INICIATIVA DE TEATRO SOCIAL

'Lisístrata', en la piel de sus madres

Internos de Can Brians 2 llevan su 'Lisístrata' a la cárcel Modelo

Miguel, interno en Can Brians 2, habla de su experiencia. / JORDI COTRINA

Helena López

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Las palabras de Miguel, uno de los protagonistas de 'Lisístrata. De qui és la guerra?', dan fe de lo que este espectáculo ha significado para estos hombres. "Es muy fuerte alegrarse de regresar a la cárcel, pero sí, casi me alegro de que me revocaran el tercer grado para poder terminar este proyecto", señala este joven interno de Brians 2, a quien La Modelo –escenario que este viernes acogió los dos únicos bolos de la singular compañía Sota Mínims Teatre fuera de los muros de la cárcel de Sant Esteve Sesrovires– también le trae recuerdos. "Esta fue la primera cárcel que pisé. Dormía en la primera galería. Fueron solo unos meses, pero era muy joven, tenía 22 años", se sincera el actor pocos minutos después de haber sentido el calor de un público que nada tenía que ver con él puesto en pie. "He visto a una chica secarse las lágrimas después de oírme leer la carta de mi madre y no he querido mirar más", prosigue emocionado. 

Miguel es uno de los pocos que ha participa en esta creación colectiva desde el primer día. Un espectáculo que nace de la meses de reflexión en los que los presos han debatido sobre "la guerra que viven cada día las mujeres que tienen a sus seres queridos privados de libertad", señala Xantal, la entregada profesora de teatro del centro penitenciario que tuvo la loca idea de hacer vestir a sus tatuados alumnos de mujer, hacerles bailar "Tell me what you want what you really really want" que ríete tú de Victoria Adams y, lo más importante, hacerles ponerse en la piel de sus madres, sus hijas y sus parejas, "quienes pagan una doble pena, sacando adelante sus casas solas". 

Todo ello en un espectáculo que combina los chistes sobre presos –que en sus bocas sí tienen gracia– con la lectura de fragmentos de cartas de sus mujeres –el sentido más amplio de ese sus– hacia ellos y de ellos hacia sus mujeres.

A las 10 y media de la mañana, la cola cruzaba todo el patio de entrada de La Modelo. En esta nueva vida del otrora oscuro equipamiento del Eixample, la cola no estaba formada por familiares de presos –aunque este viernes, también– sino del público de los dos únicos bolos fuera de prisión de este espectáculo escrito desde las entrañas que cuenta con 12 intérpretes, de los que cinco no pudieron obtener el permiso para salir. "Lo siento mucho por Luis, al que quiero mucho y sé que le hubiera gustado actuar aquí", recuerda Miguel en el helado comedor de la cuarta galería de La Modelo convertido ahora en auditorio.