo estable de unas 10 personas y un grupo de unos 60 voluntarios que van rotando semanalmente.           

Los responsables del comedor siempre han mirado con cierto recelo a las administraciones, y su relación no ha estado exenta de encontronazos. El último, cuando les reclamaron unos 60.000 euros más intereses por no justificar correctamente una subvención. Gestionar un proyecto así requiere un tiempo extra y unos conocimientos de los que ellos carecían. Devolverán ese dinero, que gastaron íntegramente en el comedor, algo que nadie pone en duda, poco a poco. Y para que no se repita el Pla de Barris permitirá la contratación de cuatro personas a jornada completa y otra a media jornada que se encargará exclusivamente de la gestión administrativa. “Se profesionalizan algunos aspectos pero la parte humanista del proyecto continuará porque es lo que nos diferencia”, puntualiza Merche, que agradece el empujón del consistorio. Con todo, unos y otros, unidos por el futuro del comedor, quieren que sea lo más autónomo posible en los próximos años a través de líneas de negocio como el ‘catering’ para empresas, escuelas  e institutos del distrito.

Todas quieren un barrio digno

El barrio hizo suyo el comedor, consciente del trabajo totalmente altruista que realizaban sus voluntarios, pero fue objeto de muchas críticas por unos episodios tan desagradables como puntuales. La plataforma ‘Volem un barri digne’ denunció situaciones de inseguridad en sus alrededores y señalaron a algunas personas toxicómanas. Algunos vecinos criticaban que un comedor de barrio se hubiera convertido en un equipamiento para personas con problemas de adicción. “Todos somos personas y lo único que podemos hacer es exigir un comportamiento correcto en el comedor”, zanja Izquierdo, que admite que el barrio sufrió “un repunte” de droga el año pasado por “el traslado de otras partes de la ciudad”.

Responsables del comedor y portavoces de ‘Volem un barri digne’ se reunieron hace unos meses y acercaron posturas hasta el punto que algunos miembros de la plataforma ya se han postulado como voluntarios del Gregal. “Siempre hemos estado a favor pero faltaba seguridad. Se había descontrolado. El nuevo proyecto nos gusta porque estará mejor organizado, con más recursos como trabajadores sociales y ofrecerá talleres de cocina para la gente desempleada”, explica Merche Rus, una de las impulsoras de un movimiento reivindicativo que se hizo escuchar mucho con sus caceroladas y su acampada en un solar del Fòrum para evitar que instalaran un centro de acogida de menores extranjeros no acompañados. “Ahora nuestra principal preocupación son los robos. Han aumentado los tirones –añade Rus-, muchas veces con bicis o patinetes”.

Uno de los portavoces de la Associació de Veïns MaresmeRamon Tur, celebra la apertura del comedor a otras entidades y plataformas vecinales como ‘Volem un barri digne’. “Hemos apoyado el comedor El Gregal desde el primer momento, pero quizá es cierto que faltaba algo de comunicación y se produjeron malentendidos. El nuevo proyecto, en el que han trabajado mucho tiempo, nos parece una buena noticia para el barrio, entre otras cosas porque incluye talleres formativos para todos”, explica Tur, en referencia a los planes de futuro del consistorio para otro local cercano, en el 24 de Prim, donde esperan ubicar las aulas y el acompañamiento a los usuarios del Gregal, tanto laboral como social y jurídico.